"Nacer no pedimos, vivir no sabemos, morir no queremos". El tÃtulo corresponde al texto de un graffiti arrancado de la calle, de esa entraña mundana y, a veces, tan cierta del saber popular. Sus palabras parecen evocar con esa fuerza polifónica, inquietante, con que transmiten los aforismos, algo de las paradojas en las que se entreteje la vida de los seres parlantes, tocando el enigma irreductible que fecunda tanto como extravÃa nuestras posibilidades simbólicas.
"Nacer no pedimos". No obstante, nuestra vida termina siendo tan propia como si la hubiésemos creado, y, excepto situaciones extremas, nada nos justifica como para no intentar construir el sentido de nuestra existencia y ser los hacedores, tambaleantes o no, de nuestro destino.
Cargamos pesares, asà como nos dejamos transportar por ilusiones; amamos, odiamos, vivimos... Somos receptores y portadores de las consecuencias, sean estimulantes, aplastantes o neutras que el andar de la vida nos depara. Sustituimos los "polvos perdidos", expresión atribuida a Gabriel GarcÃa Márquez en escritos periodÃsticos, asà como también abrevamos en la fuente estimulante del erotismo bien vivido; todo ello en pos de una existencia que, si se consuma, lo hace con la materia misma de nuestros quiebres subjetivos.
"Vivir no sabemos" y parafraseando a MartÃn Heidegger decimos que el pensar comienza cuando hemos experimentado que la razón, glorificada durante siglos, es su más tenaz adversaria. ¿Adónde van a parar nuestros pensamientos deseantes cuando no saben soportar el enigma que los funda?
Sabemos que la audacia de Freud está en concebir la noción de un sujeto constituido por algo de lo que él no sabe, que lo expropia en alguna medida de su "propia casa". Saber inconsciente que no se sabe a sà mismo y que incide en la constitución de la verdad de alguien. Hay una eficacia penetrante de la palabra que se encuentra sostenida en fuentes de sentido ajenas al dominio de la conciencia. AsÃ, la existencia del sujeto va más allá del pensar conciente y es ahà donde Freud vendrá a meter su sospecha. Abrirá junto con otras mentes interrogadoras de todo sentido inmediato de lo dado una nueva perspectiva que privilegiará la experiencia de la herida, de la fractura subjetiva como generadora de nuevos dinamismos productores de sentido que suponen una estructuración singular a nivel del sujeto sexuado y social. La experiencia de ser portadores de la propia extranjeridad, de soportarla, y, aún más, de hacer con ella, sin pretender restaurarla, genera posibilidades creativas. Una propuesta restauradora de la división subjetiva tenderÃa a sancionar como error lo que no entra en la lógica de eficiencia de la razón.
Freud apoyará en principio el peso especÃfico de su sujeto psÃquico en las bases de la constitución identificatoria, y con ello, del mito edÃpico. Sabemos que él indaga en el valor de los orÃgenes; de lo arcaico que se sostiene en una perdurable contemporaneidad con lo actual. Pero ese énfasis en el mito y en la identificación será desplazado hacia otra intuición freudiana que, sin desconocerlos, avanza más allá de sus propias argumentaciones y del modo de considerar lo arcaico.
El "ombligo del sueño", esa figura freudiana, esa brecha que atraviesa los arcaÃsmos subjetivos para dispararse en fuga del sentido hacia lo desconocido ¿no es una de las tantas claves freudianas que toma Lacan para proponer una subjetividad donde lo que se esfuma ya no es sólo el ente, sino que también tambalean, o al menos pierden consistencia, las identidades -y toda la mitologÃa fantasmática tejida en la trama imaginariosimbólico-, en cuanto lugar de afirmación de la existencia? El "ombligo del sueño" es esa "conexión a lo desconocido", ese más allá de la interpretabilidad del sueño, que sin embargo es condición de posibilidad de la interpretación, en tanto vacancia semántica que promueve la significación. Punto residual que, como parte de un mecanismo, reactiva su funcionamiento. La posibilidad de la interpretación, su riqueza (siempre que no confundamos con hermenéutica), lo posible en la interpretación freudiana ¿no apunta, acaso, a dejar abierto un lugar vacante para que un sujeto con su potencial pueda advenir?
Lacan va a poner un énfasis particular en el rescate de lo residual, de "lo otro", de la pérdida reactivante que permite mantener el funcionamiento de un sistema. Hay un empeño suyo en destacar la función de lo real que hace incompleto a un sistema lógico porque tiene proposiciones indecidibles, reafirmando con ello el peso que él da al "ombligo del sueño", en el que "el sentido del sueño parece culminar en un agujero, un nudo, más allá del cual el sueño parece relacionarse verdaderamente con el corazón del ser".
De modo que "eso otro", que implica la "dimensión de lo extraño" en la designación de Lacan, lejos de ser execrado y denostado en su valor para la clÃnica, se constituye en ese punto de extranjeridad interior, de emocionalidad, podrÃamos decir, que da sello propio, al incidir, por fuera del sentido, en la experiencia cotidiana de alguien.
Esta es una vuelta de tuerca lacaniana que recupera y fecunda con nuevas herramientas conceptuales -abriendo otro modo de operar en el quehacer clÃnico-- aquella apuesta freudiana que piensa la existencia humana tramada en una verdad inevitablemente dicha a medias, construida entre hechos y ficciones y sólo puesta en juego en clave de interpretación. Interpretación entendida como aquello que funda algo nuevo en la realidad del sujeto, al haber tocado el punto sensible de la angustia de castración.
Por último: "Morir no queremos". Los deseos prolongan los sueños. "La muerte es un sueño entre otros sueños que perpetúan la vida, el sueño de permanecer en lo mÃtico".
"Morir no queremos", y preferimos existir extraviados en los laberintos de la vida, agarrándonos..., al decir de otro aforismo, ya sea de la fantasÃa, que nos consuela de lo que no somos, ya sea --en el mejor de los casos- del humor que nos consuela... de lo que somos.
*Psicoanalista. Correo electrónico: [email protected].
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