"Dame algo", me pide AgustÃn. "Dame algo para esto porque ya no aguanto más".
El único de todos nosotros que volvió de allá completamente entero. La guerra no solamente no lo habÃa destruido ni herido sino que parecÃa haberlo condensado, aunado, fortalecido. El siempre nos decÃa que era loco desde antes, que por eso. Que siempre fue un tipo sacado, desde antes de la guerra. Desde que le decÃan "el malo" porque salÃa a pegar para defender a su hermano más chico. Su medio hermano en realidad, un petisito al que le decÃan el Droopy. Un pibe tÃmido que se encerraba en su altillo a tocar la guitarra y no salÃa. Los amigos subÃan a verlo y tocaban con él. No lo vi más al Droopy hasta esa tarde en que nos encontramos en el rÃo. Se lo veÃa contento cantándoles al cielo y a las estrellas. Nunca un escenario. Siempre a la sombra del hermano héroe.
-Che, Irazusta, cumpa, ¿vos te acordás de Lucho, el del juicio? Lo soñé, Colo. Soñé que me leÃa una carta que me habÃa escrito Grace. Y me decÃa que iba a vengarse. Que le habÃa tomado treinta años pensarlo pero que ya lo habÃa decidido. Que ya no podÃa esperar más a la justicia. Y la carta de Grace era tan linda. La escribà y todo.
-Salà de ahÃ, AgustÃn. Vas a terminar mal. ¿Cuántos miligramos precisás?
No zafa, está hasta las bolas, está perdido. El tipo ya no sale porque hizo todo mal. "Dame algo". Los suyos parecen los quejidos del hospital: "Doctor, déme algo". Y ahora me pide inyectable. Yonqui, y encima con pretensiones. Eso, o que le zampe un tiro en la sabiola porque ya no da más. No, eso sà que no. Me lo prohÃbe el juramento hipocrático. Me lo prohÃbo yo. AgustÃn reconoce que hizo todo mal. Y no lo ayuda, no le sirve de nada reconocerlo. Sólo su dolor existe. Ninguna compasión por nadie más.
-No puedo con el dolor. Es como haber perdido una pierna.
-Lucho perdió una pierna. Y fue por culpa de un hijo de mil putas. Un zumbo hijo de mil putas de nuestro propio ejército. Congelamiento y necrosis. Por qué mejor no luchás por Lucho. Hay tanto que hacer todavÃa. Te necesitamos entero -le digo.
Hemos, en parte, muerto: habÃa belleza de los dos lados de la lÃnea, lo supimos y la compasión incondicional por el enemigo nos enfrentó a los nuestros. Vi en visiones a los pedazos desgarrados y vivos de Dios
llorar, aullar un dolor inmerecido.
...
AgustÃn no para de darle replay a esta canción de Candybox and the Millionaires, "Itaca", y me cuenta una vez más la historia de Grace. AgustÃn se rompió. Destroyed por una nami. Ninguna mina antitanque ni antipersonal lo rasguñó siquiera. Vio todo lo que tuvo que ver y nunca se derrumbó. Nunca lloraba. VivÃa haciendo chistes. Y ahora es una piltrafa humana. Encima le dio por escuchar esa música dark. Voy y lo escucho sufrir una vez más. La lealtad al compañero de trinchera es lo más fuerte que tenemos, quizás lo único sólido que tenemos. Somos de otro siglo; estamos hechos de un fierro que no se fabrica más. Le llevo lo que me pide y él abre la notebook y me muestra videos musicales de Candybox and the Millionaires. Creo que está totalmente perdido.
"Grace. Su ausencia es mi aire. Respiro su ausencia como una nube tóxica. Los bordes del mundo, la forma del mundo, lo que caracteriza hoy al mundo es que todo él es un umbral de la puerta que ya no atravesaré. En mis sueños, en cambio, me la encuentro. En un sueño está sentada a mi lado. Suspira. 'Los amantes', dice. Y me pide tiempo. ¿Cuánto? Años, dice. Y me sonrÃe con esa sonrisa suave tan suya, es forma de curvarse sus labios que era como un pliegue del mundo mismo. Volver a ver la dulzura de su sonrisa es lo que me mantiene vivo desde ese respirador artificial que son mis sueños".
El milagro sucedió. Ella volvió una noche. Ella volvió pero él le encajó dos tiros. Ahora ha logrado que lo saquen de la cárcel con la condición de que no salga de la casa.
"Ahora Grace es un cuerpo y un montón de aire. El juez no me deja salir de la casa de mi abuela. Es decir, de mi casa. En mis sueños leo y vuelvo a leer la última carta que me escribió. La sé de memoria. El hecho de que sea Grace quien puso una palabra después de la otra hace que la lengua materna signifique. Sin Grace ya no hay idioma, solamente estas ganas que tengo de matar a mi suegro. Pero matarlo no me devolverá a Grace. El monta guardia, es un padre que no duerme. Imagino el olor a goma de los pasillos. Toda una vida familiar que ya no me pertenece. Grace y mi suegro un sábado a la tarde. Los mates que no tomamos. Los que sÃ. Cada palabra banal de cada charla idiota ahora es un tesoro; atesoro cada una como el oro de una veta seca. Cada canción que sonaba en el aire, cada cabello de la cabeza de Grace en el aire. Los atesoro. Trato de no pensar. Cuido los pájaros de mi abuela. Cuido el jardÃn de mi abuela. Lo vivo me distrae. No haber sido mejor a tiempo, Grace. Y no poder ni siquiera estar sentado a tu lado esperando que despiertes. Y que no te acuerdes de nada y sonrÃas como siempre".
...
¿Nada le ha dejado la noche al dÃa?
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La guerra está perdida para siempre, los árboles se llevan las hojas a otro paÃs...
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"Creà que era un dragón. Creà que era un dragón. Fue todo lo que dije, todo lo que pude decir. Quise decir ladrón y dije dragón. La puerta se habÃa cerrado detrás de ella como en el tango; volvió a aparecer y no la reconocÃ. Irreversible, irreversible. Quién me mandó estar tan preparado. Si ya nadie daba órdenes, ni adentro ni afuera de mi cabeza. Si ya me lo habÃa olvidado todo. Ibamos a ser libres, si ella me perdonaba. Me perdonó y venÃa con su plantita. Sorpresa, una sombra. Una mancha anaranjada como un fuego. Flores. Tarde. Pum. La tierra desparramada. La maceta. Rota. Ojo de poeta. Un agujero negro en el centro de cada corola. Un dragón, un dragón. Demasiado tarde".
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