“Julia, no te cases”, le aconseja la madre a Julia Azar, un día de 1967. Julia no le hace caso, y vive de allí en más una vida infeliz. “En la noche de bodas nos aburrimos, hasta el punto de que nos volvimos antes. Bah, yo me aburrí, tu padre no sé”, le cuenta Julia a su cuarto hijo varón, Pablo Levy. Pablo escucha esa historia íntima siendo adulto. Graba primero el largo monólogo de su madre y luego lo convierte en película. La película está presidida por el consejo de su abuela, lo más sensato que se oye a lo largo de ella. No es que Julia no sea sensata. Incluso lo es demasiado, hasta el punto de que parece recapitular sus cuatro décadas de dolor como si ese dolor fuera de otra persona. Hasta que se quiebra, confirmando que su película es un melodrama.

Pablo Levy (Buenos Aires, 1988) empezó su carrera cinematográfica con un documental (Novias, madrinas, 15 años), y con Julia no te cases vuelve al género, tras dos incursiones en la comedia de ficción, Masterplan (2012) y All Inclusive (2018). El sexto film (los Levy tienen dos más, Cosano, de 2014, y Juansebastian, de 2019) es el primero que dirige en solitario, ya que en todos los anteriores lo hizo junto a su hermano Diego. Ese carácter personal se nota en Julia…, una película llena de un dolor que necesariamente se experimenta de a uno. Con su nuevo opus, que se estrena este jueves 3 de agosto, Pablo Levy completa a su vez el díptico iniciado con su ópera prima, que estaba protagonizada por su padre. ¿La próxima será sobre él? “No sé, tal vez sobre los cuatro hermanos Levy”, responde, pensativo.

-¿Cómo fue que decidiste contar la historia de tu madre?

-Lo decidí cuando me contó su historia. En los 34 años que tengo nunca me la había contado, yo sólo conocía lo que había visto y vivido. Pero un día Julia empezó a contarme todo lo que yo no sabía. Qué clase de relación había tenido con mi viejo, su insatisfacción, los amantes que tuvo durante sus dos separaciones, el mundo nuevo que descubrió fuera del matrimonio. Fue entonces que decidí prender el grabador. La primera intención fue utilizar esas historias como notas para una ficción, pero a medida que mi vieja me contaba su historia fui viendo que allí había un guion que no necesitaba ficcionar, que perfectamente podía filmar como documental.

-Tenías el relato oral, ahora tenías que ponerlo en imágenes. ¿Cómo te planteaste hacerlo?

-Primero pensé en la posibilidad de incorporar lo que se llama “dramatizaciones”. Imágenes borrosas filmadas con actores, planos-detalle reconstruidos, esa clase de cosas. Pero me sonó falso, y dado que contaba con abundante iconografía (filmaciones familiares y fotos), resolví narrar la película con esos materiales, que a veces corresponden exactamente a lo que cuenta la voz en off de mi madre, y en otras ocasiones lo evocan.

-Cuando desarrolló ese largo monólogo ante vos, ¿tu madre sabía que la estabas grabando?

-No.

-¿Cómo lo tomó cuando se enteró?

-No lo tomó a mal, porque ella necesita contar su historia, y por otra parte, como desde hace algunos años hace teatro está habituada a la exposición.

-Sin embargo, cuando escucha su propio monólogo rompe en lágrimas.

-Sí, pero eso es justamente por eso, porque se escucha. Siempre que te escuchás sentís que ese que cuenta no sos exactamente vos, no al menos el “yo” que conocías. Sentís que es otro.

-A vos te pasó lo mismo, ¿no?

-Totalmente. Yo conocía a la Julia que aparece al final. Melodramática, emotiva, llorona, culposa. Pero no la que se construye en el curso del relato, con una gran conciencia de sí. También dueña de una vitalidad desbordante, que es justamente lo que hizo que la pareja con mi viejo fuera imposible.

-¿Tu viejo vio el documental?

-No, se negó a verlo. Me quitó el saludo, de hecho. Al día de hoy no me habla.

-¿Creés que tu vieja es la heroína de la película, y tu viejo el villano?

-No, esa es la visión de mi viejo, pero creo que la película muestra que las víctimas del patriarcado pueden no ser sólo las mujeres que lo sufren sino los hombres que lo encarnan, sin darse cuenta de que están cumpliendo determinados mandatos que pesan también sobre ellos. Negro fue víctima también de su rol familiar: su padre casi no trabajaba, o si trabajaba ganaba dos pesos. Él quiso ser entonces todo lo que su padre no fue, y para eso debió dedicarse enteramente al trabajo. Para él la vida era el trabajo, no el matrimonio.

-¿Cómo te sentiste vos haciendo la película?

-Movilizado, sin duda. No sólo por haber descubierto una Julia que no conocía, sino por revisar la historia de mi familia, que obviamente todavía no me cicatriza.

-¿Ves la historia de tu madre como la de toda una generación de mujeres casadas?

-Sí, pero eso lo descubrí cuando mostré la película en el Bafici. La gente se me acercaba y me decía cuánto tenía que ver esa historia como la de sus madres, tías, abuelas. Hasta ese momento pensaba que estaba contando una historia muy personal, y de hecho antes de la primera función estaba muy nervioso, porque temía que la gente no se identificara con ella. Pero resultó todo lo contrario, lo cual me generó un gran alivio.

-O sea que la historia misma te llevó de lo particular a lo general. Vos no te propusiste hablar del patriarcado, la sumisión de la mujer, la insatisfacción matrimonial.

-Claro. No propuse hablar de todo eso. Quise contar la historia de mi madre, y resultó que esa historia era universal, era la de toda una generación de mujeres.

-La de tu madre es una historia desesperante. Desde un primer momento uno se identifica con el consejo de tu abuela, que es el que da título a la película. Ella no sólo se casa, sino que después de juntar coraje para separarse, y vivir historias de amor fuera del matrimonio, vuelve con tu viejo, que sigue exactamente igual que antes. Encima no vuelve una sola vez, sino dos.

-Sin embargo, en las funciones del Bafici mucha gente se reía. Al menos hasta cierto punto, cuando la historia ya definitivamente no da para risas.

-Qué raro. Tal vez sea para negar que la historia de Julia es un dramón. De hecho sigue punto por punto los códigos del melodrama.

-Claro. Una mujer que queda huérfana y es adoptada por unos tíos, que a cambio de una propiedad la dan en matrimonio a un hombre que es “un buen partido”. De allí en más esa mujer vive un matrimonio que no es para ella. Nunca fue para ella. Ése es el drama, que Negro no era la persona para ella. No que le haya hecho daño, porque si se lo hizo no era consciente. No le pegó, no la maltrató, no abusó de ella. Simplemente no eran “tal para cual”.

-Es llamativo que haya filmado primero la historia de tu padre, y después la de tu madre. Y que la primera sea una comedia y la segunda un melodrama.

-Sí, pero Novias, madrinas, 15 años es una comedia a pesar de mi padre. La verdad que él no es un tipo muy divertido que digamos. Se acuesta todos los días temprano para ir a trabajar y se levanta todos los días temprano, para ir a trabajar. Los comediantes eran los vendedores de su casa de ropa, que son todos unos personajes. Y Julia no te cases es un melodrama a pesar de mí. Nunca la pensé como tal hasta que la vi.