Miércoles, 15 de abril de 2009 | Hoy
CIENCIA › DIáLOGO CON SILVIA LOPEZ, DOCTORA EN BIOLOGíA, INVESTIGADORA DEL CONICET
Los hongos forman un reino aparte, junto al animal y al vegetal, y, además, están mezclados con la cultura: hongos sombrerito, hongos de la piel, hongos venenosos. El jinete se interna en ese raro mundo.
Por Leonardo Moledo
–Bueno, aquí todos se dedican a la micología, o sea, al estudio de los hongos.
–Sí. Integramos el ProplamePrhideb, que es un instituto del Conicet y estamos en el Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental de la FCEN.
–¿Por qué no me cuenta un poco qué hacen o qué hace usted?
–Yo trabajé siempre en hongos, y desde los hongos me fui yendo para el lado de las enfermedades que producen los hongos en las plantas, trabajando en relación con gente de la Facultad de Agronomía sobre la interrelación entre los hongos y las enfermedades.
–Los hongos son un reino aparte, ¿verdad?
–Sí. Originalmente se los estudiaba junto a las plantas. Se los consideraba plantas no verdes, sin clorofila, pero a medida que las técnicas de definición de los grupos fueron cambiando, se los empezó a separar hasta que formaron un reino independiente. Tienen algunas características que los asemejan a los animales, otras que los asemejan a los vegetales, pero están totalmente separados de ambos.
–¿Por qué?
–En el ciclo natural, las plantas ocupan el nivel de la producción: transforman la energía del sol junto a los elementos del aire y del suelo en los compuestos estructurales que las forman. Los animales no tienen esa capacidad, lo único que pueden hacer es transformar compuestos, degradarlos y formar otros. Es lo que hacemos nosotros: consumimos materias que ya están estructuralmente formadas (plantas, otros animales), las desarmamos (con la digestión) y las aprovechamos para lograr nuestros propios compuestos estructurales.
–¿Y los hongos?
–Los hongos no son productores, no tienen los pigmentos para captar la energía solar, pero lo que sí hacen es utilizar las estructuras de otros organismos. Y lo hacen de una manera particular: eliminan al medio una serie de enzimas que degradan los compuestos estructurales ya formados y los transforman en los compuestos que a ellos les interesan. En realidad, los hongos están haciendo lo mismo que hace nuestro sistema digestivo, pero externamente. Con lo cual tienen una función muy importante en la naturaleza, que es la de degradar estructuras ya formadas. Por ejemplo, los hongos degradan en los suelos de bosques ciertas estructuras biológicas que ya pueden ser consideradas organismos. Sin ellos, estos compuestos complejos se acumularían. Además, tienen la función de restituir a la atmósfera algo muy importante, que es el carbono. El carbono forma parte, en las plantas, de estructuras muy complejas: la celulosa (que forma las fibras vegetales) y la lignina (que es un compuesto mucho más complicado y que forma lo que serían las estructuras leñosas: los árboles, las raíces). Todos estos carbones que están atrapados en estas estructuras son recuperados hacia la atmósfera por los hongos.
–¿Y cómo son los hongos? Existe una imagen popular del hongo sombrerito, y la otra imagen es la del hongo de la piel.
–Son muy variados. Pueden ser de una sola célula, como es el caso de las levaduras...
–¿Son hongos?
–Sí. Y es el primer organismo que fue utilizado biotecnológicamente por el hombre: vino, cerveza, pan. Tenemos, entonces, desde este sistema sumamente simple hasta uno muy complejo como podrían ser los champignones. En ellos, tenemos estructuras diferenciadas, colores, texturas, tramas.
–Hay algo extraño, que es que crecen de una manera increíble. Hay veces que de noche, después de una lluvia, uno los ve surgir.
–Sí. Pero ojo: cuando uno ve crecer un hongo de sombrero después de una lluvia está viendo sólo una parte: si lo desprendemos del suelo, la mayoría de las veces se nota en la base una serie de filamentos como algodonosos, y si uno sigue cavando se va a encontrar con toda una trama de filamentos que son parte del hongo. El cuerpo del hongo es una red de filamentos que está por debajo del sustrato que tiene el sombrerito. El sombrerito, en realidad, es el equivalente de los frutos de una planta y se produce solamente en un determinado grupo de hongos. Nosotros lo llamamos “fructificación”, aunque el proceso no es el mismo que la fructificación de una planta. Los elementos que van a propagar a ese hongo se llaman esporas: son células que se forman en ese sombrero y que tienen como objetivo la propagación de la especie. Las esporas son llevadas por el viento, llegan a un lugar que les es adecuado, germinan (como si fuera una semilla), aparecen de nuevo los filamentos... Cuando se dan condiciones ambientales propicias, las células de los filamentos (que son muy sencillas) se empiezan a transformar y dan esas estructuras que nosotros vemos. En esta época, nosotros solemos tener muchas consultas por intoxicaciones.
–Esa es la otra cuestión con los hongos. Hay venenosos y hay no venenosos.
–Las especies tóxicas no se pueden distinguir salvo que uno conozca muy bien la especie o que sea una persona entrenada en la vida diaria para coleccionar y comer ese hongo. El problema es que la recolección debe ser sumamente cuidadosa y debe hacerse un análisis uno a uno de los hongos. El otro problema es que una cosa es coleccionar hongos en el Hemisferio Norte y otra cosa en el Hemisferio Sur. Una persona que cambia de hemisferio puede encontrar hongos que se parecen mucho a los que consumían en su lugar de origen y que acá son tóxicos.
–O sea que el bagaje cultural no es seguro.
–Exactamente. Hay que tener muchas precauciones.
–¿Y los hongos de la piel?
–Están usando como sustrato la piel y tienen algunas características un poco diferentes. Son filamentosos, aunque no producen tantos filamentos como los que se producen en el suelo. Además hay que tener en cuenta que nosotros tenemos defensas. En realidad, el ataque de los hongos hacia organismos complejos que tienen sistemas inmunológicos definidos es más bien la excepción, no la regla. Estos problemas se dan cuando la persona tiene algún inconveniente de inmunosupresión. Es muy común, por ejemplo, en el caso de pacientes con VIH.
–Eso explica también por qué los hongos enferman a las plantas... Si utilizan a las plantas como sustrato...
–Es lo que yo estudio. Sin embargo, las plantas tienen su sistema de defensa (si bien no exactamente iguales a los del hombre o los de otro animal). Cuando hay un ataque del hongo sobre el ser vivo es porque hay una falla en el sistema de defensa. Lo que pasa es que tanto en los hongos como en los animales, hay también una situación de selección natural: se van seleccionando aquellos que tienen una resistencia o una defensa. Esas situaciones son las que les van incorporando resistencia a los organismos.
–¿Y qué es lo que hace usted dentro de su ámbito de investigación?
–En este momento estoy trabajando en los problemas que los hongos les producen a los árboles de la ciudad de Buenos Aires. Yo le había dicho que los hongos tienen enzimas. Esas enzimas se encargan de degradar, y ese es un proceso biológico muy importante. Si yo tengo un hongo que está degradando restos de plantas en un bosque, eso es muy importante, porque está contribuyendo al ciclo. Pero si ese mismo hongo está creciendo en la pata de mi mesa, entonces deja de ser benéfico. La biodegradación, que es muy buena, se puede transformar en biodeterioro cuando está influyendo en algo que a mí me puede afectar económicamente. Entonces el problema que tenemos es que el arbolado es muy antiguo, y los árboles con la edad van perdiendo su resistencia, se tornan más sensibles. Eso va unido a que un árbol no es un organismo de la ciudad: acá tiene la agresión de la temperatura, de los cables, de las cañerías, de la gente que escribe sobre sus cortezas, de los empleados municipales que podan mal, de los gases de los automóviles. Sin embargo, el árbol es sumamente importante en la ciudad, porque trae una cantidad de aspectos benéficos: oxigena, elimina agua del suelo, purifica el ambiente, detiene los ruidos.
–Aparte es estético...
–Sin duda. Pero con el tiempo hay hongos que se instalan en la madera y en las hojas. La mayoría de las veces, cuando se hace patología, se estudian los de las hojas. Nosotros, en cambio, nos dedicamos a los que aparecen en el tronco. ¿Por qué? Porque así como yo le comenté que debajo de la tierra están los filamentos, en el caso de los árboles estos filamentos están dentro del tronco. Y lo que hacen allí es degradar la lignina, que es lo que le da la estructura al árbol y lo que permite que un árbol de treinta metros sostenga su copa sin caerse. Los hongos son los únicos organismos que tienen enzimas capaces de degradar la lignina; se alojan en las ramas y empiezan a degradar. Pero yo no me doy cuenta de que hay un hongo dentro de ese árbol hasta que el árbol está podrido. El problema está que en una ciudad voy a tener una cantidad de árboles que, si bien parecen estar en buenas condiciones, están muy lejos de eso. La enfermedad es crónica: cuando ingresó dentro de la planta no hay posibilidad de sacarlo. Lo único que se puede hacer es evaluar qué tanta resistencia perdió esa madera, si es que se va a caer en el primer temporal o con el primer viento. El tema es tratar de evaluar qué hongos hay en la madera. Nosotros tomamos muestras y hacemos aislamientos en el laboratorio para identificarlos. Después hacemos ensayos de degradación sobre maderas del mismo tipo.
–¿Cómo están los árboles en general?
–Bastante mal. Hay un porcentaje bastante importante de árboles con presencia de hongos.
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