El 1º de marzo nos dejó Juan Carlos Indart. Se quedó en la playa de La balconada.

Para quienes no tuvieron la suerte de poder conocerlo, les diré que, sin lugar a duda, Indart fue uno de los pioneros en la transmisión de la enseñanza de Jacques Lacan, no solo en la Argentina, sino en varios países de América latina.

Sin embargo, fiel a su estilo, hasta el final de sus días --por más que lo tuviera más que merecido-- jamás reclamó ningún lugar de reconocimiento en esa... historia.

No estaba allí su deseo, ni lo que verdaderamente lo entusiasmaba.

Como dijo en la última de las clases que dio en el seminario diurno que desarrolló durante más de 20 años cada viernes en la EOL allá por el año 2014, “si me quieren tratar bien, como decía Lacan --no amar, sino tratarme bien-- no me quieran representar bajo ninguna forma de gran Otro, ni con la publicación de estos cursos, ni con estatuas, ni con banderines...”

No voy a traicionar eso hoy y menos para esta especial ocasión.

Por eso, lo que me pareció más apropiado, es sencillamente citar algunas de las palabras que dijo no hace mucho en una de sus conferencias, a la que le puso como título “Políticas del amor real en psicoanálisis”.

Eso sí lo entusiasmaba, ahí sí estaba lo que podríamos llamar su síntoma:

“¿Que es lo real del amor? Un goce. Pero cuando decimos amor real, nos referimos a un goce que está fuera del saber inconsciente y sus fantasmas. Es en el nudo donde Lacan logra escribir entre Imaginario y real, un Otro goce que no es el fálico. Eso no estaba bien situado en sus matemas anteriores, pero en el nudo, sí. Pero el hecho de que sea un goce fuera del lenguaje, no quiere decir que con el lenguaje no se pueda llegar allí con alguna resonancia.

El amor real es la resonancia de un decir, pero no un decir cualquiera. No todo decir produce esa resonancia, la del amor real. Esa resonancia, si por contingencia la produce un decir, resulta acontecimiento nos dice Lacan. Y tienen allí, en relación con el amor real, la primera formulación que va a pasar después a la noción de síntoma. El síntoma va a ser definido por Lacan como acontecimiento de cuerpo, y el amor real es acontecimiento de cuerpo y resonancia de un decir.

En la extensión, tener la ocurrencia de un decir que pueda producir como en una especie de chiste, algo que se transmita de uno en uno, con un efecto de goce de la vida, de goce en el cuerpo, y que produzca un verdadero momento de refugio frente al acoso del Uno, del valor de cambio, del plus de gozar y la significación fálica, eso si puede ser política propiamente psicoanalítica.

No es necesario recluirla en las condiciones estrictas del dispositivo analítico. Es lo que estaría en juego si funcionase adecuadamente lo que llamamos transferencia de trabajo. La hay cuando alguien desde el no-todo, desde un goce en el cuerpo y pagando el precio de una reducción de goce fálico, logra renovar por poco que sea el saber recibido y mediante su ejercicio, darle lugar así al propio estilo. Eso sí que sería algo que me parece plausible a considerar como el punto de extensión de la política del psicoanálisis más allá del consultorio...”.

¡La seguimos Juanqui!

Fernando Vitale es psicoanalista, miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis.