Valentino nació hace seis meses en el PoliclÃnico Eva Perón, de Granadero Baigorria. Nació sietemesino, con 1,7 kilo de peso y un cuadro general que obligó a los médicos a internarlo los dos meses siguientes en NeonatologÃa y a avisar a la SubsecretarÃa de la Niñez que tenÃan un nuevo caso para derivarle. La mamá tiene 30 años y una adicción a las drogas que hacÃa difÃcil imaginar el futuro inmediato del recién nacido. Antes de la ley provincial 12.967, el destino de Valentino habrÃa sido una de las cunas en algún hospicio. Pero no. En la otra punta de Rosario estaban los Murúa, la familia que hasta hoy alberga al bebé. Son una de las 43 que están inscriptas en el programa de Familias Solidarias de Rosario, del Ministerio de Desarrollo Social. Saben que Valentino deberá irse uno de estos dÃas, apenas el equipo de la SubsecretarÃa de los Derechos de la Niñez, Adolescencia y Familia defina si las condiciones están dadas para que regresar sobre seguro con alguien de su familia ampliada, su abuela por ejemplo; o si en segundo lugar es adoptado por otra y para siempre. La opción del orfanato ahora es la última de todas, la que el Estado decidió empezar a evitar.
Claudio Murúa estaba al tanto de Valentino y su situación. Un trabajador social amigo le habÃa comentado el caso. El niño no tenÃa garantÃas junto a su mamá en ese estado, llevaba dos meses y medio en NeonatologÃa y debÃan sacarlo. Lo alojarÃan con otra familia hasta que resolvieran su destino.
Claudio vive en la otra punta de la ciudad, en una casa de clase media ajustada del barrio Domingo Matheu, junto con Laura Wölfl, y los hijos de ambos, los biológicos: Juan Manuel (18 años), JeremÃas (15), Julieta (13) y JoaquÃn (8). Él atendÃa su negocio de antigüedades, pero por estos dÃas tuvo que entregar el local y ahora anda ocupado en reubicarse. Laura es docente de nivel medio por la mañana, y preceptora por la tarde. Los chicos estudian. Y todos participan de lleno en la comunidad católica MarÃa Madre de la Iglesia. El tiempo, el dinero y el espacio parece no sobrar en lo de los Murúa, pero sà la entrega, la solidaridad. Ellos aseguran que es, simplemente, amor.
"Lo llamaron a Claudio para contarle que aquella familia no podÃa tener a Valentino y que entonces lo iban a internar en un hogarcito. Él ni me consultó. 'No es un paquete, es un ser humano. Que venga a casa y listo', dijo. Y nosotros no tenÃamos nada porque las cosas de los chicos ya las habÃamos regalado. Eso fue un miércoles, y el viernes ya estaba Valentino con nosotros. Fue como un embarazo instantáneo", se rÃe Laura, jovial, locuaz y entusiasmada por contar su experiencia de mamá solidaria y contagiar sus ganas.
El relato transcurre alrededor de la mesa de la cocina, donde la familia en pleno atiende a Rosario/12. Valentino resultó un gordito vivaz, 7,350 kilos de energÃa que va de brazo en brazo, quejumbroso si la conversación lo deja a un lado, profundamente intrigado con el flash del fotógrafo. Sobre la alacena, una veintena de latas vacÃas de leche en polvo, a razón de $180 cada una, denotan el empeño que los Murúa ponen con el nuevo benjamÃn.
"Al principio dudábamos si podÃamos tener a Valentino, porque tenemos cuatro chicos, tengo horas a la mañana como docente, soy preceptora por la tarde. ¿Cómo Ãbamos a hacer? Pero pudimos. La pediatra de JoaquÃn nos dijo que siempre estará mejor en familia que en un hogarcito", contó Laura. Al principio ella no conseguÃa el modo de obtener una licencia que le permitiera organizarse con el bebé. El régimen de Educación prevé licencias para docentes adoptantes, pero no para esta figura de familia solidaria.
Aquel viernes invernal, Claudio y Laura retiraron a Valentino desde la SubsecretarÃa. La dinámica del programa procura preservar a la familia solidaria y la familia biológica del niño en cuestión.
En el barrio, la noticia activó circuitos latentes de solidaridad: "Vinieron vecinos con ropita nueva, con pañales, un amigo nos prestó la cuna, la kinesióloga de acá a la vuelta, cuando tuvo que atenderlo no quiso cobrarnos por nada del mundo. La farmacéutica nos quiso regalar la leche, pero como cuesta $180 pesos... al final la conseguimos en el centro de salud Domingo Matheu, donde la pediatra se porta de maravillas con Valentino. Apareció un montón de gente a ayudarnos. Es que se trata de un vecino nuevo en el barrio", contó Laura.
Claudio explicó que ellos habÃan tenido una experiencia de familia sustituta con otro bebé, con el viejo sistema por el cual los jueces derivaban niños en riesgo. Antes de formalizar la entrega de Valentino, los Murúa fueron entrevistados por el equipo del Programa, donde trabajan psicólogos, trabajadores sociales y abogados, entre otros profesionales. Y ahora continúan siendo monitoreados para acompañar el proceso de Valentino. El Estado les paga 450 pesos mensuales, aunque ahora dijo la responsable del programa, Mónica Varetto esa ayuda se duplicó. Igual, para Claudio no se trata de dinero. "Todo llega, las puertas se nos abren. No le tenemos miedo a la parte económica, aunque no nos sobra. Dios va poniendo cosas en el camino", confÃa.
La mamá biológica de Valentino lo visitó dos veces en la sede de Mendoza al 1000, donde está la Dirección Provincial de Promoción de los Derechos de la Niñez. Los Murúa lo dejaron un rato antes y salieron. En la tercera cita, la mamá no fue, luego volvió a faltar, "y ya después se perdió", según Claudio. Hace poco, la abuela materna de Valentino, que reside en Rafaela, se enteró del asunto y vino a buscar a su nieto, como antes lo habÃa hecho con el hermano mayor, que hoy tiene 12 años. Los profesionales están evaluando la posibilidad de que Valentino quede finalmente con la abuela y con su hermano, a quienes ya conoció. Laura está convencida de que aquel dÃa Valentino se dio cuenta que estaba ante su hermano de sangre.
"Nosotros le hablamos a Valentino de su mamá confiesa Laura, le decimos que no lo abandonó, sino que ella está enferma y por eso no puede estar con él. Y que nosotros lo cuidamos hasta que su mamá se cure. Hay gente que me mira y piensa que estoy loquita, pero estoy segura que Valentino se dio cuenta que conoció a su hermano".
Mientras Laura y Claudio narran su vivencia, el bebé rezonga y apura la voluntad de sus cuatro hermanos temporarios. Julieta lo acuna, JoaquÃn le pone el chupete, finalmente Juan Manuel logra adormecerlo. Y Claudio explica: "A la noche se despierta mucho, y esa sensación de molestia es constante, son secuelas de lo que percibió en su gestación, en sus primeros dÃas. Eso lo marcó. Al principio era peor, pero con amor empezamos a cambiarlo. Una noche estábamos desesperados porque estaba tan mal que no sabÃamos qué le dolÃa. Y lo empecé a acariciar, y se calló. Nos dimos cuenta que le faltaba el contacto humano. Lo empezamos a mimar todos, a bañarlo con mucho estÃmulo, a ponerlo en el pecho de Laura. Y esas en una institución nunca las iba a tener; en una familia sÃ".
Es inevitable preguntarles por el dÃa que deban despedirse de Valentino. Responde Claudio: "Según nuestra fe, el amor y el dolor van acompañados. Amamos a Valentino y quizás vamos a sufrir. Mientras tanto vivimos dÃa a dÃa, queriéndolo como un hijo más, haciendo lo que está a nuestro alcance con amor y alegrÃa. No es un bebé en tránsito, es un hijo más, y los chicos lo asumen como un hermanito más, también".
Los Murúa lucen a gusto en la función que asumieron. "¿Por qué no lo adoptamos? Por somos viejos para eso (ella tiene 43, él 46). Por qué privar a Valentino de que vuelva con su familia o de que lo adopten unos papás más jóvenes. Además, ironiza Claudia por la herencia acá se embromarÃa porque tendrÃa que compartir con cuatro hermanos más".
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