Martes, 15 de mayo de 2012 | Hoy
ECONOMíA › OPINIóN
Por Mark Weisbrot *
Uno de los grandes mitos sobre la economía argentina es que el crecimiento rápido de la economía durante la década pasada se debe a un “boom de las exportaciones de commodities”. Por ejemplo, el 26 de abril el The New York Times publicó: “Gozando de un boom de las exportaciones de commodities como la soja, la economía argentina creció a una tasa promedio del 7,7 por ciento entre 2004 y 2010, casi el doble del promedio anualizado del 4,3 por ciento en Chile, un país frecuentemente citado como modelo para las políticas económicas”. Michael Shifter, presidente del Diálogo Interamericano y probablemente la fuente más citada sobre América latina en la prensa de Estados Unidos, escribió un artículo despectivo sobre Argentina hace algunos días donde afirma: “Si las ventas y el precio de la soja, el producto principal de exportación de Argentina, siguen altos, el país quizá pueda ser capaz de seguir su camino de crecimiento económico”.
No he visto a ningún economista afirmar que el crecimiento económico extraordinario de Argentina en los últimos nueve años –que lo ha llevado a niveles record de empleo y a una reducción de dos tercios en la pobreza – ha sido impulsado por la soja o un boom de las exportaciones de commodities. Tal vez sea porque no es verdad.
¿Qué significa tener un “boom de los commodities” o el crecimiento impulsado por la exportación de commodities? Una posibilidad se basaría en la cantidad: la producción y la exportación de estos productos crece tan rápidamente que constituyen una gran parte del crecimiento real de producción en el país. Por lo tanto, como un asunto de contabilidad, podríamos considerar el crecimiento del PIB real para 2002-2010 y preguntar, ¿cuánto de este crecimiento real (ajustado por inflación) se debe a las exportaciones de commodities?
Resulta que sólo el 12 por ciento del crecimiento real del PIB durante este período se debió a algún tipo de exportaciones en lo absoluto. Y sólo una fracción de este 12 por ciento se debió a las exportaciones de commodities, incluyendo la soja. Por lo tanto, el crecimiento económico de Argentina de 2002-2010 no fue una experiencia de crecimiento impulsado por las exportaciones, bajo ningún concepto, y todavía menos un “boom de los commodities”.
La otra posibilidad se basa en los precios: los precios de la soja y las exportaciones de otras materias primas también subieron durante una parte de este período. Esto puede impulsar la economía de varias maneras, incluso si la cantidad física de exportaciones no aumenta tan rápidamente como la economía. Si esto estuviera impulsando el crecimiento de la economía argentina, esperaríamos ver un crecimiento del valor en dólares de esas exportaciones más rápido que en el crecimiento del resto de la economía. Pero esto tampoco ocurrió. El valor de las exportaciones agrícolas (incluido lo de la soja, por supuesto), como porcentaje del PIB, no subió durante la expansión. Estaba a aproximadamente un 5 por ciento del PIB cuando la economía comenzó a crecer en 2002 y a un 3,7 por ciento del PIB en 2010.
En otras palabras, no existe ninguna historia plausible que alguien pueda extraer de los datos para apoyar la idea de que el crecimiento argentino durante los últimos nueve años fue impulsado por un “boom de los commodities”. ¿Por qué es importante esto? Bueno, como el economista Paul Krugman notó, “comentarios sobre la Argentina tienen un tono más que negativo: la Argentina es irresponsable, está renacionalizando sus industrias, tiene un discurso populista, así que les deber ir muy mal, sin importar lo que los estudios indiquen”. Lo cual, él señala, “no habla bien del estado del periodismo sobre la economía”. Y lo seguro es que no.
El uso del mito del “boom de los commodities” es una manera en que los detractores de Argentina hacen caso omiso del crecimiento económico de Argentina como pura casualidad. Pero la realidad es que la expansión económica ha sido liderada por el consumo interno y la inversión doméstica. Y sucedió porque el gobierno argentino cambió sus políticas macroeconómicas más importantes: monetarias, fiscales y cambiarias. Eso es lo que sacó a Argentina de su depresión de 1998 a 2002 y la convirtió en la economía de crecimiento más rápido en las Américas.
Las políticas que actualmente se están imponiendo en las economías de la Eurozona, especialmente las más débiles, son similares a las que Argentina sufrió durante la depresión que la llevó a su impago de las deudas y la devaluación. Estas políticas fueron procíclicas, es decir que amplificaron el impacto de la recesión. Junto con una tasa fija, y un tipo de cambio sobrevaluado, hicieron que la economía empeorara. Debido al impago de su deuda y a la devaluación de su moneda, Argentina quedó libre para cambiar sus políticas macroeconómicas más importantes.
Si las autoridades europeas siguen bloqueando la recuperación económica de la Eurozona con medidas de austeridad sin sentido, cada país querrá considerar alternativas más racionales con el fin de restablecer el pleno empleo. Se les dice a los habitantes de Grecia, España, Portugal, Irlanda y otros países que se tienen que tragar esta medicina amarga, y que no hay alternativa al sufrimiento prolongado ni al alto desempleo que están experimentando. Sin embargo, la experiencia argentina indica que esto no es verdad. Sin duda, hay alternativas mejores y no tienen que ver con la soja ni los booms de exportaciones de los commodities.
* Economista del Center for Economic and Policy Research.
Nota aparecida en The Guardian.
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