Parasyte: los grises no está mal, pero decepciona un poco. Es una serie correcta, y quizás ahí está su principal problema: se esperaba mucho más de ella en Netflix. La serie dirigida por el surcoreano Yeon Sang-ho se inspira en el manga Parasyte de Hitoshi Iwaaki, uno de los grandes hits del noveno arte nipón en las últimas décadas. En el material original, el lector sigue los pasos de un muchacho que resulta infectado por los parásitos alienígenas, pero contiene la infección a su mano (y ahorraremos spoilers por aquí, que el manga tiene edición nacional y la adaptación de animé también está disponible en la N roja). Aquí la acción se traslada a Corea del Sur y la premisa es similar, con la particularidad de que el parásito de turno termina conviviendo con una cajera de supermercado, mientras el gobierno monta un grupo especial para lidiar con la amenaza alienígena.

Hasta ahí, todo marcha. La hechura de Los grises presenta algunos problemas. El primero es que en ningún momento el relato adquiere profundidad. Las vueltas de tuerca que propone la historia son peripecias, en el mejor de los casos, giros de la trama, pero no devienen en nuevos enfoques que puedan ahondar en el conflicto de fondo. Y ese conflicto puede resumirse en que los parásitos llegan a la Tierra (no se sabe de dónde ni por qué) con el imperativo biológico de “comer humanos”. En el medio, uno de ellos advierte que la principal fortaleza de la humanidad es su capacidad para organizarse, y decide emularlos. Y ahí se queda la propuesta. Parafraseando a otro parásito: fin.

En principio esto resulta tolerable. No será ni la primera ni la última serie ni película de acción/terror entretenida incluso en (o gracias a) su superficialidad. Pero aquí tampoco hay actuaciones que destaquen y, lamentablemente, ni siquiera efectos especiales que encandilen. Y tiene –se nota- mucha plata puesta en efectos especiales. El problema con estos es que agotan rapidísimo su efecto. No invierten tiempo en generar ninguna anticipación en el espectador: ya en la primera escena los parásitos andan despanzurrando gente en una fiesta electrónica. A partir de ahí casi no hay lugar para la sorpresa.

Y por otro lado, Los grises sufre amargamente algo que no siempre los directores y productores de cine y tv advierten a tiempo: no todo puede adaptarse a la escena con actores. Hay dibujos que pueden quedar muy bien en papel o como animación (el caso de la original), donde se puede lograr una integración más natural, pero resultan tremendamente forzados junto a los actores de carne y hueso si no hay un laborioso trabajo de “empatar” las estéticas. Y aquí los parásitos siempre parecen salidos de otro lado.

Así las cosas, Parasyte: Los grises es un intento por parasitar el material original. Pero, como los bichos alienígenas que retrata, necesita una cabeza para sobrevivir. Y eso le falta.