Que el éxito o el fracaso de la política económica del país se resuma al déficit, al superávit o al equilibro del presupuesto del Estado, vale decir, al resultado de la contabilidad pública, es completamente falso. Un país que tiene un presupuesto equilibrado no es un país donde los ciudadanos tengan una vida mejor que aquel donde hay un déficit. Es más, en general es lo contrario.

En Francia, por ejemplo, el déficit del presupuesto del Estado en 2024 será del 5 por ciento o quizás más; en EE.UU. será del 4 por ciento, y en Argentina debería ser de cero por ciento según Milei. Nadie pretende que esto mejore la situación económica de los argentinos ni que deteriore la situación económica de los franceses.

La contabilidad pública mide los gastos y los ingresos del Estado, ni más ni menos. Quienes pretenden que haya una bonanza económica cuando los gastos del Estado son iguales a sus ingresos, se equivocan.

Los animadores de televisión, locutores radiales o escribas de diarios empleados por los medios hegemónicos y los economistas ortodoxos han inculcado a los argentinos que el equilibrio del presupuesto del Estado es una cuestión primordial. Sin embargo, no solo no lo es, sino que, al contrario, es muy a menudo un indicador negativo en términos de bienestar de la población.

El equilibrio presupuestario del Estado puede lograrse incrementando los impuestos de los más ricos o disminuyendo sus gastos, como pasa actualmente, lo cual castiga a los sectores más necesitados. Aumentar los impuestos de los más ricos no provoca ningún problema económico significativo para el conjunto. Los economistas ortodoxos dicen que los impuestos disminuyen la inversión privada, pero en realidad el país actualmente padece la doble pena: los grandes lucradores fugan sus ingresos, con lo cual no hay inversión ni se cobran los impuestos.

Efecto derrame

En ningún país del mundo los estudios económicos han permitido observar o demostrar que exista una correlación positiva entre la disminución de los impuestos pagados por lo más ricos y el incremento de la inversión. Frente a semejante evidencia, los neoliberales afirman que limitar los impuestos provoca el “efecto derrame”, vale decir, que el enriquecimiento de unos pocos provoca un mejoramiento de la situación de los más necesitados. Sin embargo, el “efecto derrame” no existe.

Lo que todos los economistas sabemos es que la disminución del gasto público provoca, como puede observarse en la actualidad, una caída de la actividad económica y una disminución de la riqueza creada. A largo plazo se ha observado en los países del centro capitalista que la disminución de los impuestos de los más ricos y la limitación del gasto público tiene una correlación positiva con una caída de la tasa de crecimiento de la riqueza y el crecimiento del desempleo y la pobreza. Esto se llama "estancamiento secular".

La disminución del gasto público iniciada por Milei provocó en Argentina una crisis económica. Esta situación era previsible y fue descripta en estas columnas. La disminución de la producción y el incremento de la pobreza y el desempleo, así como la situación de desamparo de los jubilados, era previsible y conocida por Milei y por Caputo.

Los economistas sabemos que esta situación de crisis es el producto de lo que Keynes llamaba una "recesión planificada" y es lo que causa preocupación en el FMI, ya que si la riqueza creada en el país disminuye, también lo hacen las posibilidades de que se pueda pagar la deuda que contrajeron Macri y Caputo con el organismo.

Esto explica las apresuradas visitas de altos funcionarios del organismo. Nadie cree que su subdirectora gerente, Gita Gopinath esté preocupada por la miseria en las villas, ni por los jubilados. Tampoco nadie piensa que la visita del director para el Hemisferio Occidental del FMI, el chileno Valdéz, que era un administrador del fondo de cobertura, “hedge fund”, Frontal Trust, y que debió renunciar al cargo de ministro de Economía de Chile porque apoyaba el proyecto de una megamina a cielo abierto de una empresa norteamericana, en contradicción con la política de Bachelet, esté preocupado, por la gente en situación de calle.

Recesión planificada

La disminución del gasto público y la búsqueda obsesiva del equilibrio presupuestario, como lo admite el FMI, provoca una disminución exponencial de la riqueza creada. Esto no es una teoría inventada por economistas heterodoxos, sino que es el resultado de cálculos realizados por los equipos del propio FMI.

Desde el desastre de la crisis griega y en los diferentes programas de “consolidación presupuestaria”, más comúnmente llamados ajuste fiscal, se admite que cuando se disminuye el gasto público de 100 pesos el impacto es una disminución de entre 200 y 300 pesos del PIB.

Los datos de los que ya se dispone hoy muestran que la parálisis de la obra pública, provocada por el propio Estado, se tradujo, por el momento, en la pérdida en números redondos de 100 mil puestos de trabajo, que podrían llegar a 200 mil en junio si dicha política persiste.

El hacer hincapié en la contabilidad pública en lugar de describir los mecanismos de la economía que producen la riqueza y el empleo, implica el rechazo de parte de los formadores de opinión a exponer las condiciones del funcionamiento de la economía. Si así lo hicieran, los economistas y los periodistas de los medios hegemónicos deberían describir el rol del consumo, y de la necesidad de que la mayoría de los trabajadores, sean pasivos, jubilados o activos, detenten ingresos que constituyen la demanda global en general y del consumo en particular, lo cual supone una distribución más justa del ingreso.

Esto implica una acción económica del Estado contracíclica, con un incentivo a la inversión que premie la creación del empleo, y una política protectora de la industria, así como una regulación que permita maximizar el crecimiento económico. Esto también vale para la inversión, porque está claro que nadie invierte ni crea empleo si no existe una demanda para los productos que quiere producir.

El mecanismo económico del crecimiento, como se ve, no tiene nada que ver con una suma de los ingresos del Estado menos la suma de sus gastos que mide la contabilidad pública, que solo es el resultado de lo actuado en el pasado. El resultado de lo pasado no puede ser un objetivo para el futuro.

* Doctor en Ciencias Económicas de l’ Université de París. Autor de “La economía oligárquica de Macri”, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019. [email protected]