Es una pelÃcula magnÃfica, que ya desde el tÃtulo introduce al espectador en la resolución de un enigma. En este caso, lo enigmático de un crimen, en tanto leÃdo en los ojos del asesino. El deseo contenido en los ojos capta el caudal de fuerza que este está dispuesto a desplegar. El personaje de Ricardo DarÃn lee, en los ojos del asesino en los años de adolescencia del siniestro personaje una fuerza inclaudicable, perversa, que lo lleva a matar al objeto de su deseo. De la misma manera, cuando el personaje interpretado por DarÃn, ve la fuerza inclaudicable del esposo de la asesinada en llevar adelante su ideal: "un asesino merece cadena perpetua, usted lo dijo", en ese momento y sólo ahà saldrá de su duda y postergación neurótica y podrá dar un salto hacia la acción: correrá, por fin, hacia su amor de toda su vida.
Realizar acciones postergadas, que pueden tener la temporalidad de toda una vida, es la "salida" neurótica de los humanos, en la que elegimos soñar- postergar. De hecho, la neurosis es poco más que eso: un velo que tapa quién es cada uno en relación a sus propios deseos.
Esta interpretación acerca de cuál es el centro de la neurosis se encuentra de la mano con la concepción marxista de que somos mercancÃa, que giramos en una rueda sinfÃn, opacos a nosotros mismos.
La conciencia opaca lo que genuinamente se quiere, ese es el lugar de la conciencia y el capitalismo opaca la mercancÃa que somos, arrojados al mercado. Los dos son opacamientos y los dos son disfraces. Esta pelÃcula revela, brillantemente, el objeto de su deseo a los dos personajes.
Al esposo, el que se cumpla la condena. Al personaje de DarÃn, que no sea su cobardÃa y por supuesto las diferencias de clase y de cultura, las que lo separen de su amor. Porque en la pelÃcula los personajes que se aman son conscientes de las diferencias de clase y los dos lo explicitan. Pero si una buena definición del amor es "dar lo que no se tiene", creo que en esta pelÃcula se realiza.
Si no hubiera una libertad, que en realidad es lo que nos define como humanos, toda relación humana serÃa del área de los instintos. Me remito a la admiración de Marx por Balzac, que como escritor admiraba a la nobleza y, sin embargo, reflejaba muy bien la decadencia de su clase. Me remito también a las discusiones teóricas de Lukacs y Bertold Brecht acerca de qué es lo que representa una estética revolucionaria. Y aunque en muchas cosas no coincidÃan, estoy segura que no interpretarÃan desde un economicismo o desde una distribución de dos bandos toda la riqueza de interpretación de un hecho humano.
La pelÃcula no es sólo una buena mercancÃa. En todo caso, a través de ella se puede ver el deseo: el perverso y el genuino. Se pueden ver las acciones de los hombres en cuanto a no claudicar en sus causas.
Creo que la aventura humana de vivir -y también de analizarse no es más que eso: atravesar la conciencia, para ver qué se es en la economÃa de deseos en la que se fue gestado y elegir, libremente, si se está de acuerdo en ocupar ese lugar.
Creo que la aventura humana de vivir es ver que lugar se ocupa en la economÃa de mercado y elegir si sólo se es mercancÃa arrojada al mercado.
Mis dos creencias se dan la mano. Admiro profundamente las salidas individuales que con inteligencia, tesón, coraje se acercan a la mejor comprensión de las tareas individuales y colectivas. Creo que la pelÃcula gustó tanto porque da respuesta a dos enigmas humanos: por qué se postergan tanto los deseos y por qué, si se sabe qué es lo que se tiene que hacer, no se lo hace.
Esta pelÃcula está en la lÃnea de Hamlet, el drama Shakesperiano, sólo que lo resuelve; no se trata del ser y la postergación: se trata del hacer. Se trata del acto. Y, por supuesto, de que en todo acto la responsabilidad es personal.
*Psicoanalista. Psicóloga (UBA). Docente Cátedra ClÃnica de Adultos en PsicologÃa UBA En www.comunidadrussell.com.ar
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