Sábado, 14 de mayo de 2011 | Hoy
Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn
Pese a la gran vergüenza de la moral humana ante el episodio Obama-Osama, la ética no se rinde y sigue su lucha silenciosa pero firme. Y pese al bombo de los medios del poder financiero mundial, el neoliberalismo económico –ayudado con el optimismo de Vargas Llosa– nos sigue mostrando a diario que necesita el gran debate. Veamos si no el caso Grecia, en el mercado común europeo, con su deuda de 65 mil millones de euros, para no hablar de la desocupación en España. ¿Y el modelo Estados Unidos? Más de seis millones de sus habitantes ya pasaron más de seis meses sin trabajo y más de cuatro millones no trabajan desde hace un año. Y el otro aspecto: las guerras en el mundo árabe, de una crueldad ya desatada en sus extremos. Aquí, como ejemplo, en Alemania, el Partido Liberal ha caído al cuatro por ciento en los pronósticos para las próximas elecciones.
Y basta leer el último informe de Unicef para mostrar a dónde nos lleva el sistema que domina el mundo: las catástrofes naturales que suceden de acuerdo con el cambio climático han producido el pasado año 296.800 muertos. La mitad, niños. Y señala textualmente: “Los niños son víctimas de doble violencia porque ellos, por falta de alimentación y enfermedades, ya presentan síntomas de debilidad. En los últimos años han aumentado sensiblemente las catástrofes de la naturaleza por el cambio climático: de 250 en la década del noventa a 392 entre el 2000 y el 2008, y ya en el 2010 alcanzaron a 373 de esas catástrofes, marcando un triste record.
Eso ya tuvo consecuencias en Alemania. El Partido Verde, cuyo programa es casi exclusivamente la defensa de la naturaleza y la lucha contra el sistema de consumo y de las centrales atómicas, ha ascendido en el voto como ningún otro partido. Ya ha ganado en uno de los estados del sur alemán y en las encuestas saltó del quinto lugar al segundo en el plano nacional. Un llamado de atención a la sociedad de consumo. Pienso en Buenos Aires a las seis de la tarde: un automóvil detrás de otro en inmensas masas de acero y gases, como gusanos unos detrás de otro, en el reino de la irracionalidad. Cambiar el cielo azul por las nubes de gases. Primero los niños. No, el auto.
Pero vayamos a lo positivo. Los pequeños pasos que dan los seres humanos ante la irracionalidad y los crímenes de otros. Por ejemplo, en Potsdam, cercano a Berlín, se ha inaugurado un museo dedicado a Johannes Lepsius, llamado “el ángel protector de los armenios”. Durante décadas olvidado y denostado, ahora surge su personalidad. Lepsius fue el hombre que –siendo Alemania aliado de Turquía en la Primera Guerra Mundial– atacó con toda energía al ministro de Guerra turco Enver Pascha y lo acusó junto a su gobierno de ser los autores de “el exterminio planificado de otra nación”, ya en 1915. Desde ese momento Lepsius no descansó. Se calcula que envió su denuncia, titulada “Informe sobre la situación del pueblo armenio en Turquía”, a más de veinte mil direcciones de todas partes del mundo. En 1916, en Alemania se prohibió el informe de Lepsius. Este, como reacción, creó la Obra de Ayuda al Pueblo Armenio con la que auxilió a los fugitivos y buscó para ellos albergue.
Ahora, en Potsdam, se ha inaugurado el Museo Lepsius, con todos sus documentos de denuncia, una galería de fotos con hombres armenios colgados de horcas en plazas públicas de ciudades turcas y la muerte en los caminos, de hambre, de miles de madres y niños armenios. En su inauguración, el ministro de Cultura alemán, este 2 de mayo, dijo que “este museo quiere recordar para siempre la conducta ejemplar de Johannes Lepsius”. Por supuesto, los miembros de la comunidad turca en Alemania protestaron por la inauguración del museo y lo mismo hizo el embajador turco señalando que este hecho “promueve la desestabilización de las relaciones germano-turcas”. Como si a la verdad hubiera que callarla de acuerdo con las circunstancias políticas. Es que como dijeron los diarios alemanes: “El recuerdo del genocidio armenio en manos de los turcos es todavía un tabú para la sociedad turca”. Es así, todavía ningún gobierno turco ha tenido el coraje civil de reconocer, en una actitud autocrítica, ese inmenso crimen contra la humanidad.
Una muestra más de que finalmente la ética triunfa, se impone en la historia pese a todos los prejuicios.
Por eso es positivo registrar todos los hechos en esa dirección, aunque parezcan de significado menor. Por ejemplo, antes de partir de Buenos Aires, recibí la noticia de que en la comuna de Ituzaingó, el concejal Sebastián Sanguinetti había presentado un proyecto de poner el nombre de Juan Esteban a la calle donde actualmente se halla el edificio del supermercado La Anónima. Me sorprendió como si se tratara de una de las tantas fantasías que nos presenta la realidad en nuestras vidas. Me pareció muy valiente y racional el pedido. Juan Esteban fue el peoncito rural que en la estancia La Anita, en la lejana Patagonia, fue fusilado en 1921 por las tropas del 10 de Caballería mandadas en ese momento por el capitán Viñas Ibarra, durante la huelga de peones rurales. Su único delito era ése, haberse adherido a esa huelga luego de que se votara en una asamblea. Ese fusilamiento fue de una crueldad sin límites porque ya entonces no había pena de muerte en la Argentina y, además, la antigua pena de muerte limitaba esa forma de represión a mayores de 18 años. Tal había ocurrido en 1909 cuando el joven Simón Radowitzky fue condenado a muerte por haber dado muerte al coronel Falcón, pero no pudo ser cumplido el fallo porque el acusado no había cumplido todavía los 18 años. Por eso, el fusilamiento del adolescente Esteban fue el punto más feroz de esa campaña militar. Justamente fue fusilado en la estancia La Anita, de la familia Braun Menéndez, cuyos descendientes directos son hoy los propietarios de la empresa La Anónima. En esa estancia está la tumba masiva de peones fusilados más grande de toda esa campaña militar, llevada a cabo solamente para custodiar los bienes de los latifundistas patagónicos. Nos parece un acierto el dar ese nombre a esa calle, así nos hace recordar aquel episodio tan injusto que ha manchado para siempre nuestra historia.
Y, para terminar, pero siempre buscando una respuesta ante la falta de conciencia del ser humano con respecto a sus propios crímenes y culpas, leemos el informe acerca de los fieles que han renunciado a pertenecer a la Iglesia Católica en Alemania. Señala que, debido a los casos de pedofilia que se comprobaron y que fueron cometidos por los sacerdotes de esa Iglesia, la renuncia de fieles fue en 2010 un 40 por ciento mayor que el año anterior. En 2010 se alejaron 180.000 fieles, es decir 50.000 más que en 2009. En el arzobispado de Colonia, la región alemana más católica, el número de renuncias de fieles creció un 42 por ciento. Una tendencia que cada año es más elevada. Por eso ha comenzado la discusión interna en esa Iglesia para acabar con el voto de castidad de los curas y permitirles el casamiento, tal como exigió Lutero hace más de 400 años. Pero estudiosos del caso señalan que no es sólo por los casos de pedofilia que los fieles se alejan, sino por la falta de respuesta de ese dogma a los adelantos de la ciencia y de las relaciones conflictivas del ser humano, además de la falta de definición con respecto al tema de la riqueza y la pobreza.
Es que la lucha por la dignidad es algo que debe tomar en sus manos el ser humano y no esperarlo de algún dios, rezándole. Actuar, para lograr la realidad en el mundo de las dos palabras definitivas: paz y justicia.
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