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 Por Alfredo Zaiat

En la tarea de promocionar el libro de memorias de su gestión durante la crisis que estalló en 2008, el ex titular de la Reserva Federal (banca central estadounidense) Ben Bernanke reveló lo que se sabe pero no se dice habitualmente: la existencia de impunidad de la gran banca internacional para cometer fraudes y estafas. El lunes pasado empezó a distribuirse The courage to act. A memoir of a crisis and its aftermath donde Bernanke realiza el balance de su tarea al frente del banco central más poderoso del mundo durante la peor crisis económica desde la depresión del treinta del siglo pasado. Confiesa que cree que banqueros de Wall Street deberían haber terminado en la cárcel pero, a la vez en línea con el pensamiento y la acción del poder político de Estados Unidos, afirma que ni los financistas ni las entidades pueden ser encarcelados. Apunta que la estrategia del Departamento de Justicia debería haberse concentrado en la responsabilidad de los individuos y no sólo en las corporaciones porque “es obvio que todo lo que se hizo ilegalmente no fue por una entidad abstracta”.

La gran banca internacional fue multada por organismos de control con miles de millones de dólares por diferentes delitos cometidos antes y en el transcurso de la actual crisis financiera, que aún sigue presente extendiéndose a la economía real con estancamiento de la actividad y caída del comercio mundial (como se analizó el domingo pasado aquí, la OMC disminuyó su previsión de crecimiento del intercambio de bienes y servicios del 3,3 a 2,8 por ciento para este año). En una entrevista con el diario USA Today para difundir su libro de más de 600 páginas, Bernanke afirmó que los bancos no pueden ir a la cárcel pero que algún ejecutivo debería haber ido. Es la postura conocida de culpar a empleados infieles o irresponsable por la debacle financiera. Pero la crisis en el corazón de las finanzas globales no ha estallado por maniobras diseñadas por ejecutivos codiciosos, sino que el origen debe bucearse en su rasgo sistémico. O sea, la raíz de la crisis se encuentra en el propio funcionamiento de la actual fase del capitalismo global dominado por las finanzas.

El cuadro que acompaña esta columna exhibe los casos más emblemáticos de sanciones a bancos internacionales. El más resonante por el monto involucrado tuvo como protagonistas a los bancos Wells Fargo, JPMorgan, Citigroup, Bank of America y Ally Financial, entidades que aceptaron de forma colectiva pagar la histórica suma de 25 mil millones de dólares para evitar juicios por haber realizado embargos inmobiliarios abusivos. El fraude con los créditos hipotecarios denominados subprime lidera ese ranking de multas, con la gran banca de Estados Unidos desembolsando unos 130 mil millones de dólares para extinguir investigaciones oficiales. La estafa con esos préstamos no ha sido la única causa de sanciones. Fueron multados también por blanqueo de capitales, manipulación de la tasa interbancaria de Londres, del mercado de divisas y productos derivados, y violación de sanciones económicas.

Existen diferentes estudios sobre el monto global que hasta ahora han abonado en el rubro sanciones los grandes bancos internacionales. La firma CCP Research Foundation, con sede en Londres, calculó que las diez mayores entidades del mundo han pagado en los últimos seis años multas por 262.000 millones de dólares (más de la mitad del PIB argentino). Otra estimación fue realizada por Boston Consulting Group en el documento “Global Risk 2014-2015: Building the Transparent Bank”, calculando 178.000 millones de dólares entre 2009 y septiembre de 2014. El banco de inversión Morgan Stanley realizó por su parte una investigación sobre las futuras cuentas a pagar de las entidades. Evaluó que bancos europeos y estadounidenses deberán desembolsar 70.000 millones de dólares más hasta fines de 2016 por indemnizaciones y multas por manipulación de mercados de divisas e hipotecas. Así el monto total ascendería a 248.000 millones de dólares.

Miles de millones más o menos, esas sumas fueron entregadas por los bancos para evitar juicios o para disminuir sanciones de los respectivos organismos de control. Sus ganancias en los balances se resienten un poco pero han seguido acumulando utilidades crecientes. O sea, contabilizan ganancias por fraudes y manipulación de mercados, pagan una multa que es por un monto menor a la utilidad obtenida, y continúan con el negocio. Las autoridades de control estadounidenses y europeas golpean un poco a los bancos en el rubro ganancias pero sin dañarlos. En realidad las multas impuestas a bancos no permiten poner fin a sus comportamientos fraudulentos.

La posición políticamente correcta de Bernanke postulando que algún financista debiera haber ido a la cárcel es la misma que libera a los bancos de su responsabilidad. La postura oficial de brindar impunidad a banqueros y a bancos fue expresada por el entonces procurador general de Estados Unidos, Eric Holder, en una presentación realizada en junio de 2013 ante la Comité Judicial del Senado. Holder resumió la doctrina oficial con el precepto “Too big to prosecute o to jail”: demasiado grande para enjuiciar o para encarcelar a los banqueros. Es la reformulación del postulado Too big to fail, justificación de responsables de las bancas centrales, como lo fue Ben Bernanke, para rescatar a los grandes bancos durante la crisis para evitar supuestos males mayores en la economía. Holder dijo en forma textual: “Estas instituciones son tan grandes que es difícil llevarlas ante la Justicia y, si se hace, nos daremos cuenta de que, efectivamente, inculparlas por sus actividades criminales podría tener repercusiones negativas para la economía nacional, incluso mundial”.

El argumento dominante entonces es que los grandes bancos cometen una gran cantidad de actividades delictivas, pero no se los enjuicia porque alteraría la “estabilidad financiera”. Esto significa que los bancos no son sujetos alcanzados por la ley como el resto de las empresas o de las personas, sino que son entidades que están fuera del alcance general de la justicia. Los bancos tienen por lo tanto impunidad para delinquir. Los banqueros no van presos ni los bancos pierden su licencia para operar. Pagan la multa después de alcanzar un acuerdo en la justicia o con los entes de control financiero y pueden continuar con sus fraudes a pequeños ahorristas, manipulación del mercado de commodities, del oro o de la tasa Libo, la utilización de información privilegiada, o la oferta a sus clientes ricos de una plataforma para la evasión, fuga y lavado de capitales.

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