Dedicado a mis alumnos de Historia de la Cultura.
Ellos están callados por primera vez en cuatro años. Escriben, creo que por primera o segunda vez, pensando. No hay nada que repetir, están solos frente al papel y las preguntas.
Me costó bastante hallar el texto adecuado, concebir el cuestionario sin el formato y la intención de la "prueba"... Son tan diferentes entre sÃ, sus intenciones secretas, tan variadas.
En algunos momentos me conmueve la inconsciencia, el presente absoluto, la extraña ignorancia del futuro, quizá bastante obscuro, que les espera.
Trato en repetidas ocasiones de entender la ansiedad por la construcción del juego de interés común, jugarlos juntos...
Creo no ser entendida. La adolescencia larga que los sojuzga, impidiéndoles crecer, decidir por sà mismos. Crecer y volar, amansar el potro alienado que los convierte en verdaderos ágrafos contemporáneos.
Paradoja en una sociedad donde el saber es poder, poder y Poder, con minúsculas y mayúsculas.
No puedo envenenar sus almas con el áspid de la lectura, porque confÃo en que llegarÃa a conmover sus corazones tiernos.
Pienso a menudo si tengo derecho a sacarlos de su lÃmbica felicidad en donde no existe ni la historia, ni la geografÃa y donde las palabras clave son: "nada, profe, nada...". Las preguntas que formulo son sencillas: "qué leés, qué te interesa, qué pelÃculas te atraen, cómo son tus compañeros...".
Palpo muchas veces sus almas extrañas, en las que encuentro huellas feroces de este momento globalizado hasta el sinsentido.
Los quiero mucho, pero presumo que no basta. Los quiero todos los miércoles desde la misma hora. Todos los miércoles a la misma hora desde hace años.
Confieso que desde hace algunos años, el corte se va profundizando más y siento que el tajo que nos separa sangra y sufre, de mi lado.
Porque ellos cambian, se reciben, se van...
Por muchos años, casi cuarenta y ocho, con altibajos no voluntarios, transito el placer y el renovado dolor de intentar que les interesen temas, criterios, miradas...
Desde hace algunos años, la alegrÃa expresada en los ojos descubriendo el arte, el teatro, la arquitectura, se apagan lentamente...
Están allÃ, por primera vez, frente al papel en blanco y tratando de "zafar" lo más rápido que puedan. Zafar, qué verbo posmoderno. (se zafan las costuras mal hechas o se "zafa" de una situación incómoda, creo).
Es la primera vez que los escucho desde su silencio y el mÃo. Italo Calvino me ayuda en un intento de miércoles final y fatalmente fallido.
Desde hace pocos años, me siento molesta al compartir los miércoles, he llegado a sufrir allà donde durante años disfruté mi condición de trabajadora. Perversa profesión sufriente, estos últimos años. Maravillosa profesión elegida libremente dentro de los marcos posibles...
Comienzo los trámites. Largo trayecto de papeles desagradables y esperas desesperantes... Inenarrables horas aprendiendo a soportar los maltratos por intentar desconectar el oxÃgeno insalubre y retornar a dar clases a quien le interese... Nunca más un alumno por obligación... La hora ha sonado... Respiro hondo... Pobre de dinero, rica en posibilidades vitales... Pienso el tÃtulo del libro que quizá no logre terminar nunca:
"Por qué me quiero jubilar". SubtÃtulo: (¡y es en serio!) "qué derecho tengo yo de sacarlos de ese lÃmbico estado de ignorancia en el que viven tan felices...".
Sólo que a veces creo que no están tan felices, y los acompaño con el corazón.
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