Realizar un racconto de los invocadores de la muerte como parte de sus proyectos polÃticos y sociales, serÃa una ardua tarea que si se realiza exhaustivamente depararÃa más de una sorpresa por las afinidades electivas de los propaladores del mal hacia sus prójimos.
Inolvidable y repudiable es el grito de Millán de Astray en la Universidad de Salamanca (España), descerrajando su odio de clase: "Viva la muerte, muera la inteligencia". ExplÃcito sin eufemismos, anunciaba la polÃtica integral del falangismo ibérico, que tiñó de sangre la penÃnsula durante cuatro décadas. Miguel de Unamuno le respondió: "Venceréis, pero no convenceréis".
Los miembros de las SS hitlerianas, la tenebrosa Gestapo, lucÃan la calavera en sus gorras y sembraban de cadáveres las calles y montaban mazmorras y campos de exterminio.
A su manera, la estructuración de los campos del archipiélago Gulag en la URSS y los múltiples mataderos de Latinoamérica, constituyen una verdadera industria sistematizada de la muerte que ha hallado sus coartadas ideológicas.
Los ataques del estado norteamericano hacia Afganistán e Irak potenciaron el sistema de terror, con la prisión de Abu Graib, la base de Guantánamo.
A nivel local, una referente polÃtica contemporánea, que por cierto cuenta con algunos acólitos, pronosticaba a viva voz la muerte de sus adversarios como solución a la crisis reinante.
Por detrás de estos discursos perversos está, como sostén ideológico básico, sembrar el pánico colectivo para perpetuar la dominación de las masas.
Es preciso refutarlos cada dÃa multiplicando las prácticas sociales que cimenten las posibilidades emancipatorias de los pueblos, luchando activamente contra lo que Erich Fromm llama "el miedo a la libertad" y La Boettie "la servidumbre voluntaria".
*ExtraÃdo de la Mesa de café Dudemos del progreso. Reflexión "Apólogos de la muerte".
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