Sábado, 26 de octubre de 2013 | Hoy
Por Osvaldo Bayer
Mañana, día de elecciones en la Argentina. Los colegas y vecinos de aquí, Alemania, me hacen la clásica pregunta: “¿Y quién va a ganar?”. Les respondo con la respuesta porteña: “El más mejor”. Me miran, desorientados.
Es que justo la desorientación domina el mundo. Aquí en Alemania, luego del espionaje de Obama al teléfono celular de la primera ministra Angela Merkel, ha cundido la pregunta: “¿Y qué somos? ¿En qué mundo vivimos?”. Estados Unidos espía hasta a sus mejores amigos. Pero, más que eso, lo que debe predominar para aprender es la verdadera realidad de las naciones. En Alemania han caído, como un golpe en la nuca, dos estudios que acaban de ser publicados: la situación de los ancianos y de los niños en este país.
Sí, el país mejor organizado de Europa presenta dos realidades que hacen dudar una vez más del sistema capitalista. Una es la situación de los llamados “viejos”. Un estudio del Instituto Allensbach señala que tres cuartas partes de los habitantes de Alemania cree que la pobreza de los viejos es hoy un problema muy difundido en esta nación. Y nueve de cada diez piensa que esa pobreza en la vejez seguirá aumentando. Esto se debe al gran número de adultos sin trabajo y al aumento del sector que gana menos. Por otra parte crece el número de niños que vive bajo el nivel de pobreza. Justo hoy se ha publicado el estudio de Unicef que recomienda al gobierno alemán ayudas a las familias pobres. Justamente a las que tienen varios hijos. Uno de cada doce niños en Alemania creció por lo menos siete años en familias que tienen como entrada menos del 60 por ciento de lo que debiera ganar para llevar una vida conforme a sus necesidades.
Uno piensa: si Alemania, el país que figura entre los mejores organizados del mundo, padece esos problemas, ¿qué pasará en países más pobres, en Asia, en Africa, en Latinoamérica y también en Europa? ¿Cómo el ser humano no ha sido capaz aún de lograr un sistema que permita vivir sin privaciones graves a todos sus habitantes?
En Alemania, la Unicef recomienda que el dinero por hijo que pagan los gobiernos tendría que ser calculado de acuerdo con las entradas familiares y no igual para todos. A las familias pobres con muchos hijos, darles más ayuda que a las que tienen buen pasar. No sabemos si esto es realizable. La meta tiene que ser: jamás un niño con hambre, jamás un niño bajo el nivel de pobreza.
Y el cristianismo, ¿qué hace? Aquí, el escándalo del obispo católico de Limburgo, Tabartz van Elst, ha dejado gravísimas huellas. El emplear 31 millones de euros (ahora se sostiene que fueron 40 millones) en reformar su residencia ha ocasionado la renuncia de miles de alemanes a la religión católica. Los órganos de prensa, en general, han publicado todo lo que ha ido quedando al descubierto. Por ejemplo, que todos los obispos poseen un BMW, con domicilios más que confortables, lujosos algunos de ellos, y que cobran muy buen sueldo del Estado. El poder financiero de la Iglesia Católica en Alemania llega a los 170 mil millones de euros, ya que cobra mensualmente el 2 por ciento de cada sueldo o ganancias de los ciudadanos anotados como católicos. El papa alemán Benedicto declaró una vez al filósofo alemán Robert Spaemann: “¿Sabe usted cuál es el principal problema de la Iglesia Católica? Que tiene demasiado dinero”.
El sucesor del obispo Franz Peter Tabartz van Elst ha dejado al desnudo todo un mundo hasta ahora ignorado. La prensa investiga y opina sobre la Iglesia Católica con toda libertad. Ese obispo viene de una familia acaudalada. Cuando fue obispo de Münster, vivió en lo que sus amigos calificaban como “el palacio del príncipe heredero”. Y ahora, en Limburgo, empleó 31 millones de euros (o 40 millones) en reformar su residencia. El símbolo de este disparate lo marca la bañadera, comprada en 15 mil euros. El abogado de la Iglesia Católica, Thomas Schiller –según la revista Stern–, señaló: “El obispo Tabartz van Elst instaló un sistema de órdenes y obediencias. Su gente le tenía miedo. Pero ahora le están revisando sus armarios”.
Como ya se ha informado, el Papa argentino recibió a Tabartz van Elst y lo separó del cargo hasta que se pronuncie la Comisión investigadora de los bienes y gastos del obispo. Una buena medida, aunque fue tomada a mal por muchos fieles que querían ver ya mismo la cesantía del “representante de Dios” en la Tierra. Pero nos parece bien que primero se realice la investigación, se comprueben todos los delitos financieros del señor obispo y luego se tomen las medidas, que no pueden ser otras que su destitución absoluta. Claro, peor que todos los delitos del obispo acusado sería que la comisión eclesiástica investigadora lo calificara de inocente, cuando esos delitos están a la vista de todos.
La conducta del obispo de Limburgo va a obligar al Papa a profundizar la limpieza en la Iglesia Católica, si quiere detener la masiva renuncia de los feligreses de esa religión. La Iglesia Católica debería tomar el ejemplo de obispos como Angelelli y De Nevares –hombres de absoluta humildad–, que luchaban por la verdadera igualdad de todos. Y luchar por un mundo sin las diferencias que llevan al hambre de nuestros niños. Un sistema debatido entre todos y en libertad.
Estamos viendo ejemplos clásicos acerca de la decadencia del capitalismo tal cual se ejerce ahora. Ya que estamos en Alemania, hablaremos del caso Daimler-Benz, donde la comisión interna ha recurrido a la Justicia del Trabajo para denunciar los sueldos y aumentos que se han otorgado los directivos de esa empresa. Por ejemplo, el nuevo presidente del consejo directivo, Lothar Adler, cuando ascendió de vicepresidente a titular, recibió ya en 2008 un aumento de sueldo de nada menos que 100 mil euros.
O la crítica que ha merecido la primera ministra Angela Merkel cuando rebatió el argumento socialdemócrata de subir el pago mínimo de la hora de trabajo a 8,50 euros. Sí, la demócrata cristiana sostuvo que eso podría traer pérdida de fuentes de trabajo. Es decir, el temor de que muchas industrias cierren por no poder pagar ese aumento. Ridículo, porque con ese argumento los sueldos deberían haber quedado como en la Edad Media. Es decir, el único remedio es obedecer: obedecer para que el patrón no se enoje.
Pero también en China se producen estos frutos el capitalismo. A pesar de que se hizo fuerte con el régimen de Mao, ahora es el país más capitalista del mundo. Los 400 superricos de China han aumentado el año pasado su patrimonio en 400 millones de dólares, y la fortuna de los 100 chinos más ricos aumentó en un 44 por ciento.
Actualmente se calcula que existen 168 chinos que poseen más de mil millones de dólares. Parece el producto de una película de terror. O de una ironía del destino. China, nada menos. ¿Para dónde camina el mundo, para arriba, para abajo o definitivamente al precipicio eterno?
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