Desde hace unos años comencé a registrar una modalidad de consulta que, si bien no incluÃa a todos los y las jóvenes que solicitaban tratamiento, se volvÃa cada vez más frecuente. Me refiero a jóvenes que, si bien consultan por diversos malestares o sufrimientos, suelen tener como primera respuesta a cualquier pregunta "no sé", "nada", "todo bien", "todo tranquilo", desde una actitud tal que parecen esperar que una les explicara qué les pasa.
La escucha clÃnica permitió distinguir la insistencia de un modo de relato en el que lo más importante parecÃa ser vivir con lo dado, hacer lo que se hace, responder a o cumplir con las expectativas o demandas que imaginaban que sus otros significativos --o los otros, en general-- tendrÃan respecto de ellos o ellas. Daba la impresión de que este imperativo de no salir de lo que todos hacen --diferente al de cumplir con su deber-- desplazaba o no daba lugar a la pregunta "qué prefiero", "qué elijo", "qué me gusta más", aun en las cuestiones más cotidianas. Al mismo tiempo, sus vidas parecÃan desplegarse en un presente inmediato --vivido frecuentemente como abrumador-- que alejaba posibles proyecciones de futuro.
La mirada clÃnica permitió observar que estas formas de respuesta solÃan acompañarse de cuerpos abatidos, rasgos de apatÃa, aburrimiento, aislamiento relacional, cuando no de tristezas, que daban algo asà como una coloratura particular a los estilos de vida de estos/as jóvenes, a quienes comencé a referirme como jóvenes de vidas grises.
Puede pensarse que esta subjetivación -que en principio he denominado de plusconformidad- operan en tensión con modalidades existenciales que accionan abusos y excesos de diverso orden: desde violencias, crueldades, trastornos alimentarios, adicciones, hasta situaciones que pueden considerarse delictivas. Me refiero a diferentes formas de desbordes de lo pulsional salido de cauce. Si bien ambas modalidades presentan rasgos aparentemente tan opuestos tienen en común particulares extranjerÃas de la experiencia de sÃ, condición de posibilidad para que advenga la pregunta por el deseo. En la plusconformidad, la urgencia por responder a la demanda imaginaria de otros crea condiciones para la clausura de la pregunta por el deseo. En las situaciones de pulsiones salidas de cauce, la urgencia de satisfacción puede arrasarla. Si estas formas de subjetivación que siempre estuvieron presentes en el trabajo clÃnico hoy abarcan territorios mucho más vastos, ¿qué cuestiones debe entonces revisar el dispositivo psicoanalÃtico para sostener su hospitalidad?
Sostener el caso por caso implica, a mi criterio, poner en acción también la singularidad de los diseños de abordaje. Para ello ha sido necesario desnaturalizar la generalización del diseño fundacional y corregir la idea tan extendida en algunos imaginarios profesionales que suponen que mantener este clasicismo serÃa garantÃa de rigurosidad psicoanalÃtica.
La segunda cuestión también remite a una necesidad de ampliar cauciones de método. Se trata aquà de incluir en la elucidación del trabajo clÃnico la indagación de la implicación. El término implicación no proviene del psicoanálisis, sino que fue un aporte de René Lourau para el área de trabajo que él inauguró --con variado desarrollo, particularmente en Francia, Italia, México, Uruguay, Chile, Argentina-- bajo el nombre de análisis institucional. Hablo de indagación --y no análisis-- de la implicación para mantener y reservar el término análisis a las operaciones especÃficas del acto clÃnico.
Si las estrategias bio-polÃticas actuales actúan desde sus diversos dispositivos sobre los cuerpos y la vida misma de las poblaciones, se abre allà una particular dificultad. ¿Cómo pensar estas dimensiones desde herramientas psicoanalÃticas? ¿Cómo conceptualizar las corporalidades? Por otra parte, si la acción sobre los cuerpos opera hoy un tránsito desde las disciplinas al control de los deseos, si el control es control de los deseos pero va más allá de orientar las ansias de consumo para focalizar en el control de las potencias deseantes, ¿qué reconceptualizaciones es necesario realizar en la noción psicoanalÃtica de deseo para no avecinar el discurso psicoanalÃtico del deseo con el discurso del amo?
*Psicoanalista. Fragmento de su nuevo libro "Jóvenes de vidas grises. Psicoanálisis y BiopolÃticas".
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