Evocar las telenovelas viene acompañado de un contexto, que remite a imágenes que cada uno completa desde las vivencias: el momento del día -si la sobremesa o la tarde-, quiénes de la familia acompañaban el rito, las triquiñuelas románticas de los argumentos, los diálogos y las actuaciones; entre tantas otras cuestiones. Un mundo casi autónomo, podría decirse, que esconde también sus trampas. Adoro esta vida mía se propone revivir aquellos momentos desde la recreación de una posible telenovela; puntualmente, durante la grabación de un capítulo que bien podría haberse censurado: es la década de 1970, y entre las fisuras de los diálogos y las situaciones asoman otras cuestiones. Con dirección de Gustavo Di Pinto, y dramaturgia de Di Pinto, Griselda García y Santiago Pereiro, Adoro esta vida mía se presenta los sábados -de abril, mayo y junio- a las 21 en La Orilla Infinita (Colón 2148).

“El año pasado, haciendo Un niño asustado con Rody Bertol, yo pensaba: ¿dónde se refugiaba ese niño asustado que fui, en el ’78, año donde transcurre la obra? Entonces tenía 10 años. Y la respuesta a esa pregunta era que me refugiaba en la ficción; en mi caso, era la ficción televisiva. Entonces, lo que se nos aparece como un homenaje a aquello, que me servía de refugio, es algo que después, ya adultos, empezamos a pensar; y conociendo ese trasfondo aparecía otra cosa, una espesura que no estaba en el recuerdo emotivo. Y a eso no podíamos soslayarlo, teníamos que abordarlo. A esa ficción uno tenía mucho que agradecerle, pero también esas ficciones eran aprovechadas como una pantalla, como una forma de adormecer ciertas ideas. En ese momento, los canales estaban intervenidos por las Fuerzas Armadas, y la realidad se enmascaraba a partir de estas ficciones, ¿no?, comenta Gustavo Di Pinto a Rosario/12.

Adoro esta vida mía cuenta con un elenco numeroso: Jonathan Aguirre, Ignacio Amione, Martina Berra, Ayelén Cano, Coco Castillo, Clara Galindo, Manuel González, Santiago Pereiro, Juan Manuel Raimondi, Rocío Rosas Paz, Analía Saccomanno y Bárbara Zapata. “Yo quería armar uno de esos elencos como los que se veían en las novelas. El puntapié fue la grabación del capítulo de una novela, al estilo de las de Alberto Migré, contando un poco lo que sería esa ficción pero también su detrás de escena, para jugar un poco con la ficción y la realidad de esos actores. Incluso son varias capas ficcionales, porque los personajes son artistas de variedades y eso nos permite abordar distintos géneros, no solamente la telenovela, sino los programas de humor, musicales, de circo, hay un número de teatro de revista. Jugamos con todo el imaginario ficcional de los ’70, y cómo esos actores se las arreglaban para subsistir, para sobrevivir, y para escapar de la censura. Una de las cosas que planteamos fue que este capítulo no hubiese salido a la luz, si se hubiese dado en el ‘78”, continúa.

-Por lo que me decís, la obra es también una celebración de los actores.

-Sí; y más allá de la época, sería una celebración a la ficción en general, al trabajo del artista, y a la cultura. Nosotros empezamos a trabajar a principios del año pasado, pero por supuesto que a finales de año esto se resignificó mucho, a partir de cómo el arte y la cultura pasaron a estar tan ninguneados.

-¿Cómo fue el proceso de trabajo con los actores, habida cuenta de los códigos y gestualidades de aquellos programas televisivos?

-Fue todo un trabajo de investigación y de entrenamiento, porque al comienzo nos resultaba algo muy ajeno. Tuvimos que entrenarlo, como así también los tiempos que manejaban esas novelas. Al no contar con una cámara para un primer plano, hubo que trasladar eso al lenguaje teatral. Fue un desafío. Y también tener que pensar la obra para hoy, con otro público, que tiene otras necesidades y otro ritmo de vida. Ahí es donde aparecen los otros géneros, que interrumpen un poco esa cadencia de telenovela e imprimen otro ritmo.

-En la relación entre ficción y realidad, se cuelan otro tipo de comentarios, ¿no?

-Como se trata de la grabación de un capítulo de la telenovela, hay algunos elementos que hacen que los actores tengan que modificar, sutilmente, el argumento, son interferencias que hacen que los actores tengan que encuadrarse y modificar algunas cuestiones, para que la ficción pueda continuar. En ese sentido, es como para destacar uno de los personajes que aparece y que quizás hubiese sido el más resistido por las autoridades en ese momento; se trata de una especie de homenaje a un actor que conocimos haciendo nuestra investigación, y que es Jorge Pérez, un transformista. Pérez tenía un personaje, que era una vedette, y fue quien iba a protagonizar la película Mi novia el travesti; por supuesto lo prohibieron, terminó exiliándose, y la película terminó siendo Mi novia el…, protagonizada por Susana Giménez. Conocer historias como la suya nos hizo acercar más a lo que podría estar pasando este elenco, y pensar en las muchas otras historias similares que no conocemos.

-Por otro lado, pienso en cómo deben haber disfrutado los ensayos.

-La verdad que fue muy lindo contarle a los más jóvenes de qué estábamos hablando, y bastante divertido. Por ejemplo, en la obra aparece un Rolando de una familia que se apellida Rivas; aunque nosotros no estemos hablando de la novela Rolando Rivas, la gente lo asocia inmediatamente, se transporta a la época y hace su propio recorrido; por eso mismo, es muy interesante hablar al término de la función con cada espectador.