La ventana indiscreta es el t铆tulo de un film de Alfred Hitchcock que anticipa uno de los fen贸menos sobre los que quisiera detenerme. No solamente porque ilustra el goce de la mirada por el que el espectador goza, en realidad, de "ser mirado", del apresamiento de la imagen, sino tambi茅n porque nos habla del show de la intimidad. Comienza con unas persianas de bamb煤 que se levantan dejando al descubierto el escenario, al modo de los telones de los teatros. Cuando el partenaire femenino del film Grace Kelly decide cerrarlos en determinado momento, lo hace acompa帽ando el gesto con la frase "Se termin贸 el show". Jeff James Stewart , un fot贸grafo acostumbrado a mirar el mundo desde el teleobjetivo de su c谩mara, ahora postrado por un yeso que le impide salir al exterior, abre su ventana a las ventanas de las intimidades de sus vecinos e ilustra, como le dice Stella la mujer del seguro social que lo cuida , c贸mo "nos hemos convertido en una raza de perversos mirones". Desprovisto de su gadget, s贸lo puede procurarse el marco de una ventana que le permite ver parcialmente la intimidad de los otros. El tiempo transcurre, ilustrado con el reloj pulsera, marcando el devenir de los sucesos. Pero, hay que aclarar, que los otros no muestran su intimidad sino que nuestro protagonista, podr铆amos decir, "abre sus ventanas".
Hoy, infinidad de otras ventanas se abren ante la mirada de quienes quieran ser capturados por ellas; las abren aquellos que exponen todos los detalles de su vida privada en un blog o en un fotolog. Se trata de las nuevas ventanas indiscretas de nuestro tiempo. O como el t铆tulo del libro de Paula Sibilia de La intimidad como espect谩culo.
Si bien los diarios 铆ntimos, las autobiograf铆as, el intercambio epistolar han existido siempre, el surgimiento de los medios de comunicaci贸n masivos basados en las tecnolog铆as electr贸nicas (e mail, Internet, chat, Messenger, foros de chat) contribuyeron a que la intimidad se espectacularice y a que la divisi贸n fuertemente marcada entre lo p煤blico y lo privado, entre ficci贸n y no ficci贸n, se desdibuje. Los usos confesionales de Internet, desde la publicaci贸n de los diarios 铆ntimos hasta los blogs y los fotologs "ser铆an manifestaciones renovadas de los viejos g茅neros autobiogr谩ficos". 驴Qu茅 es lo que los renueva? Si el r茅gimen de fines del siglo XIX y principios del XX se caracterizaba por una degradaci贸n del ser a favor del tener, por la posibilidad de acumulaci贸n de objetos, en el estado actual de la vida social ocurre un deslizamiento del tener al parecer. Los avances tecnol贸gicos en los que se privilegia la mirada, m谩s el consumo exacerbado y la publicidad, se conjugan dando como resultado una cultura de las apariencias, del espect谩culo y de la visibilidad.
Lo que diferencia las cl谩sicas cartas y los diarios 铆ntimos, de los chats y los blogs de hoy, es su espectacularizaci贸n y la p茅rdida de la intimidad, su particular temporalidad y el tipo de subjetividad que se asocia a ellos.
El estilo de lo que puede leerse en ellos se nutre de la cultura de la informaci贸n y toma de ella sus caracter铆sticas, en detrimento de la narraci贸n. En primer lugar, la omnipresencia del presente. Todo es relatado a la velocidad del instante y la simultaneidad; el pasado pierde su estatuto y con 茅l, la retrospectiva; el futuro se bloquea, sin la idea del fluir del tiempo. En las im谩genes fotogr谩ficas de lo cotidiano, o en las confesiones de los blogs, se "exhiben pegados unos despu茅s de otros retratos instant谩neos de momentos presentes de la vida que van pasando, pero que no se articulan ni sedimentan para constituir un pasado a la vieja usanza".
Adem谩s de breves, tienen que ser "reales" o por lo menos parecer serlo; 驴autoficciones enga帽osas o relatos no ficticios? Poco importa; podr铆amos decir desde el psicoan谩lisis, que no por ello dejan de ser ficciones, un tipo particular de ficci贸n. La estructura de ficci贸n siempre ser谩 insuficiente para poder abarcar lo real, que con Lacan leemos como la ausencia de relaci贸n sexual. Sin embargo, algunas ficciones, lejos de proponerse suturar o velar ese vac铆o, denuncian su imposibilidad de poder abordarlo. O incluso, como las novelas modernas, tienen la dignidad de "hacernos ver lo que hay de irreductible". En las nuevas ventanas y sus ficciones, por el contrario, el sexo, est谩 por todas partes, pero el irreductible que hay entre el objeto de amor, de deseo y de goce no aparece por ning煤n lado.
Sin embargo, lo que las confesiones de finales de siglo pasado y las de hoy tienen en com煤n es que, como toda carta "hay un destinatario del mensaje del que uno se sirve s贸lo para escribirse a s铆 mismo, para satisfacer ese autismo del goce apresado por las redes del significante y de la comunicaci贸n misma". En el hecho de escribir "esas cartas a uno mismo" se esconde una satisfacci贸n autista, sin Otro, a la que se suma el goce de la mirada planetarizada en todas las pantallas que nos acompa帽an.
*Fragmento del trabajo publicado en Virtualia 18, revista digital de la EOL, y una versi贸n ampliada en Aperi贸dico psicoanal铆tico.
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