Miércoles, 28 de noviembre de 2012 | Hoy
CIENCIA › DIáLOGO CON LUIS FAUQUE, DOCTOR EN GEOLOGíA, FACULTAD DE CIENCIAS EXACTAS
Aunque la mayor parte de los habitantes de nuestro país vive en zonas llanas, los deslizamientos rocosos representan un riesgo para los pequeños pueblos de montaña. No hay todavía estadísticas sobre las víctimas y pérdidas producidas por los deslizamientos.
Por Leonardo Moledo
–Hablemos un poco sobre los temas que investiga.
–Me parece perfecto. Fundamentalmente mi tema de investigación surgió hace mucho tiempo y está vinculado con deslizamientos. Yo he trabajado bastante en ese tema y los aportes más novedosos dentro de la geología están vinculados con ese tema. Esto comenzó hace mucho tiempo, en el año ’84. El que era director del servicio geológico me dijo que había que hacer un acueducto para llevar agua de bajo de la Alumbrera, entonces había que ver la vertiente catamarqueña del Aconquija, hay un Aconquija que separa Tucumán de Catamarca... Allí me fui a trabajar, trabajaba con baqueanos, y ahí vi las primeras avalanchas de roca en todas sus características. Después comencé a observar esas mismas cosas en todos lados. El deslizamiento es un tema que en nuestro país, por suerte, no es demasiado complejo.
–¿Por qué?
–En gran medida, porque la mayor parte de nuestra población es de zonas llanas. Hay ejemplos y hay deslizamientos espectaculares en la cordillera, y hay algunas pequeñas poblaciones afectadas por deslizamiento...
–Deslizamiento de tierras...
–De laderas. Rocas fundamentalmente. Por eso le digo que no es un tema tan complejo en nuestro país. Yo cuando doy mis clases a los chicos les digo: “Hay temas muy hermosos como la famosa tectónica de placas, que explica, por ejemplo, por qué los océanos están donde están o por qué los continentes están donde están..., entonces, existiendo un tema tan bello, ¿por qué tenemos que ocuparnos de cascotes que caen por las laderas, que es un tema aparentemente aburrido?”.
–¿Y por qué, entonces?
–Porque producen pérdidas de vida y daños económicos muy importantes. Entonces ahí cobra sentido el hecho de estudiar deslizamiento. En cuanto a qué cantidad de víctimas y pérdidas económicas, tendríamos que tener estadísticas, que en nuestro país no tenemos. En Estados Unidos se han hecho estudios y dicen que pierden 1,5 billón de dólares por deslizamiento y tienen entre 25 y 50 muertos por año. Ese tema cobra sentido, entonces, cuando sabemos que puede tener una utilidad práctica, como evitar pérdidas de vidas. Y acá tuve la oportunidad de detectar una pequeña población de Catamarca que vive bajo riesgo de deslizamiento y que salió en el diario en el año ’93 o ’94. El pueblo se llama Villa Vil. En general, cuando hay deslizamiento y hay muertos lo que se cuenta son los muertos. Pero si se puede hacer prevención en un lugar que está bajo riesgo de deslizamiento, nuestros estudios cobran sentido y tienen una gran utilidad. Nosotros pudimos detectar allí un riesgo, pero sólo nos ocupamos de la parte técnica. La gente que está a cargo del Poder Ejecutivo tiene que tomar las decisiones. Y muchas veces los políticos piensan más en votos que en personas: si uno dice que hay 400 personas afectadas por deslizamiento, cuyo pueblo puede quedar sepultado por las piedras, esperaría que hubiera alguna reacción. Pero 400 votos no dan para todo lo que hay que mover para desplazar ese pueblo.
–¿Y por qué se producen los deslizamientos?
–Hay un geólogo estadounidense que dice que es el proceso geológico más común.
–¿Por qué?
–Porque se necesitan dos cosas nada más: gravedad (que está en todos lados) y relieve. Esta lapicera, sobre un plano inclinado, cae porque hay relieve. Como los deslizamientos son materiales rocosos que se mueven por las laderas empujados por la gravedad hacia abajo...
–Tiene que ser material rocoso suelto...
–Hay de dos tipos. Puede haber roca fresca que se moviliza, por ejemplo; a veces la intensidad de una sacudida sísmica es tan grande que puede afectar muy profundamente el macizo rocoso y desprender roca fresca. Esa roca se tritura durante el movimiento, de modo que los depósitos de esos desprendimientos tienen una serie de características particulares que cuando uno ve el perfil del depósito reconoce que ése es un depósito que se va a deslizar.
–¿Cuáles son los dos casos de deslizamiento?
–Depende del tipo de material involucrado. Deslizamiento es una palabra general. Los de habla inglesa hablan de landslide e incluyen dentro de ese término un montón de movimientos. Nosotros los llamamos movimientos de remoción en masa. Pero hay muchos tipos: deslizamientos, expansiones laterales, vuelcos, caídas, flujos. Hay varios tipos de movimiento de masa. Otra cosa que resulta muy interesante: la cordillera estuvo englasada hace varios miles de años...
–¿Englasada..?
–Con glaciares. Cuando esos hielos se retiraron, el hielo dejó de ejercer presión por su propio peso sobre el piso y sobre los laterales de los valles. Al derretirse, las laderas se relajan, se acaba esa presión, y esa relajación de las laderas dio origen a infinidad de movimientos de masa muy grandes. Un ejemplo muy interesante es la pared sur del Aconcagua. Entre valle y valle muchas veces aparece una divisoria de aguas: ahí se cayó completa una divisoria, que permite ver el perfil de un valle glaciario, porque se cayó una parte que terminó generando un inmenso flujo que se fue valle abajo por el río Mendoza. Eso es muy común: en cordilleras se producen grandes eventos de deslizamiento. Hubo, por ejemplo, algunas avalanchas de roca que endicaron el río Mendoza. Es un río con un caudal muy importante; sin embargo, a lo largo del río a veces quedan restos de los depósitos que cerraron el valle y aguas arriba restos de depósitos lacustres, porque ese cierre de valles generó un lago en el pasado. Entonces ahí está el registro de esos lacustres...
–¿Y usted qué hace concretamente?
–Estudio los lugares de deslizamiento e informo. Uno tiene esa pequeña frustración de hacer correctamente la tarea técnica, informar que hay una población en riesgo y que después no ocurra nada.
–¿Es generalizado el problema en Argentina?
–Creo que sí. Usted recordará las inundaciones que hubo en Santa Fe, que se discutía sobre si había habido informe técnico o no. Otro ejemplo famoso es lo que ocurrió en Tartagal en 2009: esa inundación que vino de la sierra, un flujo de detritos (una especie de barro con mucho material inorgánico y troncos de árboles). Y en realidad el problema es que muchas veces eso se debe a que el hombre no sabe ver las cosas. Ahí en Tartagal hay un puente ferroviario; cuando uno tiene un río, el río tiene un ancho determinado. Ese puente, construido a fines de 1800, tiene 64 metros de luz, o sea, por debajo del puente hay 64 metros, que es el ancho de esa planicie por la que corre el río. Aguas abajo de ese puente se construyó un puente carretero mucho más moderno, con sólo 14 metros de luz. Cuando vino la creciente, los troncos de árboles se trabaron en esos 14 metros de luz, hicieron levantar el pelo del agua; los troncos que venían en superficie se calzaron por debajo del puente ferroviario y lo arrancaron hacia arriba. Y eso es lo que produjo la inundación en Tartagal; fue más consecuencia del hombre que del proceso natural. Si no hubieran ocupado esos 64 metros de luz que tiene la planicie aluvial, probablemente la creciente hubiera pasado y no hubiera afectado tanto a Tartagal como la afectó. Eso es porque se ahorró, se hicieron 14 metros de puente en lugar de 64 metros de puente, que es lo que corresponde. Es muy común que en las obras vinculadas con contener desastres naturales tenga poco peso la opinión del geólogo. Se desprecia el poder de la naturaleza, que en algún momento se resarce de que la minimicen de esa manera.
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