La amiga de mi amiga                                         6 puntos

España, 2022

Dirección: Zaida Carmona

Guion: Z. Carmona y Marc Ferrer

Duración: 85 minutos

Intérpretes: Zaida Carmona, Rocío Saiz, Aroa Elvira, Alba Cros

Estreno en la plataforma Mubi y en el ciclo Espanoramas (Sala Lugones, domingo 2 y miércoles 5 de julio).

“¿Estás viniendo al ciclo Rohmer?”, le pregunta una chica a otra, delante de la puerta de un cine y de un afiche de Le beau mariage. No hace falta la cita literal para comprender que la realizadora barcelonesa Zaida Carmona ha querido hacer una película rohmeriana, incluso desde el título, que es otra cita: uno de los films del director de las Comedias y Proverbios se llama El amigo de mi amiga. Como los personajes de Rohmer, los de La amiga de mi amiga viven relaciones transitorias, en busca de lazos más estables, pero tentándose con la mujer de al lado. Y de mujeres se trata: La amiga de mi amiga es Rohmer en clave queer.

La protagonista es Zaida (la propia Zaida Carmona), que viene de ser abandonada por su pareja, algo que suele ocurrirle, ya que es demasiado asfixiante. En una fiesta se enamora de Lara (Alba Cros) en cuanto la ve. El problema es que Lara está en pareja con su amiga Rocío (Rocío Saiz). Mientras tanto a Zaida le presentan a Aroa (Aroa Elvira) y comienzan una relación. Pero Zaida tiene a Lara entre ceja y ceja, y Lara se permitirá una pequeña aventura por fuera de su pareja. A todo esto, una rompecorazones llamada Luisa (Thaïs Cuadreny) se levantará a Aroa.

Además de a las de los films de Rohmer, las transitorias, circulares relaciones de La amiga de mi amiga recuerdan a las de La ronda, la novela de Arthur Schniztler. Nada es seguro, nada es para siempre, y sin embargo la protagonista quisiera tener una relación estable. En el caso de la película de Carmona, se plantea una oposición explícita entre la monogamia y el poliamor, y da la impresión de que es el segundo el que se impone. Hay también, pero de modo más elíptico, una oposición entre el cine narrativo clásico y el experimental, cuando las protagonistas van a ver una performance de vanguardia y les parece horrible. En contraposición, Carmona filma con sobriedad y sin sobresaltos, dosificando los planos totales, los americanos, medios y primeros planos, desde una distancia justa.

Lo que se hace extrañar en La amiga de mi amiga es que, a diferencia de lo que sucede con Eric Rohmer (recordar El rayo verde o Mi noche con Maud), los personajes no tienen “adherencia”, no están del todo caracterizados. No porque les falte una psicología (el cine de Rohmer es totalmente antipsicológico), sino antes bien una caracterología, que permita individualizarlos, identificarlos, en un juego dialéctico de parecidos y diferencias. Que todas las chicas trabajen en el campo del arte (directoras de cine, guionistas, actrices, músicas) acentúa esta cierta indiferenciación. La aparición de la cantante Christina Rosenvinge, y su participación en la banda sonora, hacen que La amiga de mi amiga sea no solo un Rohmer queer, sino también un Rohmer pop.