En mi infancia (hay fotos que lo comprueban), yo era de esxs nenxs manolargas que se las arreglan para abrir regalos en cumpleaños ajenos. También corrÃa siempre con ventaja en el arte –mitad karate, mitad manicura– de reventar piñatas, y hasta cultivé una forma de intromisión oral por la que en el ambiente de los cumpleaños de salita de 5 me habÃa hecho fama de “soplavelaâ€. “¿Acaso las velitas no vuelven a prenderse?â€, era el argumento que esgrimÃa en mi defensa. “¡Metiche! ¡Mequetrefe!â€, me gritaban las madres a lo Andrea del Boca, y no faltaba alguna que me tirara de los pelos. Pero ese trauma no iba a impedir que yo siguiera soplando la primera vela de nuestro primer año, vela que no es ajena sino propia, tan propia como festejar colgadx de la túnica del gran Fernanda Noy, ese reina filo brasileño maestra de ceremonias mago peluca rubia mezcla de Marilyn Monroe y mai umbanda. “Desesperadaâ€, era su tema, y termino de entender qué es lo que desespera a la sacerdotisa que entonaba, si la memoria no me falla: “Procuren por sà mismos salir del abismo, / el viaje es aquà mismo, lo siento como un sismoâ€.
El asunto de las velas quedó en el olvido, asà como el reproche de tantos años de terapia en vano para perder el picor del cuero cabelludo que me quedaba como castigo después de soplar vela ajena. De allà en más, la fiesta fue puro disfrute: a los bellamente histriónicos temas de la Noy (quien al final de su introito musical se dio el gusto de cantar a dúo, in absentia, con Elis Regina), le siguió una performance de Pol Ajenjo, quien se lució con un número titulado “Mariquita Sánchez de Thompson, la prócer de los putosâ€. Luego le siguieron las lecturas de Paula Jiménez (de un cuento delicioso y chispeante en que esta colaboradora de SOY expuso una relectura en clave queer del mito de Adán y Eva), de José MarÃa Gómez (de un fragmento de su novela Los putos) y de Walter Viegas (quien leyó un poema muy gracioso sobre los gajes del oficio del poeta y la maledicencia tÃpica de los crÃticos literarios). Entonces llegó el turno de Mosquito Sancineto, quien, luciendo un osado catsuit de vinÃlico, leyó un texto que escribió para La constitución de las travestis, un libro del periodista Sebastián Duarte sobre las travestis que viven y trabajan en Constitución, no sin antes meter la cuchara en la actual campaña electoral para hablar pestes de Mauricio Macri (¡Mosquito presidentx!).
Mucha tortita emparejada, mucha diosa doblada por los años, mucho silencio en la sala para escuchar a lxs artistas y unx que se salÃa de la vaina por develarse ahà mismo: ¡basta de intriga, soy yo, vengan a mà lxs fans! Me gritaba el corazón desbocado que Noy supo apagar con esencias propias de curandera porque en el enigma está el gusto, o por lo menos eso me dijo. Por las dudas me senté al lado de la MartÃn Churba y le toqué un poco la rodillita, a ver si reconocÃa mi tacto, pero lo único que reconoció es que la invitación le llegó por estas mismas páginas y que igual se habÃa apersonado y disfrutado igual que el resto de las almas sensibles que casi sacan pañuelos por el lagrimón que se descolgaba de los ojos de quienes recordaban los años dorados del circuito under. Y como estábamos de nostalgia y en la sacrosanta Casa de la Lectura siguió la poesÃa pero en la fina estampa del bombonazo de Walter Romero, quien con su gracia e innegable sexappeal (confieso que fuimos varixs lxs plateÃstxs que lo escuchamos embobadxs), presentó su nuevo cd tanguero, Guapo, y cerró cantando junto con la Noy y Mosquito Sancineto el clásico de Gardel “Cuesta abajoâ€, que dejó al público, y a quien esto escribe, cuesta arriba. Tan arriba que tomamos la vereda, y el vino, por supuesto, que las almas se embriagan pero el cuerpo también pide. La única duda que me quedó es cómo seguirán los festejos. ¿Se festejará dos años después del segundo año?, ¿será una treta para no envejecer? ¡A quién le importa, que las velas no tiemblen porque aunque las apaguen siempre habrá Lux para soplarlas!
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