Por fin llegó la reglamentación. Es un paso muy importante porque es usual que las leyes se queden en lo meramente declamatorio. Suele haber una tremenda brecha entre la letra de la ley y la praxis. En este caso lo que comienza con la reglamentación es un ejercicio de empezar a ponerle contenidos y directrices a lo que dice la ley. Celebramos la reglamentación y, por supuesto, sabemos que siempre puede mejorar, y que lo que sea necesario agregar se irá haciendo en la práctica.
En lo personal soy partidaria de la simplicidad. Me parece que en el texto de la reglamentación aparece una serie de nomenclaturas (con respecto a las cirugÃas) que obedece a una necesidad constante de clasificar(nos). Creo que cuanto menos especÃfica sea la reglamentación, más operativa será. Si tenemos en cuenta que el avance de la ciencia en la actualidad se produce a pasos agigantados, ¿qué pasarÃa si lo que hoy son tratamientos o intervenciones comunes mañana quedan obsoletos?, ¿serÃa necesario reglamentar el artÃculo 11 otra vez? El detalle fino de los procedimientos y los medicamentos con el avance precipitoso de la medicina nos harÃa caer en una eterna nebulosa. Además, es sabido que lo que el marco de ley no prohÃbe está permitido. Es importante dejar el lugar para que las interpretaciones y las distintas realidades le den contenido a la reglamentación. Sin duda, la reasignación sexual y la hormonización son derechos personalÃsimos que ni deberÃamos discutir. Pero no son nuestras únicas necesidades. El espÃritu del artÃculo 11 es el de la salud integral. La salud también es prevención, es que la compañera incorpore la idea de que debe hacerse un chequeo anual y el sistema de salud la reciba. La salud es buena alimentación. La idea de salud integral también concierne a aquellos médicos que te operan ilegalmente, de modo privado, y sin darte ni siquiera un recibo por la intervención que te hicieron, ni hacerte un seguimiento pre y postoperatorio. Más allá de la reasignación sexual y la hormonización, nuevos desafÃos aparecen: ¿cómo vamos a empezar a pensar el cuerpo travesti en la salud y en la enfermedad? Tanto la ley como la salud misma son cuestiones interpretativas. ¿Cuál serÃa entonces el vademécum trava y trans que nos deje a todxs contentxs y que satisfaga todas las necesidades y deseos posibles? Por supuesto, no existe un barómetro travesti ni una vara que mida a todas las identidades trans. Es curioso cómo siempre produce temor el hecho de pensar no sólo en nuestros cuerpos sino en, además, muchos otros cuerpos posibles. ¿Bajo qué mirada y de qué modos se legitiman nuestras construcciones corporales?
Si bien la reglamentación no es fin ni el súmmum de todas las batallas y tendremos que seguir dando lucha, es importante que pensemos lo que significa para una compañera del norte o del sur del paÃs que su acceso a la salud ya no sea presentado como desafÃo u osadÃa sino como derecho. Se puede mejorar, claro, y habilitar un diálogo para ir perfeccionando el acceso a estos derechos. Cuando uno produce estos hechos —la sanción de la ley, su reglamentación—, debemos ser cuidadosos al distinguir quiénes son los que las escriben y quiénes son los que las aplican. Un legislador puede estar muy bien intencionado, pero hay que ver qué sucede con los operadores que deben llevar las leyes al territorio. La ley otorga un marco de igualdad pero no desarticula inmediatamente el estigma. Lo sabemos y lo vemos a diario en torno a lo que sucede con el aborto no punible en la Ciudad de Buenos Aires. Dudo que de ahora en más la judicialización desaparezca, porque lamentablemente las prácticas abusivas y los prejuicios no se borran de un dÃa para el otro: el mismo médico que no nos quiso atender hace 15 dÃas dudo de que cambie de opinión al enterarse de que la ley se reglamentó. Pero allà estaremos para dar pelea. Si hay incumplimiento o abuso, habrá escrache, habrá demandas, estaremos alertas a estas situaciones. También nos corresponde a nosotrxs, las organizaciones, comprometernos con el monitoreo de las polÃticas públicas. Ahora es tiempo de esperar para ver qué demandas comienzan a aparecer, y seguramente nos van a exceder a nosotras mismas, a lo que conocemos, a los modos que tenemos de pensar nuestras identidades. El cuerpo habla y dice mucho. Veremos qué dicen éstos, cuáles son sus necesidades.
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