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Respuesta a Giardinelli

 Por Gustavo Grobocopatel

Estimado Mempo:

Qué alegría poder intercambiar ideas, con respeto, entre personas comprometidas con el interior del país. El afecto que sentí de tus palabras lo retribuyo por los mismos motivos. En principio no me considero un experto, creo que las cosas son tan complejas que se necesitan miradas desde varios lados. Creo en los procesos colectivos con una certidumbre que me asusta. Lo que sí me estimula es el conocimiento, no como verdad, sino como proceso. No es que desestime lo emotivo, ya sabés que tengo una parte de músico, sólo digo que debe haber una tensión entre la emoción y la razón. Quiero decir también que no me hago cargo de todos los empresarios, como seguramente no te harás cargo vos de todos los intelectuales. Voy a hablar de mí mismo, mi empresa y mi punto de vista, que un amigo definió como la vista en un punto. Dejame entonces poder reflexionar sobre cada uno de los párrafos de tu carta y, como bien lo decís al final, que sea sólo el principio. Quizá pueda visitarte pronto en tu querido Chaco y vos en mi querida Casares, y así podamos, sobre las geografías, seguir construyendo juntos.

Es cierto que tengo intereses, todos los tenemos, pero creo que esto no me debe marginar del debate. Yo creo en el interés que también es compromiso y, mejor aún, integridad. En mi caso particular, mi interés está vinculado con el placer de la creación y la realización con otros. Todo lo que ves y te preocupa es sin duda una realidad que, desde mi punto de vista, se debe no sólo al oportunismo de algunos pocos, sino a la falta de un Estado de calidad, responsable y respondible. Los problemas que describís deberían ser resueltos con un ordenamiento territorial, con organismos de control, con justicia. Sin soja, este proceso de deterioro que observás se hubiera acelerado, más pobreza, más migraciones a las villas de Rosario o Buenos Aires. Los problemas importantes de degradación datan en el Chaco de mucho tiempo atrás, antes de la soja, y estaban vinculados con una agricultura con labranzas.

La agricultura sin campesinos es parte de un nuevo paradigma vinculado con trasformaciones en la sociedad. Es un proceso que observamos desde la década del ’40, no está asociado a una ideología y no afecta sólo al campo; también hay muchas industrias con menos obreros. Por supuesto que las políticas aceleran o retrasan el proceso y lo pueden hacer más o menos equitativo, pero es inevitable y, desde mi punto de vista, positivo más allá de los temores que despierte. Yo recuerdo a mi abuelo y sus vecinos trabajando en el campo, un esfuerzo enorme, con condiciones de vida hoy inaceptables, sin comunicaciones, sin acceso. La movilidad social era mucho más lenta, para ser agricultor tenías que ser hijo de... Hoy los emprendedores, no importa su origen, pueden llegar a ser productores. Un sistema de acceso muy democrático a los factores de la producción. También recuerdo, no hace mucho tiempo, a pequeños productores que estaban a punto de perder sus campos en manos de los bancos o de los usureros locales. Este nuevo sistema agrícola de servicios ha hecho mucho más por ellos que el Estado o los organismos públicos o multilaterales.

La nueva agricultura, con campesinos transformados en emprendedores, en proveedores de servicios, con hijos en las universidades o escuelas técnicas, con condiciones de trabajo calificadas, creo que es lo mejor para toda la sociedad. Hay más empleo, pero alocados en diferentes lugares, menos productores, más proveedores de servicios, más industrias. El impacto sobre la sociedad está estudiado incipientemente, pero los primeros resultados son optimistas. En un reciente trabajo encargado por Naciones Unidas se comprobó que diferentes grupos de interés vinculados con Los Grobo han ganado en autonomía, empleabilidad (que para mí es más importante que el empleo), enprendedurismo y liderazgo. Una sociedad más libre, más creativa, con más capacidad de adaptarse a los cambios, con más acceso al conocimiento. Por supuesto que esto no basta. Tenemos que tener un Estado e instituciones fuertes, robustas, que faciliten, que estimulen, que den igualdad de oportunidades.

Mempo, en Casares el agua está contaminada igual y en muchos lugares también, pero esto no es por la soja. No es que no haya riesgos; en Europa, las napas están contaminadas por siglos de agricultura irracional; felizmente en la Argentina no tenemos esos problemas y hay que prevenirlos sobre la base de los conocimientos y la presencia de un Estado que controle, que no es lo mismo que detener o impedir. Yo creo que la desocupación es menor a la que hubiera habido sin soja, en todo caso lo que falta es la industrialización de la soja en origen y así dar más trabajo. Por ejemplo, transformar la soja en pollo, cerdos, milanesas o derivados lácteos. El tema es cómo se estimula ese proceso. Mi punto de vista es que debería ser la inversión privada con incentivos desde el Estado. Para que haya inversión tiene que haber una percepción de que el esfuerzo vale la pena. En nuestro país el éxito está mal visto, los empresarios son permanentemente degradados, los emprendedores no tienen ganancias suficientes porque la presión impositiva es grande, no hay posibilidades de invertir. Yo puedo decirlo, ya que contra viento y marea en los últimos años invertí en producción de pollo, de harinas, de fideos, etcétera. No lo hice con ganancias grandes, tuve que vender el 25 por ciento de mi empresa a inversores brasileños y no tuve gran apoyo de los bancos. Qué bueno sería que sean las ganancias genuinas las que incentiven estas inversiones y que haya grandes empresas nacionales que se globalicen y sean parte de una gesta nacional en el mundo. Entonces en Charata o en Sáenz Peña o cualquier otro lugar de Chaco tendríamos más trabajo y retendríamos a la gente en sus lugares. No para subsistir sin dignidad, que para mí es sinónimo de “agricultura familiar”, sino para vivir con calidad y oportunidades.

Yo creo que los beneficios de la agricultura están distribuidos en la sociedad. La Argentina este año crecerá el 7 u 8 por ciento, de eso el 3 por ciento se debe a la soja. Y hay otros sectores vinculados: la industria automotriz, petroquímica, química, electrónica, metalmecánica, etcétera. No hubiesen sido posibles las Asignaciones por Hijo, los aumentos a jubilados, sin el aporte del campo. No es lo único, por favor; pero debemos reconocer y agradecer el aporte. Aunque sea sólo para que haya entusiasmo y seguir aportando.

Las cosas que te preocupan tienen para mí otra lectura: gracias a la siembra directa no estamos desertificando más, el glifosato es el menos malo de los herbicidas y no pasa a las napas porque se destruye al tocar el suelo. La desigualdad no se puede combatir si no hay creación de riqueza, salvo que quisiéramos igualar para abajo. Creo que la sociedad se debe un debate claro y objetivo sobre estos temas.

Dejame que te dé otro punto de vista sobre la “voracidad rural”. Hoy un productor aporta el 80 por ciento de sus ganancias como impuestos, con el agravante de que si pierde dinero sigue pagando. El problema no es pagar impuestos. Yo creo que debemos pagar muchos impuestos y fortalecer al Estado. El problema es cómo se paga. Las retenciones son anti-Chaco, anti–desarrollo rural, anti-equidad. De esto tengo certeza. Hay que cambiar el modelo impositivo, en forma transicional, pero urgente. Por más parches que se les ponga como segmentaciones de todo tipo, devoluciones, si esto no ocurre, no podremos dar vuelta la página y caminar hacia el desarrollo inclusivo. Aquí hay varios socios para que esto no cambie: parte de los políticos, muchos empresarios y muchos confundidos por las peleas políticas de corto plazo.

Creo que los empresarios debemos tener una responsabilidad enorme en este proceso, también los intelectuales, los académicos y todos los sectores de la comunidad. La acusación de negrear o comprar medios es, por lo menos, injusta para la mayoría que cumplimos con nuestras obligaciones. No digo que no haya casos, pero no puedo aceptar este prejuicio como parte de un debate equilibrado entre lo emocional y lo racional. Los prejuicios no ayudan a las emociones y a las razones.

Espero, con entusiasmo, el momento de vernos personalmente y discutir sobre, como bien vos decís, nuestro amado país.

Un abrazo.

* Respuesta a la nota publicada por Mempo Giardinelli en la edición del miércoles 11 de agosto.

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Imagen: Focus
 
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