A Soda Stéreo lo conocà en un bar de Buenos Aires, de la calle Paraguay, a metros donde reinaba la multinacional CBS. MediodÃa con aroma a churrasco y mozos tangueriles. En un aparte el Gordo MartÃnez, (a) Horacio, una leyenda urbana a bordo de un Taunus verde rescatando joyas perdidas y perdedores similares a si mismo: entre el hambre y el ganarse la loterÃa. Entre el talento y la desmesura. Ahà estaba yo con mis 27 años y un disco feo que intentaba grabar en el sótano de la Cia, sin más ayuda que las viandas generosas de comida que el Gordo prodigaba y algún dinero para cigarrillos. El resto, esto es, la producción artistica, el apoyo logÃstico, brillaba por su ausencia. O mejor dicho, era él el encargado pero confiaba plenamente en nuestras sabidurÃas y no querÃa escuchar nada "hasta que terminen el disco", una forma olÃmpica de lavarse las manos. Pero era querible el Gordo. HabÃa naufragado en la noche con Almendra, con Manal, con Moris y ya era una leyenda subterránea. En su tarjeta se habÃa hecho imprimir pomposamente "Horacio MartÃnez. Descubridor de talentos". Como decÃa, me llevó hasta los bordes de esa cueva y encendió un viejo Panasonic a caset. Primero un tema y luego otro. -Vas a escucharlos, Tano, y me das tu opinión. Tengo que decidir cual grupo produzco. Oà pacientemente. Le di mi opinión. -Los primeros suenan, los segundos no. Se ofendió como una damisela
-¡No sabes nada, Tano! Andá, vos y tu poesÃa rosarina, vos y tu folclore... andá... no sabés nada... A los del segundo los voy a hacer firmar hoy. Yo objeté: -Pero los primeros son los que suenan. Mas cerró el diálogo. -¡Que sabe el chancho de pintura! Andá, andá a seguir grabando y destapá la oreja. Obviamente, produjo e hizo grabar a la segunda banda llamada Abrelatas. La que estaba pimera en el reproductor era Soda Stereo. El Gordo, por sordo y antihéroe se perdió de descubrirlos. Años más tarde, mirándome fijo, faso en la boca en un piringundÃn de la noche porteña me dio la razón. Pero ya era tarde: lo habÃan rajado de la CompañÃa, al Taunus lo habÃa vendido por monedas, tenÃa la casa embargada y ahora producÃa Las Primas. Una vez le conté a Cerati la anécdota y se rió mucho. Una sola vez lo vi solo para que se llevara el chiste del destino con él. Luego, sencillamenbte y tras resistirme, al fin Los Soda entraron en mi vida como una bocanada. Cerati, especialmente con Amor Amarillo, me encandiló --¿Como cuenta cosas sin contar nada?, me preguntaba-. Por la sonoridad de lo que dice, me respondÃa, no tiene importancia la historia. Usa la voz como un instrumento más y las palabras penetran por su sonido no por su sentido. Cuando se convirtiera en el Bello Durmiente volvà a oÃr su banda y recuerdo muy claramente una noche en que volviendo de Córdoba me detuve a un costado del camino con las puertas abiertas, bajo el cielo puro y estrellado a oÃr "Bajan", una versión preciosa del Flaco Spinetta cantada por Gustavo. Pensé con ternura en el Gordo alucinante, en Luis, y me entró un frÃo de saber que a veces las cosas, lo invisible, lo etéreo y dual del mundo te toca para siempre, no importa que estés dormido, te hayas ido de viaje a algún ignoto océano o se te haya ocurrido morirte de verdad.
Los cometas mágicos como vos hacen que el Universo de la Náusea, por una milésima de segundo o por los tres minutos que dura la canción que cantan, detenga su gatillo, su horror y su ausencia de belleza. Gracias Gustavo, gracias a todos los angelitos que ayudan a calmar la fieras de esta selva idiota. En la Ciudad de la Furia.
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