Habrán pasado ya los fuegos del 2008 cuando otra vez me encuentre entre vuestras manos, pero, amigxs, algo siempre queda. El problema es dónde queda. Que sea en la memoria, en la memoria, y también en la mano, algo puede quedar, no le vamos a hacer asco ahora a eso que nadie recuerda una vez que lo escupió. Mientras que no quede adentro, Lux, que quede donde quiera. Asà hablaba mi tÃa, que en paz descanse, y asà les hablo yo a mis sobrinxs, porque la experiencia, como los peces, se multiplica si se comparte. ¡Y qué de escupidas que hubo en el alto cielo! Blancas estrellas refulgentes iluminando la noche, toda una vÃa láctea lanzada sin destino hacia el infinito y más allá. ¿Y con qué necesidad? ¿Por qué no guardar algo?, ¿sólo porque mañana habrá más? ¿Que este pensamiento no es propio de una Lux? ¿Y acaso creen que soy eternx? Nada más lejos de mà que la eternidad, efÃmerx como una mariposa, asà soy, asà me siento y por eso me siento en cualquier parte. Habrá sido el súbito deceso de tÃa Enriqueta, habrá sido su copa girando por las manchas de vino sobre el mantel cual tabla huija, habrá sido que los años no pasan en vano, habrá sido lo que fue y acá está lo que quedó de mis fiestas de enfieste, que de pronto, en medio de los fuegos de las 12 subime a un banquito –no sé cuántos éramos en esa quinta, creo que 20 cabezas, sin contar piraguas y 69 porque ahà es donde se hace el embrollo, siempre hay quien la esconde– y explayeme en espontánea iluminación nada artificial: habÃa sido testigo del afán de un grupo en pos de inflar un globito, y de la torpeza de otro que encendÃa la mecha y la hacÃa estallar sin pensar el destino de su estallido. HabÃa quienes habÃan perdido su globito y aun asà seguÃan afanosos como si algo estuvieran inflando, habÃa los que despreciaban el globito en pos de la escupida libre y hasta habÃa campeonato de vÃa láctea en los fondos de la finca. ¡Organicensé! Tuve que gritar como poseÃdx, que un año más no es un cheque en blanco aunque el calendario venga impoluto apenas estrenado. Atónita, la masa se detuvo y escuchó. Pánico escénico, ahora tenÃa que avanzar con mi discurso: ¿No ven acaso qué dulce es ver el fuego elevarse dentro de un globo y perderse en el horizonte oscuro de la noche y qué violento y efÃmero resulta el estallido que explota sin mediación? Hubo quien abrió tanto la boca al escucharme que algo se escapó de ella con un sonido de corcho liberando el espumante. Hubo quien se movió y se le salió y entonces vio de qué estaba hablando o, al menos, lo intuyó. ¿Es que no me entienden? Insistà con voz quebrada y recibà un no tan rotundo y un murmullo de locas vueltas a sus faenas que me decidà por la palabra clara que me habÃa iluminado: ¡Que se pongan forros, che, que traje como un millón y vienen de colores! Y entonces sÃ, la fiesta, el enfieste, el entongue y el porongue. Por una vez tuve que hablar claro y tan claro fue lo que dije que mientras los repartÃa me sentÃa como un Papx Noel enfueguecidx que empezaba a levar cual globito. Esx fui yo aquella noche, la Lux del mensaje iluminado, que si no hay dónde ir en una fiesta es la que sabe ir a todos lados.
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