Se me escaparon las primeras gotas. Abrà la puerta con tanta fuerza que dejé marcado el golpe del picaporte contra la pared. Entré corriendo a la zona de los baños, me frenó la mujer que estaba sentada tomando mate escuchando radio Colonia y haciendo mini rollitos de papel higiénico y me dijo: Eu eu eu este es el baño de mujeres, ¿andás muy apurado hoy? La miré y no dije nada, sin embargo pensé: que se dé cuenta de que soy una nena, que se dé cuenta. TenÃa siete años, ante cualquier pregunta que me hacÃa un adulto, no respondÃa y bajaba la cabeza. Estaba en una estación de servicio y mi papá me esperaba en el auto.Frente a mi quietud y el silencio, la señora me dijo agresivamente: es el baño de mujeres, volá. Salà apurada y me olvidé de que me estaba meando, pero mi cuerpo que se aflojaba no y me hice encima. Disfruté de no tener que aguantarme más y del pis caliente en pleno julio, mientras separaba las piernas resignada y sentÃa que se me iban mojando desde la bombacha hasta las medias y las zapatillas. Volvà al auto llorando, me esforcé, si aparecÃa sin una lágrima mi papá me iba a retar peor, pensé. Abrà la puerta, me miró los pantalones y me dijo: pero la puta madre, ¿qué pasó? Exageré el llanto y le expliqué que no llegué. Me miró con odio y cuando me iba a sentar me dijo, pará pará. Y salió del auto pegando un portazo. Lo seguà con la mirada y vi que apoyaba la palma de la mano sobre su frente, como resignado. Buscaba algo en el baúl del Fiat 1500 de color verde militar y trajo un nylon que en su momento servÃa para tapar unos tachos de pintura y ahora iba a proteger al asiento de mÃ. Me lo recriminó durante el resto del viaje, dijo que no soy un bebé, que era muy grave a mi edad andar haciéndome encima, que él no tenÃa plata para mandarme a la psicóloga, asà que mejor que comenzara a hacer las cosas bien.
Tengo el pelo corto desde chica, al igual que mi hermano. En eso mi papá nunca hizo diferencia, nos compraba los mismos zapatos, remeras o el jogging. Tampoco me retaba si jugaba a la pelota, subÃa a los camiones o me juntaba con los varones. Desde primer grado me llamaban varonera, machona, o Raulito, a veces me decÃan que era anormal o hermafrodita. Las peores eran las madres, que no dejaban que sus hijas se juntaran conmigo. Desde muy chica lo naturalicé tanto que no podrÃa decir que sufrÃa. Era la alumna de peor comportamiento del colegio, esa fama generó que lamayorÃa me tuviera miedo. Si alguien me decÃa Marimacho, tarde o temprano, iba a cruzarse conmigo y una mano se comÃa seguro.En el colegio, le hicieron creer a mi papá que la culpa era suya por no haberme criado con una presencia femenina, como le dijo muy segura la psicóloga especialista del gabinete.
A los doce años, me propuse hacer natación en el club Villa Crespo, el primer dÃa entré al vestuario y mientras me desvestÃa, un grupo de chicas comenzó a mirarme y a murmurar algo que yo no llegaba a escuchar, pero por mi experiencia sabÃa de qué se trataba. DebatÃan acerca de si yo era mujer o varón, hasta que una fue a avisarle a alguien de afuera y llegó una señora que me increpó, preguntándome, para que le confirmara qué era yo y por qué estaba en un baño de mujeres intentando ponerme una malla. Se armó tanto alboroto que me vestà llorando, me fui a mi casa y durante mucho tiempo no intenté nadar, pese a que me encanta.
Evitaba ir a los baños públicos, y si ocurrÃa, por extrema necesidad, siempre se me confirmaba que era preferible no entrar, mi presencia intranquilizaba. Otra alternativa era usar el baño de varones aunque no me gustaba.
Volvà a tener ganas de nadar y me propuse hacerlo. No me voy a esconder más, pensé. DecidÃbuscar un club cerca de casa. Fui a averiguar y no les presté atención a las miradas, ni a los murmullos que a veces son constantes. Busqué una malla que me entrara, eso me tomó tiempo porque además de no tener un género definido para los demás, también soy gorda. Me gustarÃa no tener que usar el tÃpico traje de baño de mujer, nunca me sentà a gusto, pero eso ya es demasiado pedir. Al final encontré una bastante deportiva, negra, que tiene en la parte de abajo un short. Cuando me la pongo me siento ridÃcula, no me gusta para nada, pero creo que tiene que ver con lo que me enseñaron a pensar acerca de mÃ. Mientras la uso, hago un gran esfuerzo por sentirme bien, muy pocas veces puedo, la mayorÃa finjo.
Hoy fui por primera vez a la pileta después de diez años. Soporté a la doctora que me hizo la revisación médica con cara de asco. Intento no darme por aludida respecto de eso, ni del gorda, fea, pobre, varón, mujer, triste, raro y varios de los calificativos que escuché desde que salà de casa hasta que por fin empujé la puerta del vestuario que conecta con la pileta. No bien entré, pensé en sentarme en el borde y dejarme caer. Aprendà a hacerlo asà para no salpicar, evitar llamar la atención o que se rieran. Pero cambié de opinión, subà a una de las tarimas a donde están los trampolines de cinco metros y me tiré de cabeza.
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