Cuando era niño pude ver El espíritu de la colmena, de Víctor Erice, esa extraña película --de 1973--, a mis ojos subyugante, inquietante, donde la niña Ana Torrent quedaba aterrada por la presencia del Frankenstein cinematográfico. ¿Qué otra cosa me dolía sin saberlo de esa película?, ¿el clima de posguerra español?, ¿la iniciación de Ana a la vida cruel de los adultos?, ¿el descubrimiento de sus mayores mortales y falibles? De algún modo compartía con ella vivir en medio de sufrimientos que ninguno de los dos entendíamos.

La expresión de la que toma el título el film le pertenece a Maurice Maeterlinck en su libro La vida de las abejas. Frente a la adversidad abyecta, frente a lo inexplicable de los apremios de la vida, se expresa también un espíritu de comunidad y de reciprocidad.

Para Ana el monstruo está vivo y acecha el pueblo, siempre está a punto de hacerse carne. Hoy el monstruo está otra vez entre nosotros, no fue contra la casta, sino contra la vida de la población hasta intentar hacerla despojos. En una auténtica incitación a la violencia y a su represión automática. Tal vez el monstruo, en el contexto de esa película y de la época narrada, sean los horrores de la guerra fratricida, la Guerra Civil Española. De algún modo, esa lógica no descansa y se instala en la vida de los pueblos con formas diversas, adversas, a veces solapadas. Es un hecho que en el fratricidio no rige la comunidad.

Esa Ana, en mi vida cotidiana, se mezcla siempre, una y otra vez, con la otra Ana, la de Cría Cuervos de Carlos Saura --de 1976--, como si se tratara de un mismo film o una misma pesadilla. La pesadilla del abandono y de la orfandad, por parte de los padres, por parte de la comunidad, a mano de los totalitarismos y los fascismos. En esta nueva época de poderes fácticos, otra vez desatados, donde este nuevo gobierno ya fue a pactar otro acuerdo de endeudamiento con el Fondo y sus primeras medidas de política económica son devastadoras para las personas, ¿serán las idas y vueltas que todavía necesita nuestro país para terminar de consolidar ciertos signos identitarios? La cosa de lo público, la res – pública, que muchos esperábamos que estuvieran ya proclamadas, garantizadas, como si fueran parte de una constitución, una constitución del consenso social, en un verdadero consenso general que no ocurre todavía. Esas, posiblemente, sean nuestras verdaderas marcas de la colmena y del espíritu que nos impulsa.

Memoria, verdad y justicia, esta cosa pionera en el Derecho Internacional en los últimos 40 años, la política de Derechos Humanos en Argentina, uno de los hitos de nuestra propia política soberana.

Signos identitarios que también son muy fuertes y tienen su propia tradición en las prácticas profesionales y en los intercambios sociales en Argentina: salud pública, educación pública, universidad abierta, gratuita y de calidad. Argentina y su aerolínea de bandera, Aerolíneas Argentinas, desde el año 1950, con las idas y vueltas, rutas aéreas que conectan el país y al país con el mundo, aeropuertos en las provincias, federalizándose, creciendo hacia los territorios y conectándolos. Las marcas de una colmena, parte del consenso más allá de los partidos políticos e incluso de los signos políticos que eventualmente sean gobierno. YPF, que no es solo YPF, es un símbolo de toda la producción del recurso estratégico, la producción estratégica del país de recursos y materias primas para la producción nacional. Y para la provisión de insumos para su población.

El desarrollo del valor agregado de la investigación; Argentina es un país que tiene y que forma científicos, que no es solo el Conicet, de la mano obviamente de la universidad pública de calidad. Argentina desarrolla tecnología, sería prudente seguir sosteniendo estos programas. El Arsat, no todos los países desarrollan y lanzan satélites, tienen cobertura satelital propia. 

No dejemos que personajes cínicos y siniestros nos arrojen a la “o” de los orcos y de la orfandad a un tiempo, no perdamos la capacidad de análisis crítico y de conciencia crítica, que eso favorece el campo popular y también la cohesión de la colmena. No dejemos de participar en la colmena.

¿Será posible que esos Frankenstein salidos de los laboratorios cientificistas de la época, en nombre del individuo y del Doctor Frankenstein, arrebaten la vida de Ana y la colmena? Pronto lo sabremos.

Cristian Rodríguez es psicoanalista.