Eventualmente puto, colorado de pies a cabeza y de pelos ensortijados reales, robusto de ojos claros y pudibundo por defecto a pesar de su atributo, nació sin padre y rodeado de una madre y cinco tÃas en La Cumbre, un pueblo casi ciudad de Córdoba, en Argentina. Las circunstancias que lo sujetaban a su no regular homosexualidad vinieron a cuenta, principalmente, por su atributo. Julián, Bisbal de apellido materno, la tenÃa grande y en un marco netamente realista, siempre, el tamaño de su verga (muerta) punteaba los diecinueve centÃmetros. Lo de muerta es una aplicación para el reposo de la carne pero parada era un monstruo de casi veintisiete centÃmetros de largo por, casi, siete de ancho. Y a pesar de ser siempre receptor de un, digamos, benévolo primer impacto visual de parte de los y las amantes que tuvo, la verga grande fue siempre un problema para Julián. Desde la primera vez lo fue. Cuando digo primera vez me refiero a las épocas de la prepubertad, entre los diez y once años más o menos, cuando las comparaciones derivan de los descubrimientos y de las insospechadas sorpresas, ajenas siempre, y donde las suspicacias varias disponen juicios de valor. De los doce años más o menos que Julián Bisbal tiene el mismo tamaño y para que el torrente sanguÃneo que impulsa y eyecta la erección confluyera todo ahÃ, Julián debÃa hacer un esfuerzo que, desde la primera vez, le demandó cierta obnubilación mental que con el tiempo, digamos, le produjo lo que se llama un retraso. Lo de pudibundo viene de ahÃ, familiarmente. Pero en realidad Julián era medio mongui. Eso lo decÃan todos (y lo dicen aún). TenÃa una especie de retraso (o cosa parecida) que le afectaba la precepción sobre los otros. Atento y dispuesto parecÃa siempre al escuchar, pero demoraba mucho en contestar, casi con la misma actitud de quien conoce poco un idioma pero lo está usando a pesar de todo. Hoy tiene alrededor de sesenta años y vive en la ciudad de Rosario, en la provincia de Santa Fe. Es portero de un edificio de quince pisos sobre la Avenida Pellegrini y dice -a quien le presta la oreja y la paciencia- que fue él con quince años, en Córdoba, uno de los novios de Manuel Mujica Lainez. Lo de novio es un decir y Julián dice que en la casa de Manucho aún hoy hay una fotografÃa enmarcada suya que el propio Manucho le tomó cuando Julián hacÃa las veces de jardinero en el parque del escritor. Parece que habÃa tantos jardineros como ahijados en la mansión en Córdoba pero, según Julián, Manucho tenÃa cierta debilidad por él. No es necesario inferir nada aquà y dice Julián que la sintió desde siempre. De la debilidad de Manucho por Julián hablo que fue desde la primera vez parece, cuando Manucho le pidió limpiarle los yuyos ido en vicio que se dice a cambio de una sandÃa. Manuel Mujica Lainez tenÃa pasión por las sandÃas. Esto lo dice Julián, que recién hace dos años nomás se enteró que ese señor maduro, de gustos afectados y favores varios, habÃa sido escritor. Se enteró porque una sobrina suya, en visita guiada por la casa de Manucho (hoy Museo), vio, arriba de un sillón color violeta claro, una foto de su tÃo, joven, arrancando yuyos con las manos. Es en blanco y negro la foto y Julián, sin camisa y con los pantalones largos arremangados hasta las rodillas, tiene el sol de frente mientras mira a la cámara y sonrÃe muy ampliamente, como sorprendido gratamente. Si se mira con atención, es posible detectar el atributo entre los pliegues del pantalón. El resto es un chisme posible.
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