CorrÃa el año 1997 y recién llegado de la Patagonia, extasiado por las luces de la ciudad, y con cientos de sueños abajo del brazo, yo bailaba todos los fines de semana arriba de un parlante en un reducto de la calle Suipacha que se llamaba Enigma. En ese mÃtico boliche yo me animé a conocer al que fue el primer hombre con el que estuve en Buenos Aires, en ese boliche me emborraché muchas veces, me escapé de que un estúpido me matara en uno de los baños, conocà travestis, algunas lesbianas y gente que nunca volvà a ver.
En ese contexto de brillo y dolor descarnado decidà mandarle una carta a mi madre confesándole mi homosexualidad. Yo el tercero de 6 hermanos que quedaron en el sur.
El texto de la carta lo imaginé mientras caminaba rumbo a la facultad donde estudiaba Letras, lo pensé en mis clases de teatro en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático y le di forma definitiva en las noches de Enigma. Después de un mes de planear la carta, me senté a escribirla y la envÃe al sur. Mi madre me respondió después de ocho meses a través de un llamado telefónico distante y con monosÃlabos. El silencio de meses y ese llamado agónico me dio la pauta de lo complejo que fue para mi madre aceptar mi decisión. Durante todos estos años me cuestioné la forma en que hice mi coming out. Me pareció frÃo, despersonalizado, cobarde, ajeno a mis convicciones actuales, pero entendà que fue la forma que en ese momento consideré más adecuada. La necesidad de decir mis deseos me carcomÃa por dentro, me sentÃa cada vez más libre y cómodo con los hombres y necesitaba gritarlo a mi manera, tenÃa la necesidad Ãntima de ser yo sin pedir disculpas, necesitaba romper ese enigma familiar. En este viaje de vida, en esa importante elección de venir a Buenos Aires, me vine a buscar a mÃ, me vine a animar a ser yo en toda mi dimensión. A la ciudad le di todo, perdà y gané, dejé mi vida buscando mi espacio de luz. Hoy en dÃa me pregunto qué hubiese pasado si no venÃa a Buenos Aires atrás de mis sueños, si me quedaba allá, si a mi vieja se lo decÃa en la cara. ¿Qué hubiese cambiado? Yo creo firmemente que nada. Hice lo correcto, lo que sentÃ, lo que pude en ese entonces, lo que me dio vida e identidad. Me unà a mis deseos con todas las consecuencias que hoy acepto.
* Actor – Director Teatral
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