“Todos los temas están entrelazados, son canciones que fueron elegidas en el intento de dar respuesta a la pregunta del título del disco”, señala Mariana Mazú sobre ¿El fin del amor?, su segunda placa, que salió recientemente y presentará este domingo a las 20.30 en Café Berlín (Av. San Martín 6656). ¿El fin del amor? Llega después de un exitoso disco debut (ganó el Premio Gardel de 2021), que la empujó a la primera línea de la escena local. En esta ocasión participan como invitadas Julieta Laso, Lidia Borda y Maggie Cullen, con quien hacen un dueto en un vals que escribió y compuso la propia Mazú.

“Me parece que quedó una canción muy esperanzadora porque es un tema que arranca con una desilusión, que qué es lo que hace uno cuando se desilusiona con alguna cuestión del amor o cuando sufre un desencanto con alguna otra persona y que eso motoriza la posibilidad de reparar, la de aprender, de intentar, un montón de posibilidades. Uno puede, a partir de una desilusión, volver a construir, es como la herramienta motora de seguir adelante”, plantea sobre su propio tema.

Además de cantante, Mazú también es psicóloga y en varios pasajes de la letra se hace evidente esa interacción entre sus dos facetas. “Esta canción está escrita para recordar que eso a lo que le damos tanta importancia después es una anécdota, algo que trasciende porque todos estamos acá para algo más grande que eso –reflexiona-, algo más grande que nosotros mismos”.

Al igual que en La bella indiferencia, también en este disco hay una apelación a su historia personal y familiar. “La búsqueda para este disco arrancó también buceando, un poco como el disco anterior, en los sonidos de la infancia, de la vida con mi familia, con mi papá fundamentalmente”, cuenta. Quizás ese sea uno de los rasgos que mejor distinguen a la cantante. Su repertorio nunca es obvio, nunca es el que se espera de una cantante “de tango”.

Así, en este aparecen versiones de temas de Jorge Drexler, de Alejandro Sanz, de Joaquín Sabina, de Max Aguirre y de Mochi, entre otros. El de Sanz, “Aprendiz”, resulta clave para poner en perspectiva la escucha del disco. Más allá de convertirlo en un tangazo, que había empezado a tocarlo en sus giras europeas con Leo Andersen, para Mazú también era una forma de seguir trabajando en torno a la pregunta del título. “Yo quería mostrar el reverso del amor, que sería la parte oscura, la parte del amor que no es merengue. El amor copo de azúcar es la imagen más presente en muchos discursos, de que el amor es todo bueno y sano dulce. Y en realidad está el reverso del amor, que es cuando después uno no está tan iluminado y tan perfecto y tan dispuesto para el otro y tan incondicional, sino que en el transcurso de los vínculos empiezan a aparecer las personalidades, los temperamentos, los problemas de la vida. El reverso sería el desamor, en algunos casos el odio, que también está en muchos tangos, ‘rencor tengo miedo que seas amor’, está diciendo básicamente eso”.