A 25 céntimos el gramo vendió su alma.
Con tan magro botÃn en los bolsillos no creyó tener que dar mayores detalles al nuevo poseedor de su alma vendida a 25 céntimos el gramo, y la redundancia es liviana si se la mide con la vara de cuánto reconforta escribirla.
La historia, envuelta en ropajes propios de dolidos dramas, prosiguió.
El silencio hamacaba allà mientras dos horizontes allá el canto de las sirenas del ponto comenzó a manar. "Es hora de merendar y como sabÃa que vendrÃas preparé un rico pastel". Frente a tan persuasivo son nunca la porción es suficiente, Ustedes comprenderán...
Sirvióle el niño a su adulto una taza de té de estricnina cerebral.
Al primer sorbo de la exquisita infusión las sirenas dejaron de lado las melodÃas para darle lugar a duras sentencias: "Cuello de camisa cárcel de ballenas, ahora te toca anudarte a vos".
Sujeto a remansos rojos, quien vendió el alma a 25 céntimos el gramo intentó hablar.
De moluscos puestos a evaporar le provenÃa la voz.
Con ahÃnco de carnÃvoros vedados a la caza durante eras, sus pensamientos le mordÃan las encÃas. Fatiga de material, coerciones ejercidas por las fuerzas del interdicto.
Quienquiera que seas, niño, no podrás vencer al dios del que devoto soy. Jamases de los nunca habrán de caer sus siervos en la desprotección. Antes se desmembrará la luna...
El desalmado babeaba sangre.
Atrás dos garzas de aluminio levantaban vuelo con la esperanza de escaparle a la gravedad.
Más atrás, inevitable que detrás de un atrás no haya otro atrás, una institución crediticia,
desmaterializándose, dejaba en la manzana un hueco para que en lo inmediato creciesen acacias.
De una de las ramas de esas inmediatas acacias el niño colgó al adulto y lo obligó a saltar. Justicia por mano propia; las partes del cuerpo que menos vendas debiesen haber tenido eran las más vendadas.
¡Enhorabuena! ¡El adulto ha sido asesinado por su niño! ¡Qué extrema felicidad! En estado de interfase el yo no sabÃa si reÃr o llorar.
Yo muletilla, artefacto diseñado para acobardar, boca de la que fluye el resentimiento.
Antes, siempre habrá de preexistir uno, han juzgado hasta por los codos los jurisconsultos. Incorrecciones varias, puestas a danzar sobre falacias ancestrales, volvÃan a sus palabras sentencias a reverenciar.
Juez y parte.
Quien compra barato no tiene derecho a recibir explicación se decÃa a sà mismo alejándose de la zona de transacciones bursátiles, después de haber vendido el alma a 25 céntimos el gramo, tal como acaban de leer.
-Dicho entre paréntesis, ¿qué piensan Ustedes de esta licencia tomada y concedida por mà sobre mÃ? ¿Estilo?, ¿recurso?, ¿poco que decir? Si me permiten, les sugiero considerarla un momento de solaz a la vera del camino por el que marchamos los escribientes. Pagué mi membresÃa; renté, a un siglo, un pesebre de heno donde poder echarme en brazos de los lugares comunes una vez al mes.-
Pd:
Eventualmente es bueno dejar que los adjetivos guardados tomen un poco de aire. Adjetivos, ¡sean infelices y que la fealdad los cobije!
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