"Ingresé a la militancia en los organismos de Derechos Humanos por la desaparición y asesinato de mi hijo. Luego entré a la polÃtica cuando la justicia se habÃa frenado por la Obediencia Debida". Esta frase le alcanza a Graciela Fernández Meijide para resumir su protagonismo social y polÃtico en la Argentina de las últimas décadas. Y ahora, como protagonista que fue, se animó a sintetizar esta La historia Ãntima de los Derechos Humanos en Argentina, esos años de lucha que ayudan a volver a poner en valor aquellos esfuerzos iniciales de la Conadep, la Multipartidaria, el juicio a las Juntas Militares, y todo lo que siguió hasta llegar a los actuales juicios por Terrorismo de Estado. "Esta historia podÃa contarla yo y lo hice, pero de hecho deberÃan contarla cada uno de los protagonistas, porque esta historia cuando se quiere armar le hacen falta muchos testimonios, incluso muchos de ellos contradictorios. Y está bien porque es la historia que todavÃa duele, que está cerca", dijo Fernández Meijide a Rosario/12 antes de la presentación de su libro en la ciudad.
Consultada sobre cómo se generó el proyecto del libro, la ex ministra de Desarrollo Social de la Nación asegura que "lo primero que se me apareció fue que la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) no habÃa tenido en el recuerdo histórico más reciente, el lugar que en realidad ocupó. Pasó todo demasiado rápido después, el propio juicio a las juntas militares fue tan importante y conmovedor que hizo olvidar un poco aquel informe. Pero hay que tener en claro que no hubiera habido juicio sin Conadep, y no hubiese habido Conadep sin organismos de derechos humanos durante la dictadura. No son fotos, es una pelÃcula y yo quise contarla", asegura.
-¿Y en qué momento aparece para usted en este trabajo el recuerdo de su hijo Pablo?
-Claro que yo tenÃa que decir por qué habÃa estado ahà como secretaria de denuncias, y eso me llevó a la parte más dura del libro para mà que fue enfrentarme una vez más con el secuestro de mi hijo. Y a lo mejor yo siempre quise escribir un libro sobre la historia de mi hijo pero no me animaba. Esta era otra forma de abordar esta historia dolorosa. Entrar desde otro lugar.
Bueno, incluso el nombre de su hijo aparece ya en la portada del libro.
Es que en un momento se iba a llamar "A Pablo". Era muy fuerte para mÃ, yo en la computadora mientras escribÃa y archivaba, todas las carpetas se llamaban "Pablo". En ese momento no tenÃa tÃtulo el trabajo y después se decidió el tÃtulo que quedó de común acuerdo con Sudamericana que es la editorial.
El libro generó inmediatamente una polémica con el tema del número de desaparecidos. ¿Por qué fue?
La polémica surgió en el aire, motorizada por gente que no habÃa leÃdo el libro. Por el tÃtulo de una nota que hizo el diario Perfil donde decÃa que yo señalaba que no eran 30 mil los desaparecidos. Y en realidad yo nunca dije eso, y no podrÃa decirlo porque no lo sé. Los únicos que lo saben son los militares y no lo dicen. Lo que sà hice fue señalar que por un lado se dicen 30 mil desaparecidos, por el otro lado cuando empezó la democracia la APDH que era la que más habÃa documentado tenÃa casi cinco mil nombres que los aportó a la Conadep. Después la comisión dobló casi esa cifra y hoy por hoy la secretarÃa de Derechos Humanos de la Nación tiene el listado de los que tiene que son 7.954. Bueno, esto fue todo lo que yo dije en el libro que son sólo dos párrafos en más de 350 páginas.
En ese momento Hebe de Bonafini fue muy dura con usted. ¿Cómo es su relación con Hebe?
Hoy no hay relación. Pero yo tengo un gran respeto y consideración por todos aquellos que pasaron por todos estos dolores que yo conozco muy bien. Que se enfrentaron en un momento en el que éramos pocos con nada, contra muchos que tenÃan mucho poder que era el terrorismo de Estado. Y fueron luchadores fuertes, que después en democracia seguramente no pensamos igual en un montón de cosas. Pero no me parece que tenga importancia lo que podamos discutir Hebe y yo porque no hay nada que discutir. Y sigo respetando la lucha que hubo. Sin todos los elementos que aportaron los organismos de derechos humanos no se hubiera podido resistir lo que era el silencio de la sociedad, las amenazas permanentes de la dictadura y el trabajo de instalar el tema que es lo que describe el libro. Es decir, cómo hubo un trabajo muy fuerte "sobre todo encabezado por Emilio Mignone que hizo un lobby de mucho peso en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) de la OEA, para que ésta llegase a la Argentina y asà fue en 1979. Y fue la primera vez que la dictadura apareció como responsable a nivel internacional por los crÃmenes que habÃa cometido.
Usted, como muchas personalidades, llegó a la polÃtica desde el prestigio. Después la polÃtica tiene los vaivenes conocidos. ¿Se arrepiente de algo, de ese paso que dio en su momento que termina con el fallido gobierno de la Alianza?
No. No me arrepiento de nada. Primero, fue la desaparición de mi hijo y su asesinato lo que a mà me cambió la vida diametralmente, yo tenÃa hasta ese momento un instituto de idioma. Ahora, una vez que ingresé a la militancia en los organismos de derechos humanos, no puedo lamentarme. Porque no se puede lamentar lo que uno tuvo que hacer porque no le quedaba otra. El paso a la polÃtica fue con el debate por la Obediencia Debida, cuando yo me dà cuenta de que la justicia quedaba detenida y ante la invitación en esa misma época de Carlos Auyero que se habÃa ido de la Democracia Cristiana y estaba formando un pequeño partido. Después vino el contacto con el Grupo de los 8 y Chacho Alvarez y finalmente la conformación de la Alianza con la que llegamos al poder. La verdad es que cuando yo ingresé a la polÃtica, ingresé para ayudar, nunca pensé que iba a tener protagonismo. Se fue dando. Bueno, después vino el desastre que serÃa largo analizar porque hay motivos internos a la Alianza y externos vinculados a lo que pasó con el cambio brutal de la economÃa en el mundo que liquidó todas las posibilidades de préstamo y demás.
Y ahora, ¿tendrÃa ganas de volver a la polÃtica?
No, y lo digo con todo dolor porque no hay liderazgos. Y yo no soy un lÃder, soy una persona que puede trabajar muy duramente para ayudar. Pero hoy no veo liderazgos que supongan una idea de lo que puede pasar en el paÃs aunque más no sea al mediano plazo- concluyó.
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