Miércoles, 15 de febrero de 2012 | Hoy
CIENCIA › DIáLOGO CON PAOLA SALIO, DOCTORA EN CIENCIAS DE LA ATMóSFERA
Vientos que suben, bajan y chocan: parece claro cómo termina una tormenta, pero no siempre se sabe cómo empieza. Y algunas, al norte de nuestro país, resultan particularmente singulares e intensas.
Por Leonardo Moledo
–¿Qué es lo que está investigando?
–Dos cosas básicamente. Una es la detección de tormentas a través de sensores remotos.
–¿A qué llama “sensor” y a qué “remoto”?
–Sensor remoto es un satélite en el espacio o un radar en la superficie de la Tierra. Se lo llama sensor remoto porque mide remotamente, desde lejos, una tormenta. Esa es una de las líneas fundamentales. Después, estamos haciendo cosas de aplicación, donde trabajamos en estimaciones de precipitaciones.
–Usted es investigadora, y por lo tanto hay cosas que no sabe y quiere averiguar. Hábleme de esas cosas.
–Las cosas que no sé son muchísimas. En la Argentina, desde el punto de vista de los fenómenos severos, hay un gran desconocimiento de cómo son nuestras tormentas, si son similares a las que ocurren en otros lados del mundo o no. Particularmente, desde el año ’97 hay un sensor que se llama TRIM que permitió ver que las tormentas del Norte de nuestro país son particularmente más intensas que en otros lados del mundo. Y eso no se sabe por qué. En la zona de Foz de Iguazú, Resistencia, Posadas, las tormentas son muy intensas, tienen mucha actividad eléctrica y producen fenómenos severos importantes. Eso es algo que no entendemos. No sabemos por qué se produce eso. Entonces ahora nos estamos haciendo preguntas desde el punto de vista interno de las tormentas: estamos tratando de ver si la estructura interna, la microfísica de las tormentas, tiene alguna característica específica que las diferencie de las de otras regiones del mundo.
–¿Por qué se produce una tormenta?
–Se necesitan dos mecanismos esenciales: uno es disponibilidad de vapor de agua en la atmósfera, y el otro es un mecanismo que haga que el vapor de agua que está cercano a la superficie, suba. Ese vapor de agua, cuando sube, se condensa y forma gotas. Para que esas gotas lleguen a ocupar toda la extensión de la atmósfera se necesita que la velocidad de ascenso sea muy eficiente, perdure un tiempo considerable, y eso es lo que hace que las gotitas en la atmósfera crezcan y luego puedan precipitar.
–¿Y por qué se dan esas condiciones para que suba el vapor?
–Hay varios mecanismos disparadores de tormentas. Uno es el que está ocurriendo en este momento en que estamos charlando.
–Bueno, hay un desfasaje temporal... el momento en que estamos hablando no es el mismo que el momento en que los lectores están leyendo...
–Bueno, como sea. Mire el cielo: mañana va a ser un día tormentoso, así que prepare el paraguas. El avance de un frente frío sobre nuestra región hace que haya un mecanismo de ascenso que permite que se dispare. Lo que nosotros necesitamos, de algún modo, es que haya un choque de masas de aire; en el choque, la más cálida, que es la más liviana, va a subir por sobre la más fría. El choque también puede producirse cuando ingresa la brisa desde la costa de la provincia de Buenos Aires: esa brisa es más fresca, genera un ascenso del aire caliente. Ese mecanismo inicial dispara la convección. Las tormentas que dispara la brisa de la costa son bastante severas porque es un mecanismo muy eficiente.
–¿Y el viento de la tormenta de dónde viene?
–Uno de los componentes del viento puede ser el arrastre que las mismas gotas producen cuando están cayendo. Al caer, generan movimiento en el aire, y ese movimiento en el aire genera el viento de superficie. Otro mecanismo, más eficiente que ése, es que las gotas cuando van cayendo se evaporan; al evaporarse, consumen energía del entorno; esa energía consumida hace que el aire se enfríe, pese más y entonces, cuando pesa mucho, llega a superficie y se desparrama.
–¿Y el granizo?
–Es un mecanismo que si bien ha sido explorado mucho en otros lugares del mundo, en la Argentina sólo fue explorado en Mendoza. En nuestra región, en general lo que suele suceder es que primero necesita un embrión: una gota que se congele en niveles altos. Esa gota debe ser grande y tener un ascendente muy potente.
–A ver...
–Tenemos una gota congelada adentro de una nube, que tiene que ser llevada hacia arriba rápidamente. La nube que la contiene tiene que persistir al menos tres o cuatro horas. Esas nubes en realidad son una cadena de nubes compuesta por una más joven en el frente y cada vez más viejas en la parte de atrás. Y lo que uno ve es que la partícula de granizo sube y luego por su propio peso, porque ya es pesada, baja. Luego vuelve a subir, y en ese período que subió se sigue formando capa de hielo en la superficie. Por ejemplo, si uno hace un corte de granizo, ve como capas de cebolla. Y además en los colores del granizo uno puede entender, si es blanco o traslúcido, cómo fue el proceso por el cual se formó.
–Pero no siempre se produce granizo...
–No, claro, no es un mecanismo tan eficiente.
–¿Cómo termina una tormenta?
–Lloviendo. Se descarga la precipitación y se estabiliza la masa de aire. La atmósfera es eso: un equilibrio entre aire estable e inestable.
–¿Y qué es lo que trata de averiguar de esas tormentas?
–Quiero saber cómo debe ser la estructura interna para llegar a generar granizo.
–¿Y cómo es?
–Usando los datos de radar, lo que vemos nosotros es que la estructura interna de la tormenta de granizo es como una especie de bóveda. Tratamos de entender dónde está posicionado el granizo.
–¿Qué es lo que tiene forma de bóveda?
–La estructura del campo de precipitación que está ahí adentro. Estamos tratando de ver, entonces, si esa estructura se condice con el granizo de nuestra región. Porque, por ejemplo, no se condice con el granizo en la región de Mendoza.
–¿Cuántas partículas de granizo caen durante una tormenta?
–No tengo idea. Sí le puedo decir gotas: pueden llegar a caer unas 3 mil gotas por minuto en una tormenta muy intensa, en una región de unos 20 centímetros cuadrados.
–¿Hay algún registro de cambio en las tormentas en los últimos veinte años?
–Por desgracia, la Argentina no tiene sensores remotos como para dar una respuesta para ese lapso. Lo que sí hay es un cambio en la distribución de los lugares donde está ocurriendo el granizo. Hay una leve tendencia a ver más posibilidades de granizo más grande en la Pampa Húmeda. Le podría dar una respuesta de los últimos diez años, y ahí sí se ve una tendencia a una mayor cantidad de tormentas.
–¿Y eso se debe al cambio climático global?
–Yo creo que lo del cambio global es dicotómico. Porque hay dos cosas: si aumenta la temperatura, hay una mayor posibilidad de disponer de una mayor cantidad de vapor de agua en una columna de aire. Porque si aumenta la temperatura, aumenta la evaporación, y al aumentar la evaporación, la atmósfera va a poder albergar mayor cantidad de vapor de agua. Pero a su vez esa mayor cantidad de vapor de agua en la atmósfera no significa necesariamente que se vaya a producir una tormenta: lo que tienen que activarse son los mecanismos de disparo de tormenta. Y los mecanismos de disparo de tormenta no están investigados. Entonces: ¿qué respuesta puedo darle yo?
–Exactamente, ¿qué respuesta puede darme usted?
–El cambio climático nos está dando la chance de tener tormentas más extremas. Pero todavía no podemos responder si este cambio genera una mayor cantidad de mecanismos disparadores.
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