Escribir sobre él es repetirme pero peor serÃa citarme, incurrir en las comillas para multiplicar la autorÃa en un narcisismo aún más inconveniente en el género homenaje. ¿Cómo podrÃa existir Soy sin su nombre, ya no de padrino (lo hubiera horrorizado), sino de tÃo? Ese vÃnculo, que permite la enseñanza sexual por fuera del tedioso Edipo, la protección licenciosa en la "Zona Moral" y la iniciación callejera en el deseo que no osa decir su nombre. Qué lástima no poder imitar su tono oral de profesora atildada y pundonorosa que explica "con claridad" y aquieta su fuego interior con un saquito de hilo blanco, para trazar su currÃculum poético. Austria-HungrÃa (1980), Alambres (1987), Parque Lezama (1990), Aguas Aéreas (1991) y El chorreo de las iluminaciones (1992). Néstor Perlongher, que solÃa firmar sus escritos polÃticos como Rosa L. de Grossman en homenaje a Rosa Luxemburgo, no llegó a ver sus Poemas Completos editados en 1997.
HabÃa nacido en Avellaneda en 1949 y ya en plena dictadura seguÃa cruzando Puente Alsina para volver a su casa de madrugada luego de alguna reunión clandestina, en tacos altos y de tapado sintético –según recuerda Osvaldo Baigorria–, por algo era de la misma zona que el Tigre Millán.
En 1972, cuando tenÃa veintidós, habÃa llegado a encabezar la fracción de PolÃtica Obrera en la Facultad de Derecho, donde estudiaba, pero pretendÃa que el partido reconociera su condición de homosexual. Como no lo logró, comunicó su ruptura y fue a pararse en Callao y Corrientes con capelina. Desde 1969, un grupo de disidentes sexuales de extracción gremial e intelectual habÃa comenzado a reunirse con el propósito de fundar el Frente de Liberación Homosexual de la Argentina. Perlongher representó su ala ultra (fue fundador del grupo Eros). También fundó el Grupo de Estudio y Práctica PolÃtica Sexual.
En 1981, Perlongher se fue a vivir a Brasil en un tipo de exilio considerado menor en el status de la tragedia nacional, luego de que la ciudad sitiada se le hubiera hecho invivible aunque fuera paradójicamente su condición de "raro" la que, durante las detenciones que sufrÃa frecuentemente, le encubrÃa su otra –y fundante– condición "peligrosa".
La invención de un mito Perlongher no favorece las lecturas crÃticas. La incomodidad de sus objetos de estudio –el sexo de las locas, la relación entre Eros y guerra, la tradición homofóbica del marxismo– se simula tras un cuestionamiento a su supuesta caÃda en el academicismo –Perlongher tenÃa un master en AntropologÃa Social adquirido en la Universidad de San Pablo–, como si su libro La prostitución masculina no dejara, tras su corbata antropológica, fisuras para la capelina barroca y el Cassy de ensayista argentino laico. De ese modo el Cenáculo Hétero azuza a los disidentes sexuales para que sigan siendo "lo otro absoluto" (maldito, transgresor, forajido, marginal, imposible de asimilar). Lo que él llamaba la izquierda Cary Grant piensa siempre en términos de clase /nación/Estado/…y siguen las palabras sin sexo. Se prologan sus obras para apropiárselas sin explorarlas, se las agrupa sin interpelarlas o se las encomia en un provisorio reconocimiento que tiene mucho de esa fetichización del diferente que la crÃtica, también Cary Grant, realiza para ubicar en un corralito la interdicción y asà poder vigilarla y regularla.
En 1989, en Francia, Perlongher recibió un diagnóstico de Vih positivo. Pero mucho antes habÃa empezado a pensar en el sida, no como un fin de fiesta sino como algo que radicalizó trágicamente lo que declinaba por saturación; empezaba a sospechar que cuando el deseo se realiza sin necesidad de una fundación lÃmite en donde se comprometa la totalidad del ser, puede resurgir de otra manera, por eso en el fin del camino, cuando encontró otra clase de éxtasis en la religión del Santo Daime (asistió a partir de 1986 al Centro Ecléctico de Fluyente Luz Universal Flor de las Aguas), escribió, despojándose de sus vericuetos barrocos: "Abandonamos el cuerpo personal. Se trata ahora de salir de sÃ".
Rojos contra el ascetismo rojo, radicales gays, poetas neobarrocos, todos pelean por un Perlongher parcial. Es un texto Ãntimo –un barroco de trincheras en donde un compañero de ruta en la preocupación por la polÃtica sexual, Osvaldo Baigorria, recopila cartas del poeta– el que mejor puede mostrar los diversos flujos perlongueanos siempre dispuestos a mezclarse en una única afluencia insurrecta. Allà conviven las penurias cotidianas, las estrategias de publicación, la angustia por una obra sin camaradas y el festejo de la lengua. "Acaso el espectáculo repetido, inefable, de la flota soviética anclada en la rada de Vladivostock obnubilado halos al extremo de no poder proferir hiato ni rima, ni hatos de sÃlabas y elipsis, ni desplazar por la cansada máquina los sarmentosos dedos que tronchan abnegadamente, hachan", le escribÃa a un Baigorria afincado junto a su mujer de entonces en una comuna hippie de Argenta (Canadá).
Néstor Perlongher le falta a la izquierda –no han recorrido un largo camino, muchachos– y al movimiento GLTTB: es fácil imaginar el buscapié crÃtico que hubiera puesto a los deseos de integración de algunas de sus facciones pero, como decÃa Sartre, el verbo "hubiera" no existe.
La autoadscripción de "cronista" elegida por varios intelectuales latinoamericanos (Carlos Monsiváis, Pedro Lemebel), en pos del legado de la compleja relación entre poesÃa, intervención cultural y polÃtica de los cronistas modernistas convendrÃa hoy al Perlongher de Prosa Plebeya (recopilación de Christian Ferrer y Osvaldo Bigorria ) y de Papeles insumisos (recopilación de Adrián Cangi y Reynaldo Giménez). Allà descuella ese barroco de trinchera que Baigorria definió en su prólogo a las cartas de Néstor Perlongher: "Una lengua que se habla bajo fuego, en medio del combate, en una posición más subterránea que la oración de barricada. Una lengua menor pero urgente, apremiada por sacarle el cuerpo a la posibilidad de captura o destrucción en manos del enemigo. Una lengua polÃtica".
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