Hemos aprendido que la melancolÃa, en los términos en que Freud la plantea, se origina en una pérdida cuyo duelo no puede ser tramitado por el sujeto. Tristeza nao tem fin, dice Vinicius. Sin embargo, en una contratapa de Página/12, Rep nos reorientaba: "Tristeza nao tem principio". En efecto, lo que insiste en nuestra práctica se refiere a esos estados de tristeza y desesperación que no tienen comienzo, que no se desencadenan por una pérdida o decepción, sino que acompañan al sujeto desde toda la vida y determinan un modo particular de relacionarse con el otro; y que no sólo se expresan del modo habitualmente descripto, sino que encuentran las más variadas exteriorizaciones: excesos, adicciones, actings, pasajes al acto, querulancia, infatuación.
Si para sospechar que nos encontramos ante una melancolÃa requerimos que se haya desencadenado por la pérdida de un objeto consciente o inconscientemente valioso, y que el paciente presente desinterés, desgano, abulia, autorreproches, delirio de pequeñez, etcétera, estaremos perdiendo de vista que ésta es sólo una de las formas digamos clásica de la melancolÃa, más cercana a un fallo en el duelo. De allà su equiparación con él.
Sin embargo, Freud introduce una diferencia que abre un vasto campo de investigación, cuando opone esta melancolÃa "psicógena" a otra que serÃa "endógena", cuya causa es enigmática ya que no se la puede atribuir a una pérdida, y cuya fenomenologÃa en parte coincide y en parte difiere. AsÃ, creemos que mucho de lo que hace unos años se llamó locura histérica, y más recientemente patologÃas de borde o neurosis graves, tal vez encuentre un denominador común y teóricamente más fértil si se considera que se trata de variadas consecuencias de una falla en la inscripción del objeto en tanto falta, que obviamente se reactivará a la hora de sufrir una pérdida dificultando el proceso del duelo, pero que también estará vigente independientemente de ella.
La melancolÃa ha inquietado al hombre en todas las épocas. La propuesta de Aristóteles de que todos los grandes hombres que se destacaron en las ciencias y las artes habrÃan sido melancólicos, la acedia de los monjes de la Edad Media, la felicidad de estar triste de VÃctor Hugo, el romanticismo melancólico de Rilke, la infatuación misántropa de Ricardo III (como demuestra Freud en Las excepciones), la neurosis demonÃaca del pintor Haizman, las equivalencias sintomáticas que plantea J. Hassoun, la zona de relación acting out (introducida por Lacan en el seminario de La Angustia), son sólo algunas de las variantes que nos permiten pensar que el alcance del concepto de melancolÃa excede en mucho a su homologación con un duelo patológico.
*Psicoanalista. Miembro de la Escuela Freudiana de Buenos Aires.
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