En el sueño de ella habÃa agua. Mucha agua. SubÃa y mojaba todo lo que encontraba a su paso. Tal vez era una gran lluvia. O tal vez era algo roto que inundaba la casa. Todo lo que habÃa en el piso se mojaba. Y nadie se desesperaba. No era una tempestad. Y por lo tanto no era una tragedia. Y el sueño seguÃa siendo un sueño. No era una pesadilla. El agua no estaba sucia, era transparente. No era frÃa. Sólo mojaba. Lo que hace el agua en un balde. Llenaba un vacÃo. Pero acá aparecÃa prolijamente en un lugar donde no tenÃa que aparecer. ¿Quiénes estaban ahà con ella? No lo sabÃa. Tal vez otras personas que le ayudaron. No veÃa a nadie más, pero no se sentÃa sola. Entonces se acordó de que su esposo habÃa muerto. Entonces se dio cuenta de eso. Pero en el sueño no era asÃ. En el sueño nadie morÃa. Nadie se entristecÃa. Las cosas sucedÃan y nadie corrÃa desesperada a pedir ayuda. A cerrar el paso de agua. A buscar baldes para sacar el agua. El agua llegaba y también el agua se irÃa. El agua calma, recordó. Por eso habÃan ido al mar a tomar unas vacaciones. Y el mar se habÃa llevado a su esposo. O algo asÃ. Quedaba su pena sobre el mar. Yendo y viniendo sobre las olas. Subiendo y bajando con las mareas. No bastaba con ser quien seguÃa viva. DeberÃa seguir, hacerse cargo de su vida y de todo lo que le tocaba por herencia. Y ¿qué era lo que querÃa realmente? Alguien le habÃa dicho que en las cartas veÃan a una mujer. ¿Otra mujer, o era ella misma? Ahora no podÃa ver a nadie. Sólo veÃa sus pies en el agua del sueño. Inmóvil, mirando cómo el agua mojaba lo que tenÃa delante suyo.
Mascando chicle se llega a TahitÃ
Desde que se puso a tirar las cartas del Tarot la cajera del supermercado no habÃa dejado el cocotero en el que se habÃa acomodado en el sueño anterior. O mejor dicho, el cocotero parecÃa el mismo, pero el mar ya no era el Caribe, y no le hablaban más en esa mezcla de español, creole y vayaunasaber qué otra lengua. Ahora sólo sentÃa un fraseo muy cantarÃn, y unas palabras sueltas que ella podÃa reconocer varios minutos después de haberlas escuchado. (Todo esto en tiempos onÃricos serán segundos, tal vez menos.) Cuando fue a pedir otro trago, se dio cuenta que hablaba y balbuceaba pero no se hacÃa entender, y lo que es peor no tenÃan esa bebida, le ofrecÃan otras... No conseguÃa entender qué pasaba, miró su reloj y tampoco entendÃa, porque marcaba un horario inverosÃmil. Se sentó cerca de la barra y tomó un poco de agua frÃa, lo que pudo al final lograr que le dieran. Sentada en la mesa empezó de a poco a entender. No estaba en el Caribe, estaba en una isla que se parecÃa mucho. Hablaban francés y les llamaba la atención su mazo de cartas con los nombres en otro idioma. Finalmente le preguntó a una turista que hablaba un poco de español y le confirmó que estaban en TahitÃ. No se sorprendió, pero quiso visitar la casa de Gauguin, y aprender a pedir chicles en francés.
¿Sueños o fantasÃas?
En el sueño la habitación se transformaba en otra. En su sueño o en lo que llegaba a recordar una vez que despertaba y le ponÃa nombre a las sensaciones y a las imágenes que vio en ese otro estado de conciencia. Tal vez la secuencia no era esa, y ¿qué era el tiempo en todo caso?, mientras su cuerpo no se movÃa y su mente veÃa cosas que se movÃan y cambiaban de color. ParecÃa que hablaba de algo que vio en el cine o de un programa en la tele. Pero la diferencia en este caso era que la protagonista era ella, con otro color de pelo, con otro cuerpo incluso, pero era ella. ¿y cómo estaba tan segura de que era ella y no era otra? Y al ser un sueño lo podÃa ver desde su punto de vista, como en primera persona, como en el cine ¿no? No se trataba de otra persona. Era ella misma, lo sentÃa en el cuerpo. Lo sabÃa. No habÃa otra forma de explicar esas imágenes y lo que ella habÃa sentido al vivirlas/verlas/soñarlas. Entonces ¿soñar es vivir otra realidad? ¿tener otra vida? No, solamente tener la sensación de que podés vivir otra cosa, viajar o conocer a otras personas o tener las relaciones que quisieras, pero que en la realidad no son posibles. ¡Ah, las fantasÃas! ¿Las podés vivir y concretar en los sueños? A veces se puede, no siempre. Y hay otras veces en que te das cuenta que son fantasias que ni sabÃas que tenÃas.
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