Jueves, 21 de mayo de 2015 | Hoy
Por Pacho O’Donnell *
Durante la Feria del Libro el cubano-norteamericano Alberto Müller presentó su libro sobre nuestro Che Guevara con el título Valgo más vivo que muerto. Frase que el entonces capitán boliviano Gary Prado le adjudica al Che cuando fue atrapado por el batallón a su mando. Es sin duda una frase que apunta a desvalorizar el valor y la dignidad que sostuvo nuestro compatriota hasta el momento de su asesinato en la escuela de La Higuera después de alentar a su verdugo, el sargento Terán, a cumplir con su cometido.
Como Müller nombra a mi biografía junto con las de Castañeda, Taibo y Anderson como fuentes para su conclusión de que el Che fue enviado a morir y traicionado por Fidel Castro, me siento en la obligación de responderle, ya que es imposible encontrar en mi texto algo que avale tal afirmación.
Müller es un cubano escapado de la revolución castrista a Miami que luego regresó a la isla como agente de la CIA para preparar la invasión de bahía de los Cochinos y para llevar a cabo acciones terroristas. Los veinte años de prisión a que fue condenado y cumplió nada tuvo que ver con la condición de manso opositor político que pregona.
Vayamos a la verdad del final de Guevara y de su relación con Fidel: éste, más que alentarlo, trató de disuadirlo de su experiencia boliviana por la falta de condiciones para su éxito. Pocas horas antes de la partida le informa que el Partido Comunista había avisado que no prestaría ninguna colaboración. Pero el Che consideraba que ya no tenía nada que hacer en Cuba pues había sido derrotado en la interna desatada con los funcionarios y miembros del partido obedientes a Moscú, con cuyas políticas Guevara disentía, pero a los que Fidel debía privilegiar pues de allí venía la única ayuda con que contaba para sostener esa revolución a pocos kilómetros de su poderoso enemigo, los Estados Unidos. Por lo que lo que le esperaba al Che era una cómoda jubilación como reconocido héroe de la Revolución. No era imaginable eso para él. De allí su intento congoleño, al que él llamó un fracaso, aunque Kabila llegó al poder años después, y luego el que terminaría con su muerte en el sudeste boliviano.
Hay una diferencia fundamental entre estos intentos y la campaña de Sierra Maestra. Esta no fue combatida por los Estados Unidos pues estaban convencidos de que Fidel era un nacionalista democrático que no cedería a la influencia comunista del Che y de Raúl. Por otra parte. eran tiempos en que Washington buscaba desembarazarse de los terribles dictadores que había coronado en Latinoamérica como Batista, Pérez Giménez, Somoza y otros.
Las campañas del Che, en cambio, tuvieron en su contra al poder norteamericano concentrado, Pentágono, CIA, Comando Sur y sus boinas verdes, además del colonizado, armado y entrenado ejército boliviano. ¿Qué ayuda podía brindar el presidente de Cuba a un amigo aislado en las selvas de un país lejano, cuya acción era criticada por las más altas esferas de su propio gobierno, leales a la política exterior de la Unión Soviética? Eran tiempos de la Guerra Fría y ni el bloque occidental ni el comunista aprobaban ese movimiento guerrillero que violaba los acuerdos entre las grandes potencias. Cualquier participación del gobierno de Fidel en Bolivia hubiese generado un conflicto internacional con graves consecuencias para una revolución acosada como la que comandaba.
En el diario del Che en Bolivia no hay una sola acotación relacionada con la ayuda que Fidel podría prestarle. Ninguna. El Che comprendía clarísimamente la imposibilidad de la misma y no la reclamaba ni esperaba. ¿Alguien puede dudar de que era un político de raza que no podía ignorar las circunstancias internacionales del momento?
Como un ejemplo claro de su incólume amistad con Fidel, es conmovedor el dato que me aporta Benigno, uno de los tres sobrevivientes cubanos del combate final en la quebrada del Churo: en los últimos momentos, cuando ya la suerte está echada, el Che les dice a su puñado de colaboradores que no se dejaran tomar vivos, él ya sabía la suerte que les tocaría en ese caso, y que el último pensamiento fuese para Fidel y la Revolución. A lo que Castro ha respondido con el inmenso e indesmayable homenaje que su gobierno siempre ha rendido a la memoria de nuestro compatriota.
Me atrevo a suponer que el libro de Müller es un intento más de desacreditar a nuestro Che Guevara, a Fidel Castro y a la Revolución Cubana, seguramente condenado al fracaso como todos los anteriores y los que seguirán.
* Autor de Che, el argentino que quiso cambiar el mundo.
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