CONTRATAPA

Un Vietnam sin Vietcong

Por Immanuel Wallerstein *

El desafío a la ocupación estadounidense de Irak se volvió de pronto muy serio. ¿Puede Estados Unidos prevalecer allí? Por primera vez los medios y los políticos de todo el mundo toman la cuestión en serio. La discusión ya tampoco se centra en si Estados Unidos le traerá “democracia” a Irak, porque la cuestión dio la vuelta: ahora es qué puede hacer Estados Unidos para evitar que la situación sea un fiasco propio: “otro Vietnam” es la frase que comienza a repetirse.
Los aspectos negativos se apilan. Una guerra de guerrillas, ciertamente de bajo perfil pero continua, crece en las áreas centrales del país con población sunnita, y cada semana mueren entre tres y siete estadounidenses. Después de que la guerrilla emboscó, mató, mutiló y arrastró por las calles de Faluja a cuatro norteamericanos, los marines decidieron emprender contraataques de más envergadura. La considerable potencia de fuego empleada, incluido el ataque a una mezquita, ocasionó la muerte de cientos de iraquíes, verdadera carnicería de acuerdo al número de habitantes. La desproporcionada respuesta de los soldados de ocupación logró ya que incluso los simpatizantes más cercanos, como Adnan Pachachi –antiguo ministro de Relaciones Exteriores de Irak, miembro del consejo de gobierno iraquí y uno de los que más han respaldado a Estados Unidos–, denuncien el ataque militar estadounidense a Faluja como algo “totalmente inaceptable e ilegal”, una forma de “castigo colectivo”.
Entre tanto, Estados Unidos decidió que era el momento de desafiar abiertamente a Moqtada al Sadr, el joven radical chiíta más irremisiblemente hostil a la ocupación estadounidense. Lo que se logró con eso fue agitar el avispero, pues la gente de Al Sadr ocupó la ciudad santa de Najaf y otras urbes. Por el momento, Estados Unidos no se ha atrevido a intentar tomar Najaf. Es más, Estados Unidos produjo una delicada situación para Alí al Sistani, el más poderoso y moderado gran ayatola, cuyos seguidores se sienten atraídos ahora a militar con Al Sadr, especialmente después de las acciones estadounidenses. Al Sistani se mueve ahora con mucha cautela, con demasiada, dirá Estados Unidos.
Y por todas partes, la escisión chiíta-sunnita comienza a pasar a segundo plano mientras emerge con fuerza un patriotismo iraquí. Inclusive los kurdos hablan ya de esta manera. Así, lo que comenzó como acciones guerrilleras aisladas comienza a ser una resistencia, lo que hace una real diferencia. Las fuerzas de la resistencia no sólo mantienen bajo control algunas ciudades, sino que cortaron el camino entre Amman (en Jordania) y Bagdad, lo que amenaza las líneas de abastecimiento.
Además, varios grupos han emprendido el secuestro de los no iraquíes, como medida de presión significativa para los otros países que han enviado tropas o pertrechos como parte de la coalición encabezada por Estados Unidos. El apoyo popular en esos países había sido débil, desde el principio. Pero desde antes de la anterior escalada, el respaldo interno a esos gobiernos comenzó a erosionarse más. Ahora Estados Unidos tiene que invertir mucha de su energía diplomática en persuadir a sus socios de la coalición para que no retiren sus tropas, o para que envíen remplazos por las que ya se fueron. El barco hace agua, cuando Estados Unidos requiere de más tropas, no de menos.
Por supuesto que Estados Unidos puede enviar más tropas por sí mismo, aunque no tantas, a menos que reinstaure el reclutamiento, algo que sería la ruina política del gobierno de George W. Bush. Algunos políticos claman con fuerza pidiendo más tropas ya. Pero otros, tal vez no con tal volumen, hablan de la posibilidad de una retirada unilateral. A Bush no le gustaría ninguna de estas opciones, y confía en que la discusión amaine. Pero eso es casi imposible, pues el manejo de “la amenaza terrorista” por su parte, antes y después del 11 de septiembre de 2001, es ahora motivo de un debate nacional televisivo, bastante apasionado.
Muchos dirigentes políticos estadounidenses y de otros países dicen querer que Naciones Unidas y/o la OTAN asuman un papel mayor en el asunto. Pero aunque la dirigencia estadounidense repite este mantra (uno difícil de tragar, pues menosprecian a Naciones Unidas y a la OTAN), son renuentes al buscar la aprobación de las resoluciones necesarias.
El precio de esas resoluciones es alto: ceder mucho control en Irak. Y el gobierno estadounidense no está preparado, aún, para asumir algo así. De manera que busca lo que siempre ha querido: apoyo sustantivo de todos en los términos fijados por Estados Unidos. Pero Naciones Unidas y la OTAN tampoco están dispuestos; inclusive el consejo de gobierno iraquí, designado por Washington, se ha vuelto molesto.
Las elecciones en Estados Unidos se aproximan y la situación empeora. También se acerca la fecha mágica –el 30 de junio–, cuando Estados Unidos prometió devolverle la soberanía a los iraquíes. Y no parece haber un plan claro acerca de lo que hay que hacer, ni siquiera ahora. Estados Unidos reza (y quiero decir reza) porque de alguna manera Lakdhar Brahimi use todo su encanto e inteligencia para lograr que los iraquíes (todos ellos) acuerden fórmulas aceptables. Esto es un salto muy largo. Y aun si se hallara la fórmula, ¿tendrá un nuevo Estado soberano iraquí la fuerza militar suficiente para controlar la situación? Es muy difícil entender cómo. Porque si las tropas estadounidenses siguen dominando el escenario después del primero de julio, el poder soberano iraquí que resulte aparecerá ante el pueblo iraquí como un títere incapaz, y las bajas estadounidenses seguirán creciendo.
Qué puede ocurrir. Si alguien en el bando estadounidense tuviera un plan claro, pero ya, eso podría estabilizar la situación. Pero de Dick Cheney a Donald Rumsfeld, de Paul Bremer al general Abizaid, todos parecen jefes enloquecidos vagando en la niebla. En cuanto a los demócratas, todavía no deciden si denuncian al gobierno de Bush por iniciar la guerra o por no poder ganarla. En cualquier caso, a lo más que llega John Kerry es a revirarle el desbarajuste a Naciones Unidas (y tal vez a la OTAN). En resumen, el mismo mantra.
Hay un proverbio antiguo que dice que cuando uno está en un hoyo profundo, lo primero que hay que hacer es dejar de escarbar. Para dejar de cavar, sin embargo, la gente debe admitir lo malo de haberse metido en el agujero, para empezar. Si no lo malo en términos morales, por lo menos en términos políticos. Francamente no veo que nadie en Washington esté dispuesto a admitir nada. Así que es fácil predecir que Estados Unidos seguirá cavando.
Llegará el día, más pronto de lo que Estados Unidos supone, que tendrá que tomar la decisión de salir de Irak. Vale la pena recordar que, cuando Estados Unidos evacuó Saigón, en 1973, su enemigo estaba unificado y tenía fuertes controles sobre su propio bando. El Vietcong ordenó a sus soldados no disparar contra ningún helicóptero vulnerable que estuviera partiendo. El Vietcong estaba en posición de establecer, al instante, un orden en Vietnam. En Irak, no hay un Vietcong. Los iraquíes bien pueden dispararle a los helicópteros que se retiran.
Nadie en realidad se prepara en Estados Unidos para la era posterior a Irak, una que sin duda dejará residuos muy amargos. En la guerra interna estadounidense de mutuas recriminaciones, que ya se ve venir, es dudoso que alguien, de cualquier bando, tenga algo bueno que decir de Bush.

* Ex presidente de la Asociación Internacional de Sociología. Autor entre otras obras de El moderno sistema mundial y Después del liberalismo.
De La Jornada de México. Especial para Página/12.

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