Copio y pego:
Dogui Cachorro
18/04/2012 23:20
hello elle
Elena Ellena
18/04/2012 23:20
cómo estas?
Dogui Cachorro
18/04/2012 23:20
triste
buscando musica
Elena Ellena
18/04/2012 23:21
http://www.youtube.com/watch'v=DEaDj6TXiQQ
Ella Fitzgerald sings "Round Midnight" by Thelonious Monk.
Piano: Oscar Peterson. Bass: Ray Brown. Drums: Ed Thigpen
Dogui Cachorro
18/04/2012 23:23
I do pretty well till after sundown.
Suppertime I'm feelin' sad
But it really gets bad
"round midnight.
Pero no voy a hablar del Perro ni de sus extrañas manos. Ni de sus oquedades a las que amé. Ni voy a poner nombres hermosos al hontanar de su cintura, o a la hondonada entre sus omóplatos. Concavidades dorsales con las que lo engañaba, siéndole infiel a él con su mismÃsimo cuerpo, con lo extranjero de sÃ. Curvas de un paisaje por donde le anduve, o por donde anduvo mi mano desnuda a la que él vestÃa (en sus fantasÃas que yo apenas sospechaba) con el invisible tÃtere de guante de su fantasma. Encarnado en mi mano, el fantasma devoraba su carne ofrecida: He ahà lo siniestro de una caricia. He ahà lo que se ve solo con el tacto, entre el vino violento del amor. Hay cosas que los nervios de mi mano saben y que no voy a decir. Guardo en la memoria de mi afecto el estremecimiento de su carne ofrecida al fantasma. Para ser devorado se ofrecÃa, como presa de alguna cacerÃa sagrada. En mi mano, su goce aún tiembla.
Los médicos forenses no encontraron huellas de resistencia en su cuerpo.
Me detuve al final de la escalera. El gris de las paredes de la entrada del diario El Atopiano (un gris aluminio, de lava volcánica seca) me abrumaba como una nube de cenizas. Sentà una leve y pasajera náusea, como si aquel pegote negruzco que tanto costó sacar del piso de la redacción luego del asesinato del jefe de redacción Santiago Puente fuera algo que pudiera volver a brotar diez años después. Volvà sobre mis pasos, subà hasta la cafeterÃa del ciego y le pedà a Liliana un cortado mediano fuerte. El ciego me saludó. Siempre estaba ahÃ, detrás del mostrador lleno de bizcochos y galletitas, tras las dos mesas octogonales de vidrio con siemprevivas adentro, bajo la azulada luz diurna que la claraboya de cuatro pisos más arriba filtraba como la de una catedral.
Seguà hasta la redacción. Obvié el ascensor (tendÃa a evitarlo) y subà dos tramos de las escaleras de mármol que me parecieron un poco más gastadas en el medio. HabÃa un silencio extraño. Me senté de nuevo ante mi máquina. Liliana me trajo mi café. Se lo pagué. Ella hizo un par de chistes como para aliviar la densidad que se sentÃa en el ambiente. Yo rompà el sobre de azúcar y contemplé, como si fueran cosas extraordinarias, el pocillo de loza, la espuma blanca, la cucharita de aluminio. Aspiré el aroma del café. Levanté la vista de la elipse de espuma y miré hacia un rincón del balcón, más allá de la ventana que se abrÃa al fondo de la oficina de redacción. Era un lugar prácticamente inaccesible, lleno de palomas y trastos viejos, pero yo jurarÃa que vi allà a un tipo muy parecido a Santiago Puente. Estaba de pie, fumando, pensativo, apoyado en el balcón como en la barandilla de un barco. Me miró. Sentà que me reconocÃa. Por un instante fue como si el tiempo no hubiera pasado. De nuevo estábamos a mediados de los años 90 y yo era joven y tÃmida. Pero ya no.
-Un pacto suicida- dictaminé.
Hablé à la cantonade, para quien quisiera oÃr.
-Ajá- comentó Claudio, desde la máquina de la sección Ciudad.
-El Perro se suicidó, pero no fue él. Yo estuve a cada paso en el lugar exacto. Yo estuve en la casa de donde sacaron el cuerpo. Vi quiénes lo sacaron: el hermano de AgustÃn y dos amigos suyos. Los vi entrar, armados de palas. Los vi ir hasta el fondo y desenterrar el cuerpo como si supieran que estaba ahÃ, como si alguien les hubiera ordenado ir a sacarlo. Y yo supe que era él. Yo estuve cuando se trajo esa corbata maldita. Yo lo vi salir con esa corbata puesta y lo vi volver sin ella, justo en la tarde en que Aguirrezabala apareció ahorcado en su celda. Yo lo escuché hablar muchas veces de las ganas que tenÃa su cliente de morirse; y después, cuando él mismo empezó a perder la forma humana, de las ganas que él tenÃa de matarse. DecÃa que a veces deseaba morir, pero como también querÃa vivir, las ganas de vivir siempre triunfaban. Fue cuando perdió las ganas de vivir que empezó a preocuparse. El Perro, vos sabés, era el abogado de mi hermano y de Aguirrezabala. Creo que con Aguirre hizo un pacto suicida. No sólo con Aguirre sino además con el hermano de Aguirre. Creo que el Perro ahorcó a Aguirre con la corbata lila y después se hizo matar por el hermano.
-La segunda muerte puede haber sido una venganza- sugirió Claudio.
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