La Nación Argentina celebra este 25 de mayo sus primeros 200 años transitando el camino hacia la libertad de todo otro poder superior y la igualdad de sus habitantes. Dos siglos en los que hubo épocas oscuras e injustas, con grandes retrocesos y otras de progreso continuado. En 1810 comenzó la ardua tarea de construcción de la República, que Alberdi llamó a mediados de ese siglo la "república posible", con instituciones fuertes, amplias libertades y pocos ciudadanos. Un importantÃsimo paso en este sentido se darÃa en 1853, justamente en la ciudad de Santa Fe, con la sanción de la Constitución Nacional que regirÃa la vida de los argentinos, siguiendo una de las ideas centrales de la Modernidad: El imperio de la ley por sobre los individuos.
Posteriormente, los hombres de 1880 forjaron un modelo de paÃs basado en los derechos civiles y la imperiosa invención de la identidad nacional relacionada fundamentalmente con la educación pública. El universo de las leyes y de las palabras que explicaban la República ingresaron al siglo XX luchando por la conquista de los derechos polÃticos; éstos llegan de la mano de la ley Sáenz Peña de 1912 y el acceso de los sectores medios al mundo polÃtico con el ascenso de Yrigoyen, lo que traerÃa la democracia y completarÃa la "república verdadera". Finalmente, con el gobierno de Perón, los derechos sociales, que venÃan siendo reclamados y formulados por vastos sectores sociales y polÃticos, alcanzan su institucionalización en leyes y cambios en la economÃa y la cultura nacional.
Nuestra Nación vivió también etapas de retrocesos, con intermitencias democráticas y perÃodos dictatoriales en los que las voces mayoritarias fueron silenciadas. Uno de los retrocesos más grandes en este camino de la construcción de libertades e igualdades en la Argentina es ese momento en que el Estado, aquel que ejerce el monopolio de la violencia legÃtima y debe velar por los ciudadanos, llega a convertirse en un Estado criminal, rompiendo todas las reglas, convenciones y convicciones aceptadas por la sociedades civilizadas del mundo, a partir de la más atroz dictadura que comenzó en 1976.
Luego llegó otra vez el momento de la Constitución. Desde el 83 deseamos y trabajamos para que esta vez sÃ, luego de más de 50 años de golpes militares, sea para quedarse. Y la Constitución ganó las elecciones y pudimos decir nunca más a las torturas, a las desapariciones, a la censura y la ley volvió a ser el marco de las relaciones sociales.
No fue fácil la salida de la dictadura, pero el horror comenzó a ponerse en palabras y conceptos como Genocidio y CrÃmenes de lesa humanidad empezaron a tener un claro anclaje nacional. En este contexto de memoria y justicia, Argentina se convirtió en el primer paÃs del mundo en juzgar a sus genocidas con el solo poder de la entereza moral y construimos el fin de la impunidad.
Tampoco fue fácil reconstruir los lazos en la sociedad postdictatorial. La honda herida en la solidaridad y la confianza de las relaciones sociales no se recupera con la derrota del poder genocida, sino a través de un complejo proceso sociocultural que debimos atravesar para superar la anomia, esto es, la disgregación jurÃdica y moral de una sociedad.
Por estos años de avances y retrocesos serÃa bueno pensar el Bicentenario dejando de lado la mitologÃa de bronce o escolar de los hechos históricos y conmemorarlo con el fin de reflexionar, conocernos, encontrarnos, pensarnos como seres soberanos con el poder para conducir nuestro destino como Nación.
Es momento de interpelar las injusticias cometidas, y los derechos que aún nos faltan. Y de recordar los valores que nos constituyeron como Nación, para que de una vez por todas los argentinos podamos "constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino".
* Vicegobernadora de la Provincia de Santa Fe
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