Desde San Nicolás
Los efectos del terrorismo de estado extienden sus telarañas más allá de aquellos militantes que perdieron su vida o lo sintieron en carne propia. En la primera audiencia con testigos de la causa por la masacre de la calle Juan B. Justo 676 de San Nicolás, el Tribunal Oral Federal número 2 de Rosario se constituyó en el Concejo Deliberante de esta y recibió los testimonios de ocho vecinos de aquella casa en la que fueron asesinados los militantes Omar Amestoy, Ana MarÃa Fettolini, Ana del Carmen Granada, los niños Fernando (3 años) y MarÃa Eugenia Amestoy (cinco) y en la que sobrevivió Manuel Goncalves Granada, de cinco meses, hoy querellante en la causa. La habitante de la vivienda de enfrente, Elida RodrÃguez, fue gráfica: "HabÃa muchÃsimos corriendo por los techos de mi casa. DecÃan 'abran la puerta y saquen a los chicos'. Cuando nos arrimamos a la ventana, los tiros iban todos para el mismo lado. Estábamos muy asustados", relató la mujer. Pese a los años, y las experiencias reparadoras de justicia, el miedo sigue disciplinando, como quedó expresado en la mayorÃa de los testimonios de la audiencia de ayer. "Vimos cuando sacaron a las criaturas, que los pusieron corriendo en una camioneta de la policÃa", relató la mujer. De manera muy fresca, dijo que "nunca habÃa visto policÃas de tantos colores".
El comienzo de la audiencia se demoró porque uno de los imputados, Manuel Fernando Saint Amant, que fue jefe del Area 132 del Ejército hasta 1977, manifestó estar descompuesto. Los controles médicos pertinentes -que determinaron su buen estado de salud- hicieron que el primer testigo se sentara a declarar pasadas las 12.30. En esta causa también están acusados el ex militar de la plana mayor de San Nicolás, Antonio Bossié y quien fuera jefe de la PolicÃa Federal en esta ciudad, Jorge Muñoz.
El dueño de la casa alquilada por los Amestoy, donde se produjo la masacre, Nicolás Donatelli, se amparó en una dolencia sufrida en 1991 para explicar su falta de recuerdos. No le habÃa impedido declarar en 2005. La siguiente testigo, su esposa MarÃa Tadeo de Donatelli contó que el mismo dÃa de la masacre fue a ver cómo habÃa quedado la casa. "Estaba rodeada de militares toda la cuadra. A la tarde, cuando quise ir por la vereda de enfrente no me dejaron pasar. Me puse a llorar y el guardia me preguntó por qué lloraba. Le dije que era la dueña de la casa. Entonces me dejó entrar sola. Estaba toda averiada", dijo la mujer. Recordó que las puertas estaban "todas agujereadas" y el baño "todo roto, con los azulejos reventados". En el baño, que no daba a la calle, estaban los niños, Fernando y MarÃa Eugenia, y además de la granada de gases lacrimógenos tirada a través de la claraboya, que les provocaron asfixia, habÃa impactos de bala.
La tercera testigo fue la hija del matrimonio Donatelli, Pascualina, que eludió detalles sobre el momento del tiroteo (la familia vivÃa a una cuadra y media), y del estado posterior del inmueble. Los fiscales Adriana Saccone y Juan Murray le leyeron su declaración en la etapa de instrucción, para "refrescarle la memoria".
Si de desmemoria se trata, el otro hijo de los Donatelli, Carlos Alberto, no sólo negó haber escuchado el tiroteo, sino también haber visto cómo habÃa quedado la casa. En el público, Manuel Goncalves se agarraba la cabeza. Esos mismos testigos le habÃan contado a él que habÃa impactos incluso en el placard donde él fue escondido cuando era bebé. Murray leyó una parte de sus declaraciones en instrucción, y Donatelli las negó, pese a haber reconocido su firma. La abogada de la querella, Ana Oberlin, le preguntó si tenÃa miedo o habÃa recibido amenazas. La respuesta también fue negativa. En el público, muchos se quedaron esperando que el presidente del Tribunal, Jorge Venegas Echague, o los magistrados Beatriz Caballero de Baravani y Omar Digerónimo, le advirtieran sobre el peligro de cometer el delito de falso testimonio.
Después de la audiencia, Oberlin subrayó que los testigos hayan concurrido a cumplir con su deber. "Fue una situación muy traumática para todos los vecinos, el impacto del asesinato de los niños es notorio. Y aún asÃ, todos tuvieron la valentÃa de cumplir con su deber", dijo la abogada de la SecretarÃa de Derechos Humanos de la Nación.
El efecto indeleble del miedo resalta aún más la declaración de RodrÃguez. "Creo que a las criaturas se las llevaron en una camioneta policial pero no sé, sinceramente, porque estábamos completamente asustados. Los sacaron envueltos en algo, corriendo, a ver si las criaturitas revivÃan", dijo la mujer, quien contó su preocupación por "el pibe chiquitito que la mamá llevaba en un cochecito". Aquel bebé era Manuel. "HabÃa como tres o cuatro clases de uniformes, que nunca habÃa visto", abundó sobre el despliegue de 100 efectivos de distintas fuerzas de seguridad para matar a tres militantes y sus hijos.
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