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Polémicas
Idas
y vueltas
El
informe en la pasada edición
de Radarlibros sobre el estado agónico de la participación
argentina en el Programa Archivos desató una polémica que
debería enriquecer el debate sobre las políticas culturales
del Estado.
Es la memoria un gran don,
Calidá muy meritoria
Y aquellos que en esta historia
Sospechen que les doy palo
Sepan que olvidar lo malo
También es tener memoria.
Mas naides se crea ofendido,
Pues a ninguno incomodo
Y si canto de este modo
Por encontrarlo oportuno
no es para mal de ninguno
sino para bien de todos.
José Hernández
por
Daniel Link
El comentario de
Radarlibros , el domingo pasado, sobre la presentación pública
de la edición crítica del Martín Fierro coordinada
por Élida Lois y Angel Núñez y la majestuosa indiferencia
del Estado argentino hacia ese libro y la colección Archivos dirigida
por Amos Segala (de cuya fundación Argentina participó y
ocupó alguna vez un lugar preponderante) ha desatado una polémica
que sólo puede entenderse en el contexto de una crisis que, más
que económica, hay que entender como cultural.
Aunque se lo pretenda disimular bajo el vértigo modernizador, el
Martín Fierro siempre ha estado (y siempre estará, para
bien y para mal) como el corazón de piedra (digamos: indestuctrible)
de la cultura argentina. La historia de nuestro país bien podría
entenderse como los diversos modos en que el contundente poema de José
Hernández ha sido leído, puesto a circular por el mundo
y, sobre todo, interrogado a propósito de las grandes preguntas
que agobiaron a las diferentes generaciones de argentinos. No casualmente,
en El género gauchesco/ Un tratado sobre la patria, Josefina Ludmer
encuentra escritas en el poema de Hernández (como si de un libro
oracular se tratara) a las Madres de Plaza de Mayo.
Tres tiempos
Cuando
en mayo de 1913 Lugones pronunció en el teatro Odeón sus
célebres seis conferencias xenófobas sobre el Martín
Fierro estaba construyendo un mito patriótico. Si los textos recopilados
luego en El payador (1916) constituyen un hito en la legitimación
del poema de Hernández, más importante en relación
con la historia argentina es señalar que toda la clase dirigente
argentina Roque Sáenz Peña, presidente de la república,
y sus ministros Indalecio Gómez, Norberto Piñero, Carlos
Ibarguren, Eleodoro Lobos, Gregorio Vélez y Juan P. Sáenz
Valiente asistieron al evento. Como señaló un comentarista
de la época, el tout Buenos Aires se dio cita para celebrar el
texto fundamental de los argentinos.
Años después, en 1960, Martín Fierro ya no es sólo
asunto de las élites y está en la calle de la mano de Boris
Spivacow, el mítico fundador de Eudeba que inunda Buenos Aires
con una edición popular del poema ilustrada por Castagnino. En
poco más de dos meses, doscientas mil personas compraron en los
quioscos callejeros de Eudeba la edición del Martín Fierro:
un hecho extraordinario no sólo en el contexto de la edición
argentina sino mundial.
Hoy, el poema de Hernández parece no importarle a nadie, sobre
todo a la clase política, que parece rasgarse las vestiduras en
gestos conmovedores de buena voluntad pero que, en los hechos, ha desatendido
su responsabilidad en relación con esta soberbia edición
crítica y, sobre todo, en relación con la participación
de Argentina en el Proyecto Archivos. Tal como señaló Élida
Lois en la presentación del miércoles pasado (ver crónica
aparte), nuestros jóvenes no conocen el Martín Fierro
porque el libro casi no se lee en las escuelas. Lo que es una pena,
en su perspectiva, porque de ese modo se ignora el patetismo de
la subalternidad, un modelo de resistencia en la desesperación
y los riesgos de la resignación política como la peor de
las catástrofes.
Déficit
cero
Teresa
Anchorena, del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, explicó
a Radarlibros las razones por las cuales la participación argentina
en la colección Archivos atraviesa uno de sus peores momentos.
Se deben las cuotas del año 1999 y 2000 y la cuota de este año
ni siquiera ha sido incluida en el presupuesto. Cuando yo llegué
a la Cancillería, cuenta, el tema estaba enterrado.
Pero me preocupé por hacer administrativamente todo lo que podía
hacerse. Tuve cuatro reuniones con el canciller, que está al tanto
del problema y está convencido de que hay que pagar la deuda. Ahora
es el ministerio de Economía quien tiene que desbloquear los fondos.
Inclusive, en mi presupuesto para el año que viene figuran treinta
mil pesos para Archivos. Anchorena negó haber cortado la
comunicación con los representantes de la colección y aseguró
que iba a entrevistarse con Fernando Colla, director adjunto de la colección
(cosa que sucedió el jueves pasado), para tranquilizar a la Asociación
Archivos sobre el interés de la Argentina en continuar participando
del proyecto. Estamos al pie del cañón con estos temas,
aseguró la embajadora.
Diferente es el caso de la Secretaría de Cultura. Pese a las declaraciones
que cita Amos Segala, director de la colección (ver aparte), lo
cierto es que Elba Casetta, directora de la Conabip, declaró a
Radarlibros que los libros de la colección Archivos no forman
parte de las prioridades de compra que tiene la Comisión
que preside. Casetta señala que el acuerdo con Archivos venció
en enero de 2000 y no fue renovado. La mayor parte del presupuesto de
doce millones de pesos con el que cuenta se destina a becas, subsidios
y compra de libros para las bibliotecas populares, que masivamente piden
libros de textos escolares, libros de oficios (plomería, electricidad,
instalación de gas) e infantiles. Y la Conabip, de acuerdo con
Casetta, debe responder sobre todo a las necesidades que las bibliotecas
tienden a cubrir. En cuanto a la deuda, Casetta señala que no
hay existencia legal de la deuda de sesenta mil dólares que reclama
Archivos.
La edición crítica del Martín Fierro tuvo que ser
financiada con un subsidio pedido por la Asociación Archivos para
suplir las cuotas de los países morosos. Las obras de Manuel Puig,
Juana Manso, Mujica Láinez, Alberto Gerchunoff y Ernesto Sabato
los proyectos argentinos que la Asociación tiene planificados
tal vez no tengan igual suerte.
Opiniones
Un
llamado de atención
POR
AMOS SEGALA
Celebro que Página/12
dedique un espacio importante a la Colección Archivos, a los títulos
argentinos ya publicados y por publicarse en ella y a la crisis que afecta
las relaciones de este Programa con las autoridades argentinas que lo
han fundado y apoyado desde 1984. En realidad, las relaciones de Archivos
con la Cancillería y la Secretaría de Cultura han conocido
en los últimos dos años los problemas que comprometen el
funcionamiento de todos los proyectos del país con el extranjero.
Sin embargo, Archivos como lo hizo en su momento con las autoridades,
igualmente en crisis, de México y Brasil aguarda con paciencia
y negocia con serenidad y sin pausa la continuidad de la participación
argentina en el proyecto, en términos realistas que se están
todavía evaluando y que no han llegado a definirse porque la situación
general impide proyectos y compromisos a mediano plazo. La edición
de Martín Fierro, por su importancia científica y por el
esfuerzo investigativo que supuso, debía servir para acelerar el
desenlace positivo de las relaciones con Archivos ya en vías de
solución, según informaciones autorizadas.
La embajadora Teresa Anchorena siempre conoció y apoyó el
Programa dentro de su área específica (Dirección
de Relaciones Culturales) y de su relativa autonomía de vuelo dentro
de la Cancillería. La Secretaría de Cultura ha sido mucho
más hermética, pero Alejandro Gómez nos confirmó
en París, en el mes de marzo, que la Colección le parecía
una prioridad ineludible para la Conabip.
Leídos desde París, el artículo de Radarlibros, y
las dolidas declaraciones de Élida Lois nos parecen más
bien las manifestaciones, oportunas de un malestar y un reclamo extremo
a la consideración y al respeto de los valores de la cultura, de
la investigación y de la universidad argentina, que a veces parecen
secundarios o postergables, o reducibles sin remordimientos. Ojalá
este valioso desahogo anime y autorice la rentrée en Archivos de
la Argentina al lado de México, Brasil, Perú, Venezuela,
Cuba, Guatemala, Costa Rica, España, Portugal, Francia e Italia.
Gestores
y gestos
POR
RAúL ANTELO
Creo que las penurias de Archivos
pueden salir de la denuncia impotente gracias a una reflexión sobre
el gesto sostenida por la filología. Nos enseña Varron,
y nos lo recuerda Agamben, que el gesto se inscribe en la esfera de la
acción, pero siempre separándose del actuar (agere) y del
hacer (facere). Se puede hacer una cosa y no actuarla. Es el caso del
dramaturgo, cuyas palabras son representadas por el actor. Al contrario,
éste actúa un texto sin haberlo compuesto. En cambio, leemos
aún en De lingua latina, el imperator, en el sentido de magistrado
investido de poder, del cual se dice que su función es administrar
la cosa pública (res gerere), tomando a su cargo la total responsabilidad
de un asunto, ni hace, ni actúa sino que gerit, es decir, sostiene
y soporta.
La crisis de la Argentina no es económica. Es cultural. Hay déficit
de gestos. No quisiera pero no puedo dejar de decir que he
colaborado en varios volúmenes de la colección Archivos.
He editado al, quizás, mayor poeta moderno del siglo pasado, Oliverio
Girondo. En enero del 2000, El País de Madrid supo destacar generosamente
el hecho, colectivo, ya que fue sostenido, en gran parte, por profesores
universitarios de la República recortada. Hasta hoy, excepción
hecha de los avances divulgados por Diario de Poesía y por Página/12,
a la Argentina se le recortó también esa información.
Nadie sabe que esa edición existe. Es todo un gesto que va más
allá del imperator de turno. Pero que lo implica.
La acción de un gestor no se inscribe en el campo de lo mundano
o cosmético. Aunque sea gestor cultural, su hacer se debe menos
a la estética que a la ética y a la política. Y es
sólo por estos gestos o soportes que puede ser evaluado.
Civilización
o Bestialidad
POR
BEATRIZ SARLO
En los momentos de crisis todo puede ser reconsiderado. No se trata
de afirmar, desde el fondo del pozo, que las cosas deben quedar exactamente
como están. Un país que puede entrar en cesación
de pagos, puede hacer muchos cambios. La cuestión es si esos cambios
son los adecuados. Disminuir las jubilaciones, por ejemplo, es inmoral.
Los gastos en cultura no pertenecen al mismo rubro que las jubilaciones
o los hospitales. Pero, ¿en qué rubro entran? La cuestión
es elegir los proyectos no por el quantum de repercusión mediática
o mundana sino porque significan desarrollos significativos y, en ocasiones,
únicos. Las giras, las bienales y los festivales son más
decorativos que las colecciones de libros. Esto podría explicar
la displicencia de algunas autoridades de Cultura frente a la Colección
Archivos. Finalmente, una edición definitiva del Martín
Fierro no es noticia caliente para un país que vive en el declive
y cuyas élites son bestialmente superficiales. Pero sería
vergonzoso que no lo fuera para sus administradores culturales.
Los expedientes x
Extraños
episodios de la vida literaria
¡Urgente! ¡Urgente!
Había que cubrir la presentación de la edición
crítica del Martín Fierro donde iba a haber embajadores,
académicos, periodistas, historiadores y críticos
literarios. ¡Qué soiree! La reunión fue el miércoles
pasado en el coqueto auditorio de la Biblioteca Nacional, a las
siete de una tarde húmeda y sombría. En el lobby del
auditorio todos los que estaban (que no eran muchos, hay que decirlo)
hacían, precisamente, lobby, salvo Teresita Anchorena
que, extasiada, contemplaba más allá del bien y del
mal (y elegantérrima, como siempre), el lindísimo
mural de Páez Vilaró que en su momento fue objeto
de polémicas (ciertamente, no está muy bien ubicado).
A su lado, otra mujer alta y fina: Gloria Rodrigué de editorial
Sudamericana. Entrando al auditorio estaba Anita Barrenechea, divinamente
enfundada en un traje color turquesa, retando a todo el mundo (alguien
dijo que Anita era, a esta altura del partido, capaz de retar al
Papa). La mesa era todo un ramo de personalidades que fueron presentadas
(Buenas tardes, Mucho gusto) por Ana María Muchnick
del grupo editorial Sudamericana. Primero habló Fernando
Colla, el director adjunto de la colección Archivos, que
había bajado especialmente de Córdoba
para el acto. Colla celebró la aparición de esta nueva
entrega de la colección, cuya acta fundacional se firmó
hace diecisiete años en Buenos Aires, y destacó el
papel decisivo que los investigadores argentinos han jugado en ella
por la calidad y la originalidad de sus constantes colaboraciones.
A continuación, Sylvie Josserand, directora editorial de
Archivos, señaló que la colección es un
caso único en el marco de la literatura latinoamericana y
aún universal. Destacó que de los 55 títulos
publicados hasta ahora, 12 corresponden a autores argentinos y reseñó
los prototipos experimentales que se desarrollan actualmente en
formato hipermedia. La edición de El beso de
la mujer araña de Manuel Puig, que será el próximo
(¿el último?) título argentino que se incorporará
al catálogo, saldrá en ese formato antes de fin de
año. Élida Lois se refirió a la importancia
de una edición como la que ella ha coordinado junto con Angel
Núñez. Los manuscritos, pretextos y correcciones que
forman parte esencial del trabajo de edición no son, insistió,
fruslerías de filólogo: es posible hallar en
los márgenes indicios de lo que arde en el centro: debates
ideológicos y estéticos. Jorge Lafforgue caracterizó
como un soberbio acontecimiento la presentación y declaró
su orgullo por participar en este festejo. Curiosamente, fue uno
de los pocos oradores que parecía haber leído el libro.
Lo sucedió en la palabra Noé Jitrik, quien expuso
una teoría que había esbozado en el colectivo
37, camino de la Biblioteca. Lo importante de la colección
Archivos, dijo, es que permite hacer latinoamericanismo sin declamarlo.
Mencionó, entre sus antecedentes, la Biblioteca Ayacucho
ideada por Ángel Rama. La colección Archivos, propuso,
debe leerse en relación con la historia, el canon y la biblioteca.
Los libros son como duendes que discuten en la biblioteca por las
noches. Anita Barrenechea, siempre la más moderna, habló
de los soportes (cd rom vs. libro). Y si bien se declaró
partidaria del formato libro, habló como si ella misma fuera
un hipertexto, abriendo ventanas sucesiva y vertiginosamente. Lean
a los historiadores, aconsejó, porque es necesario.
Cerró el acto Angel Núñez, que se refirió
a los diez años de trabajo que demandó esta edición
crítica del Martín Fierro.
De manera más o menos velada, todos los oradores manifestaron
su esperanza de que Argentina no se retire del proyecto. Así
sea.
Marita Chambers
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