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CONSTRUCCION

Propuesta para multiplicar por 20 los planes de vivienda social
“Alentar la demanda, no la oferta”

n  El Estado debería operar sobre la oferta para bajar los costos. Tiene elementos para ello ofreciendo una demanda segura, masiva, y con garantía de cobro.

El ingeniero Edgardo Slemenson, titular del Ceiurvi, de la Facultad de Ingeniería de la UBA, plantea que los planes oficiales deberían respaldar al comprador de ingresos medios y medios-bajos para permitirle el acceso a la vivienda. “Hay que apoyar la demanda y menos a la empresa constructora.” Con el costo de una vivienda se financian las cuotas de 20 familias que podrían comprar eligiendo dónde vivir, asegura.

Por Raúl Dellatorre

Como en otros planos de la realidad económica argentina, en el ámbito de la vivienda el mercado establece un drástico corte entre “los que acceden” y los que no. Las políticas de vivienda social han padecido sucesivos fracasos, se diluyeron antes de alcanzar sus objetivos o bien terminaron siendo instrumento de manejos clientelistas por funcionarios de distinto nivel. El Fonavi no ha sido la excepción. Sin embargo, sigue siendo fuente de importantes recursos que todavía merecen analizarse para su aplicación más eficiente.
“Argentina tiene suficientes recursos financieros, aun en una situación como la actual, para hacer un buen programa de vivienda; lo que hay que cambiar es la manera de utilización, la forma de gestión, definiendo una estrategia política”, afirmó el ingeniero Edgardo Slemenson durante una entrevista con m2. Actualmente al frente del Centro de Estudios e Investigación de la Ingeniería Urbana y la Vivienda (Ceiurvi) de la Facultad de Ingeniería de la UBA, Slemenson también tuvo la experiencia de la función pública, como director ejecutivo del Programa Habitacional Casa Propia del Gobierno de la Ciudad, hasta el año pasado.
–¿Qué es lo que hay que cambiar de las políticas de vivienda conocidas hasta ahora?
–En principio, la asignación de los recursos. Globalmente, el sector público maneja por año fondos por 1000 millones de pesos, a través de distintos programas. Pero en general se destinan a apoyar la oferta, es decir, las empresas constructoras. Considero que sería mucho más útil dejar de apoyar la oferta e ir en busca de la demanda, para respaldar a esa franja del pueblo necesitada de vivienda. Le doy un ejemplo: una familia con ingresos de 800 a 1000 pesos nunca va a conseguir un crédito para compra de vivienda si tiene que pagar una cuota de 350 a 400 pesos. ¿Cuánto puede pagar? Suponga que llegue a 200 o 250. Si con los fondos públicos se le prestan a esa familia los 150 pesos restantes, al año son 1800 pesos por vivienda. Si el Gobierno tiene que poner la plata para la construcción de una vivienda de 36 mil pesos, con ese mismo dinero podría estar beneficiando no a una, sino a veinte familias.
–¿Qué problemas existen para implementarlo?
–El dinero está disponible, está la gente que quiere comprar y no llega, y existiendo la demanda hay empresas dispuestas a construir. ¿Sabe por qué hoy no se construye vivienda económica? Porque no hay mercado, no hay quien la compre. Fíjese en las viviendas nuevas que se ofrecen: cada vez son más lujosas, más sofisticadas, con pileta y todos los servicios, aunque se trate de un departamento mediano. En cambio, apoyando la demanda, la oferta por sí misma ensancha el mercado potencial. Claro, el problema es que requiere un cambio de mentalidad. El sistema es demasiado transparente, no deja lugar al clientelismo político ni al arreglo entre la empresa constructora y el funcionario público. No es lo mismo que la gente elija dónde comprar que ser “adjudicatario” de una determinada unidad habitacional, en tal dirección y tal departamento. Hoy, la empresa constructora prefiere estar enganchada al presupuesto oficial antes que hacer una inversión de riesgo. Hoy la plata del Fonavi termina en la tesorería de la constructora. Es distinto cuando el comprador elige.
–¿Cuál es el papel del Estado, aparte de ofrecer los fondos al comprador?
–Además de alentar la demanda, debería operar sobre la oferta para bajar los costos. Tiene elementos para ello: está ofreciendo una demanda segura, masiva, y con garantía de cobro porque hay recursos oficiales de por medio. No sólo se ahorran los costos de intermediación inmobiliaria sino que puede operar sobre los costos de la construcción, poner a disposición terrenos, y buscar bajar las tasas de financiación.
–¿Cómo se seleccionaría a los beneficiarios?
–Entre familias con nivel de ingreso medio o medio bajo, con buenos antecedentes de cumplimiento en el pago de créditos. Claramente, se necesita que tenga un ingreso seguro, que esté empleado, pero con un nivel de ingresos con el que hoy no accede a un crédito hipotecario. Esto no soluciona el problema para la franja de más bajos ingresos, pero le aseguro que hay todo un sector que hoy no es considerado por la oferta.
–¿Cómo se recuperan los fondos oficiales?
–Hay que tener en claro que es un préstamo, no un subsidio, que se devuelve una vez que se canceló el crédito del banco que financia. Para ello, los plazos de financiación del banco no pueden ser mayores a 10 años. En el ejemplo que le di, si con la cuota de 350 pesos el banco recuperó el crédito en 10 años, a partir de ahí el comprador sigue pagando una cuota igual o un poco inferior durante cinco o diez años más para cancelar el crédito oficial. Hay instrumentos para conformar esta doble hipoteca. Si el que presta es el Fonavi, no hay duda que con este régimen mejora el rendimiento del dinero y su retorno.
–Usted ya conversó la propuesta con sectores privados. ¿Cómo reaccionaron?
–Varias instituciones prestaron su apoyo: la Cámara Argentina de la Construcción, el Centro Argentino de Ingenieros, la Cámara de la Vivienda y el Equipamiento, la Facultad de Ingeniería de la UBA. Los bancos, al principio, se asustaron. Pero hubo consultas al Banco Central por la doble hipoteca y no se opuso, siempre que la del Estado esté subordinada a la del banco.
–Tomando en cuenta la experiencia oficial en planes de vivienda, ¿diría que esta propuesta es factible?
–Hay que capear la resistencia al cambio. Pero es una realidad que cada vez el sector público va a contar con menos fondos para vivienda, con lo cual es necesario pensar propuestas para hacer más con menos recursos. La experiencia argentina es que todo programa social termina favoreciendo a un sector ligeramente superior al que estaba destinado. Si es para la clase media, termina en manos de los hijos de los ricos. Si es para pobres, lo reciben los que no lo son. Hoy el Fonavi no es federal, sino que está fragmentado entre las provincias. No hay una unidad nacional de decisión, no hay política.
–¿A usted cómo le fue con el Programa Casa Propia en el Gobierno de la Ciudad? ¿Funcionó?
–Se vendieron 350 departamentos, pero no dejaron que ninguna obra empezara.

n  Edgardo Slemenson (arriba) asegura que apoyando la demanda, la oferta por sí misma ensancha el mercado potencial, el problema es que requiere un cambio de mentalidad.

PROPUESTAS EN UN SIMPOSIO INTERNACIONAL
Nuevas fórmulas de financiación

- Entre los días 9 y 10 de noviembre, el Ceiurvi congregó a profesionales, urbanistas, constructores y empresarios ligados a la actividad en un Simposio Internacional sobre Vivienda Social. El objetivo que se planteó el encuentro fue “cooperar en el establecimiento de políticas públicas del Hábitat que consoliden nuevas fórmulas de coparticipación y cofinanciación, implementen la renovación del enfoque social, incorporen el marco de aplicación de las tecnologías más avanzadas y aseguren una administración transparente y eficaz”.
En la declaración final se señala:
- La vivienda solamente es uno de los elementos esenciales para el desarrollo social, como además lo son la alimentación, la salud, la educación y la cultura.
- Resolver el problema de la vivienda primordialmente implica crear una unidad urbana y lograr su integración al tejido existente.
Las recomendaciones formuladas en el simposio son las siguientes:
1. Tender a la convergencia de todos los recursos disponibles, esfuerzos e incentivos para incrementar la producción de viviendas, creando puestos de trabajo genuinos.
2. Posibilitar la creación de suelo urbano. Sin tierra es imposible construir viviendas.
3. Promover que los sectores público, privado y social coparticipen en la formulación y financiación de los programas, para alcanzar una adecuada potenciación de los recursos financieros actuales. El control de gestión debería ser tripartito: estatal, social y privado con genuina representatividad.
4. Reasignar y distribuir los recursos actuales disponibles atendiendo la particular segmentación de la demanda. Implementar programas y condiciones diversas en función de las posibilidades de cada segmento socioeconómico.
5. Propender a la asignación de subsidios a los sectores menos favorecidos. Los subsidios deberán ser explícitos, nominales, intransferibles y temporarios. Obtener recursos para ello del ahorro producido mediante la incorporación coparticipada de capitales privados.
6. Implementar nuevos recursos provenientes de ahorro previo, titulización y de las AFJP, para incrementar la edificación de mayor cantidad de viviendas.
7. Combatir la tendencia a la fragmentación consolidando una Política Nacional, de ejecución descentralizada y regional. Asegurar la continuidad y la credibilidad mediante el establecimiento de una política de Estado, con validez a través de las sucesivas administraciones.
8. Implementar programas alternativos al de la propiedad: locación, comodato, leasing, defendiendo la libre elección por parte de los usuarios en todas las variantes, y destinar en forma específica (recursos) a viviendas para personas mayores y discapacitadas.
9. Garantizar la participación de la población por sí misma y a través de las organizaciones comunitarias, cooperativas y ONG desde las primeras ideas hasta el final de la implantación del proyecto.
10. Incorporar nuevas tecnologías al proceso constructivo y crear, mediante la educación, nuevas pautas culturales para la vivienda, que acompañen el abatimiento (reducción) del costo. Se debe garantizar la seguridad, durabilidad y confort.
11. Asegurar la transparencia en la administración de los programas y combatir abiertamente todas las formas visibles o encubiertas de corrupción.