A Angel "ChichÃn" Ruani lo secuestró personal policial de Robos y Hurtos, el 21 de agosto de 1976, en la vivienda de Doctor Riva entre Balcarce y Oroño, donde estaba con su novia, Azucena Solana, Antonio Fernández y un vecino que se habÃa acercado a devolver una pala. En la misma casa fue golpeado y torturado con una picana eléctrica portátil, y le hicieron el submarino: le sumergÃan la cabeza en un balde con agua casi hasta el lÃmite de la asfixia. Los cuatro fueron llevados a la entonces Jefatura de PolicÃa. Estuvieron en ese lugar dos dÃas. Los golpearon y picanearon. Desde allÃ, el lunes 23 fue trasladado a otro sector de la Jefatura, al centro clandestino de detención que funcionaba en el Servicio de Informaciones. Enseguida comenzaron los golpes. No sólo con trompadas y patadas, sino también con palos. Y de nuevo la picana. Le preguntaban nombres de compañeros, citas... El subjefe del centro clandestino de detención, Raúl Guzmán Alfaro, se acercó para decirle que si no colaboraba se arrepentirÃa. Ruani escuchó los llantos y gritos de su novia, que era torturada en la habitación de al lado. Después, lo ataron a él a la camilla donde lo atormentaron varias veces. Estuvo amarrado hasta el jueves. Cuatro dÃas. El 31 de agosto lo trasladaron a la cárcel de Rosario, y luego de llevarlo a varios penales del paÃs -que incluyó otro perÃodo de detención en el SI entre noviembre de 1978 y enero de 1979 , lo liberaron el 3 de diciembre de 1983, una semana antes de la asunción del presidente Raúl AlfonsÃn. Ruani declaró ayer en la causa DÃaz Bessone durante dos horas, precisó la identidad de torturadores y de otros detenidos, rememoró detalle por detalle, en un notable esfuerzo de memoria, después de 34 años.
Durante los cuatro dÃas que estuvo atado en la parrilla, Ruani fue torturado varias veces. Antes de la primera sesión, se le acercó José Rubén Lofiego, quien le aseguró que se conocÃan y le dijo que ese dÃa no iba a estar para los tormentos. El Ciego habÃa participado del operativo fallido para su primer secuestro, el 1º de julio de 1976. En esa oportunidad, Ruani pudo escapar corriendo, refugiarse en una casa de Sarmiento y Ocampo, caminar por los techos para esconderse durante unas horas en una terraza. Por eso, en agosto, cuando lo atraparon, los torturadores le decÃan: "Ahora perdiste. Casi perdemos el laburo porque te escapaste".
Al dÃa siguiente, volvió Lofiego, y los tormentos fueron peores. Le pegaron, lo picanearon en los ojos, sobre todo en el izquierdo. Además de "El Ciego", recuerda a la "Pirincha", César Peralta. Después de dos dÃas, "frenan un poco", y entonces "aparece un señor que se hacÃa apodar el cura" y que le dijo que se portara bien y colaborara, "en nombres de dios y de su familia". Era Mario Alfredo Marcote.
Ruani era militante desde 1972 de "diversas agrupaciones estudiantiles y territoriales que conformaron el movimiento peronista montonero". Ayer dijo: "Por esa militancia me buscaron y fue acosada mi familia".
El jueves siguiente a su secuestro, Ruani fue sacado de la parrilla y quedó alojado en una habitación al costado de la sala de torturas, cerca de la oficina de Lofiego. TenÃa hambre y sed. Como otros detenidos, pidió ir al baño y tomó agua del inodoro. Estuvo varios dÃas contra la pared, esposado y vendado. Allà escuchó cómo torturaban a una chica de Villa Constitución, militante comunista. En esa circunstancia, reconoció la voz de José "El Pollo" Baravalle, militante de la UES que fue secuestrado y luego colaboró con la patota de Feced. Imputado en esta causa, El Pollo se suicidó en Italia en agosto de 2008. "A esa chica la torturan mucho, mucho. Se le reÃan, entraron en una discusión sobre sus genitales. Lofiego le ponÃa los dedos en los genitales y después me los ponÃa en la boca a mÃ, para que conociera el sabor. Ese era el grado de perversidad que habÃa en ese lugar", relató. También dijo, con pesar, que nunca supo quién era esa chica.
Después de esos dÃas infernales, el viernes, uno de los integrantes de la patota Ruani cree que fue la Pirincha , se le acercó a preguntarle si habÃa comido. "Me traen algo, hacÃa desde el sábado anterior que no comÃa nada", recordó. Ese mismo dÃa se le acercó Lofiego, quien le sacó la venda para curarle una lesión provocada por una patada entre los ojos. "Me pide que lo mire. Me torturó y después me curó", dijo. El 31 de agosto fue trasladado a la cárcel de Rosario. A fines de ese mes, lo llevaron a Coronda. Desde ese penal lo trasladaron a Rosario para hacerle un consejo de guerra en el Comando del Segundo Cuerpo de Ejército. Lo presidió el mayor Fernando Soria. Lo condenaron a 15 años. De ese consejo obligaron a participar a su abuelo, a quien le dijeron que su nieto era un delincuente subversivo, y que ChichÃn era su nombre de guerra. El abuelo respondió: "Le dicen ChichÃn desde que nació".
El silencio pesaba en la sala. Entre el público, algunas personas lagrimeaban, y en todas las caras era palpable el dolor. En su larga exposición, Ruani deslizó algunas -pocas ironÃas. Como cuando se refirió a un auto de la patota, un 128 rojo en el que fue trasladado en varias oportunidades. "Parece que lo tenÃan alquilado", dijo con sorna.
Desde Coronda fue llevado nuevamente al Servicio de Informaciones, donde permaneció en el subsuelo desde noviembre de 1978 hasta enero de 1979. Allà pudo ver la cara de muchos integrantes de la patota. Ayer mencionó a "Archi", por José Carlos Scortecchini.
La emoción sólo lo ganó cuando recordó a sus compañeros desaparecidos. Uno de ellos, Conrado Galdame, a quien vio detenido el 16 de diciembre de 1978, debajo de la escalera del SI. Ruani y otros seis detenidos estaban alojados en el sótano. Oyeron unos cuantos tiros. Al dÃa siguiente, en la portada del diario La Capital, se hablaba de tres muertes en enfrentamiento, entre ellas, la de Galdame. "Sé que la parte de Galdame no está contenida en este juicio. No entiendo por qué, porque creo que es el hecho más emblemático del terrorismo de Estado, que determinó el desarme de la patota", apuntó Ruani, quien también recordó a AnalÃa Minetti, y Horacio Melilli, dos militantes amigos suyos que pasaron por el SI. En esos momentos, el dolor le atenazó la garganta.
"Más allá de toda la voluntad que tenemos en el juicio, en el recuerdo de ellos están mis ansias de declarar y volver a hacerlo tantas veces como sea necesario. Creo que esta es la séptima vez", dijo al final de su testimonio. En ese momento, resultó transparente el enorme valor de la palabra de los sobrevivientes en estos juicios postergados por 26 años. Ruani identificó a Lofiego y a Marcote en las ruedas de reconocimiento de 1984, en la justicia provincial.
El público colmó la sala de audiencias, y también la auxiliar, donde hubo gente parada frente a la pantalla que proyecta el juicio. Cuando terminó de declarar, Ruani abrazó a su madre, que estaba sentada en la primera fila, recibió la ovación del público y salió de la sala, en un largo desfiladero de abrazos. Es que ChichÃn es querido y respetado no sólo por sus antiguos compañeros, históricos militantes de los organismos de derechos humanos, sino también por jóvenes que acompañan estos procesos. "TenÃa razón Seminara (Eduardo, testigo de la semana pasada). Después de declarar te sentÃs más liviano", dijo ChichÃn en la puerta de Oroño al 900.
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