Como su nombre lo indica, ese poderoso elixir cosechado en cuevas de tiempos inolvidables es de algĂşn modo el comodĂn del juego que se reanuda: regresa la colmena urdapillĂ©tica donde las avispas –encarnadas por tres excepcionales actrices– te muerden sin dejar huella, dejando sĂłlo el aguijĂłn de su miel envenenada de audacia, simpatĂa, felicidad concreta, poesĂa. Para decirlo sin verso: singular hecho teatral que por algo rima con antirritual, sin punto ni puto final...
–Exactamente en 1986, presentados por Batato Barea en el Parakultural. A los dos meses ya estábamos haciendo nuestro primer show juntos: Vestidos bobos, con Silvia Armoza y Batato en el mismo sitio donde estrenamos Los Peinados Yoli. Un espacio llamado Taxi Concert de Sergio Rosenfeld, en Cuba y Blanco Encalada.
–En todas las obras del fabuloso TrĂo de Mujeres Descontroladas (Batato-Urdapilleta-Tortonese) yo era asistente de direcciĂłn y además hacĂa luz y sonido. Algunos tĂtulos inolvidables como El purĂ© de Alejandra, Alfonsina y el mal, Las locas que bailan y bailan, y esa cĂşspide que fue MarĂa Julia La Carancha o una dama sin lĂmites, que se hizo estando ella en pleno poder. Urda despuĂ©s de terminar cada funciĂłn me llevaba aparte para preguntar casi obsesivamente cĂłmo habĂa salido. Escuchaba muy atento, con el maquillaje corrido, su sudor perfumado por todo el cuerpo, esos ojos de mirada intensa entrando en los mĂos como para indagar si mis elogios eran verdaderos. A veces vuelvo a recordar ese modo tan intenso en que alguien como Ă©l recibĂa cada palabra o gesto que le transmitĂa, y me parece un premio muy valioso, más que cualquier otro.
–No. Incluso cuando se refugiĂł en su ostracismo invulnerable estábamos conectados por el nĂşmero telefĂłnico que debĂa mantener en el más absoluto secreto. Hasta que aproximadamente hace dos años lo encontrĂ© una tarde muy frĂa de otoño por aparente casualidad en la esquina de su casa. Fue un instante increĂble de alegrĂa y carcajadas escandalosas. Le preguntĂ© hacia dĂłnde iba. Me pidiĂł que lo acompañara a la ferreterĂa. Estaba por plastificar el piso de su departamento. Dimos un montĂłn de vueltas por todo San Telmo, entramos en no sĂ© cuántos lugares a pedir presupuesto. No parábamos de criticar en broma y reĂrnos al ver las lijas o el revividor de colores. Estábamos pasando la Ăşltima vez juntos sin sospecharlo.
–Intentar definir a semejante mago de la escena no es posible sĂłlo con palabras, ni siquiera con una imagen: un caballo de fuego voraz, noble y con las alas siempre erguidas a las que el viento no ha doblado, ni siquiera la muerte. Por sobre todo tenĂa esa sinceridad inquebrantable en escena como en la propia vida. PoquĂsimos artistas como Ă©l se atrevieron a delatar lo que molesta, aunque moleste. Alejandro atravesĂł muchas mentes con cenitales poderosĂsimos de luz propia. Como actor resultaba realmente inclasificable. El más grande. Un poeta, autor de hoy y de clásicos de culto, parte de ellos están en nuestro panal para todos los que quieran disfrutarlo.
–Primero, el disfrute, leĂmos todo sin detenernos: libros, notas, reportajes, incluso descubrimos algo jamás representado. Luego vino el descubrir un anclaje en comĂşn. Para que el material se hilvane encontramos la radio como soporte o refugio que al mismo tiempo es un homenaje a ciertos programas con los que tantos nos criamos como El Tren Fantasma 9 pm o Radio Bangkok, por decir sĂłlo algunos. De ahĂ, Miel de avispas aborda un formato radial y es “la primera radio itinerante” no en vano llamada: “RadioRueda”
–No tuvimos que dar muchas vueltas, Miel de avispas ofrece dulzura y ácido mortal en una misma dosis. Además, las avispas, diferenciándose de las tĂpicas abejas, no mueren luego de picar. Ellas pueden seguir haciĂ©ndolo infinidad de veces, pero siempre seguirán vivitas y picando.
–Mi hermana, la genial Karina K, le pasĂł mi telĂ©fono a Juliana Ibáñez, quien junto a Luciana Dulitzky y Adriana Monteleone habĂan trabajado con Juan Carlos GenĂ© una obra que no se hizo porque Alejandro no cedĂa más sus derechos. En realidad siento como que las hubiera elegido el propio Urdapilleta.
–Lamentablemente no. Además desconocĂan todo lo de aquellos años, no accedieron al Parakultural ni a toda esa movida a causa del tiempo, claro.
–Eso me importa mucho. Encima ellas, con apenas dos o tres marcas en los ensayos, enseguida captaron la desmesura y profundidad de cada texto tal como era de esperar, incluso deslumbrándome. En nuestra Ăşltima charla telefĂłnica, Alejandro primero comentĂł que estaba muy contento por haber logrado estrenar y, luego de una pausa, repitiĂł la Ăşltima pregunta, la misma que me hacĂa en aquellos camarines del Rojas: “Decime, la gente se rĂe, Tino?.. Decime, decime...
–No sĂłlo se rĂen, se van de paseo, se olvidan de todo, entran en un trance de carcajada colectiva y a veces una lágrima cae por la platea. Y a vos te agrego ahora esto: una lágrima que enseguida se esfuma, para transformarse en flechas marcando un camino de placer total que seguirá ahĂ, por siempre futuro.l
Sábado a las 22, La Clac, Av. de Mayo 1156.
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