Un juego infantil resume bien lo que quiero decir hoy respecto del imperio de las imágenes y sus súbditos - sin los cuales no habrÃa imperio- nosotros, consumidores. Ese juego tenÃa una letanÃa que los niños cantaban mientras hacÃan una ronda: "juguemos en el bosque mientras el lobo no está... ¿lobo está?". El lobo no estaba y los niños volvÃan a su ronda y volvÃan a cantar, hasta que cada tanto, el lobo estaba y... aparecÃa produciendo el júbilo que rompÃa la ronda placentera de los niños. Más allá del Padre, ese júbilo mostraba finalmente la verdad libidinal del juego. Hoy ese goce está desplazado.
Hoy jugamos en el bosque de nuestras pantallas, en el bosque de nuestras nubes, de nuestras redes sociales confiados en que se puede hacer posible lo imposible. La conexión asombrosa e inmediata a miles de kilómetros, el resguardo anónimo de nuestras pobres o geniales ideas, o de nuestras imágenes o de nuestros videos. La ilusión de crear una nueva fórmula de las relaciones personales... Un personaje de South Park, la serie de esos niñitos indomables e hiperlúcidos, lo decÃa inocentemente: "mis contactos en faceboook son muchos más que los amigos que no tengo". Creemos, sÃ, los súbditos del imperio de las imágenes creemos, que allà en ese imperio se sostiene la ilusión de lo perdurable, el tiempo se congela, todo puede recuperarse. SerÃamos freudianos diciendo que es una forma renegadora de la muerte. Y lo es, como la novela de Adolfo Bioy Casares, La invención de Morel, plenamente realizada. Pero finalmente es una renegación de lo real. Juguemos en el bosque mientras el lobo no está... ¿lobo está?
En nuestra Babilonia siglo XXI no son las palabras y su poder las que cuentan. En el Imperio de las imágenes, es el velo de Maya como tal el que se proyecta sobre el muro del lenguaje. Es el velo de Maya como tal el que hace desfallecer al lenguaje. Lo vuelve tenue y brillante a la vez, lo hace virtual y desechable frente a las imágenes. Frente a los cientos de imágenes, a los millones de imágenes, que pueden hacer olvidar que lo real sin velo, sin palabra y por cierto sin imagen, acecha como siempre, o peor que siempre, mientras "jugamos en el bosque". Es lo que Lacan enseña a propósito del fantasma, esa ventana a lo real, que finalmente se extiende en los dispositivos tecnológicos, como planteaba Mc Luhan en los años '70 respecto de la extensión de los sentidos en las máquinas.
El imperio de las imágenes muestra su cara fascinante u horrenda que con la verosimilitud de un pase de magia hace que todo parezca posible. Posible y sin misterio. Impactante y sin relieves. Plano, sin profundidad. Si hiciéramos un arco que en un extremo tuviera al misterio que el personaje de Blow up de Antonioni quiere adivinar en el detalle insignificante de esa foto que lo obsesiona, o en el anticuado y detallado "retrato de familia" de las primeras fotografÃas, o para ir algo más atrás, en el dedo alzado de Leonardo, o en la sonrisa del Padre de Ram que todavÃa trasmite vida en medio de la muerte. Y en el otro extremo pusiéramos la aridez de las selfies actuales, donde lo que se presenta es un "yo estoy aquÃ" patético, o un "yo estuve ahÃ" de la tonterÃa prestigiante del turista, como dirÃa P. Bourdieu, convertido en "disparador serial".
¿Debemos volver atrás yendo contra ese imperio? Más bien, con el Psicoanálisis nos ubicamos en ese filo fatal donde lo mejor y lo peor del imperio de las imágenes opera sobre las subjetividades contemporáneas, sobre los cuerpos, sobre las formas de vinculaciones y sobre las relaciones sociales. Allà en ese borde donde las imágenes parecen tomar el relevo del orden simbólico en el "ordenamiento" del mundo. En el imperio de las imágenes se sustrae la experiencia del cuerpo de una manera brutal. Pero también, el Otro como tal, ha cambiado. Por eso, resulta fundamental estudiar desde esta nueva perspectiva sus consecuencias en la vida amorosa; en la construcción de los cuerpos, en los efectos adormecedores y fascinantes sobre los niños cuyos padres dimiten su función cediéndola con alivio a las teles; en los efectos de masificación de los jóvenes atrapados gustosamente en las redes "sociales" que les ofrece el mercado; en sus consecuencias sobre la sexualidad. Eso, sólo para mencionar algunos de los ejes sobre los que deberán girar nuestros debates de cara a Setiembre en Sao Paulo. Y en este mundo, donde priva el hambre insaciable del ojo del consumidor contemporáneo, finalmente un ojo bulÃmico, pleno de imágenes desechables ¿quién mira a quién?. ¿Miramos las imágenes o son ellas las que nos miran? Toda una clÃnica puede derivarse de las respuestas que demos a estos interrogantes.
*Fragmento. Miembro EOL y AMP, Presidente de FAPOL Federación Americana de Psicoanalistas de Orientación Lacaniana.
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