Miércoles, 12 de noviembre de 2014 | Hoy
Por Eva Giberti
Es la tercera vez que publico en Página/12 estadísticas referidas al abuso sexual contra niños y niñas; el porcentaje mayor, estimativamente el 80 por ciento, intrafamiliar.
Abusan y violan los padres, los abuelos, los tíos, los hermanos mayores y los compañeros de la madre que a veces cumplen función paterna.
O sea, la información es pública. En este caso se trata de niños y niñas de la ciudad de Buenos Aires cuyos familiares han recurrido a las comisarías para denunciar el abuso. A veces una madre, una tía o una vecina. Llegan con la víctima de la mano, en oportunidades solamente piden la intervención policial.
La policía inmediatamente se comunica con el Equipo que se ocupa de Delitos contra la Integridad Sexual y depende del Programa las Víctimas contra las Violencias del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, porque tiene un Orden del Día, desde el año 2006, y debe cumplirla; tiene obligación de convocarnos.
El Equipo se hace presente, dialoga con el niño o la niña, además de escuchar al adulto, y automáticamente se convierte en el testigo que habrá de reproducir su diálogo con el niño o la niña en calidad testimonial ante el juez porque es la primera persona técnica que toma contacto con la víctima. El juez atiende este testimonio que le resulta fundamental para la continuidad de la investigación.
Así sucede cuando se puede investigar, tal como recomienda la protección de niños y niñas descripta en los documentos internacionales. La protección es un hecho, no alcanza con las palabras y las quejas agrupadas, voluminosas y reiteradas.
Los números son explícitos. Este Equipo afirma que recibe cinco denuncias diarias por abuso sexual contra niños y niñas. Pero de ellas, tres adultos, después de denunciar, se niegan a instar la causa penal, es decir, a autorizar la investigación, el seguimiento del caso en el ámbito del derecho. O sea, la denuncia se cae, pierde eficacia, porque el abusador no será citado por la Justicia. Eso es exactamente lo que se espera: “cumplir con el deber” de denunciar. Pero que al abusador lo citen en Tribunales, que aparezca quizás un defensor de niños, que se pruebe el abuso y/o la violación y que el sujeto sea detenido... ¡Ah, no! Para tanto no.
Porque podría ser el padre del niño o de la niña, entonces la familia arriesga destruir la vincularidad, y como sabemos la familia debe estar protegida. ¿Y la protección de niños y niñas...? “Sí, bueno, pero no vamos a dejar al chico sin padre... Al fin y al cabo, los chicos se olvidan de esos episodios....” ¿Una niña se olvida que durante años su padre o su abuelo la manoseaban permanentemente y la obligaban a mantener el secreto para que la familia no se enterara? Lamento defraudarlos. Mi consultorio me ha colocado, y continúa sucediendo de ese modo, en contacto con adultas y adultos que a los cuarenta años o más me cuentan angustiados aquello que les sucedió durante su niñez y no pudieron mencionarlo, no hubo posibilidad de una revelación por temor, por vergüenza, y el desasosiego los acompañó durante toda su vida estropeándoles sus vínculos sexuales y sus experiencias vitales enhebradas permanentemente con ese recuerdo.
Los que “olvidaron”... cualquier día de cualquier año, debido a un estímulo inesperado, sienten que algo del pasado les devuelve las vivencias de aquella criatura y recuerdan entre nubosidades borroneadas pero presentes aquellas horas de asco y de terror.
También están aquellos y aquellas que se sobreadaptan a la situación y se mantienen apegados al abusador, entrenados en un sometimiento del que no pueden huir porque descuentan que no les van a creer. ¿Cómo dudar del abuelo que cuida al niñito mientras la mamá trabaja fuera de la casa?
No creerles a los niños y niñas es acumular goces en el océano de perversiones con las que el abusador se satisface.
Entonces, ¿qué hacer? Avanzar con la denuncia es una catástrofe familiar... Abusar de niños y niñas es una catástrofe para la familia y para quienes no pueden defenderse, porque el poder está en manos de los adultos. Los de la familia y aquellos jueces que contribuyen con su negación de los hechos.
Las estadísticas están, la policía, que al lado del Equipo que se ocupa de los Delitos contra la Integridad Sexual toma nota, también. Pendientes, por desidia moral o conveniencia económica, aquellos y aquellas que no avanzan en la denuncia y obligan a niños y a niñas a continuar conviviendo con el abusador.
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