Viernes, 14 de agosto de 2009 | Hoy
EL MUNDO › ENTREVISTA CON EL CANDIDATO PRESIDENCIAL CHILENO MARCO ENRIQUEZ-OMINAMI
Su campaña política no se concibe sin la inmediatez de Twitter, la masividad de Facebook, el análisis de los blogs o la popularidad de YouTube. Critica los viejos dimes y diretes de la izquierda y derecha de Chile.
Por Christian Palma
Desde Santiago de Chile
Fue uno de los “sobrinos” predilectos de la Concertación. Hasta no hace mucho llamaba “tíos” a Lagos y Bachelet, entre otros pesos pesado. Hijo de Miguel Enríquez, el asesinado secretario general del MIR, el Movimiento de Izquierda Revolucionario –que se enfrentó a balazos con la dictadura de Pinochet–, y de la periodista Manuela Gumucio, que más tarde se unió al senador socialista Carlos Ominami, uno de los fundadores del bloque oficialista que recuperó la democracia a principios de los ’90 en Chile. Hablamos de Marco Enríquez-Ominami, quien tuvo que partir al exilio a los dos meses de vida a Francia, donde se hizo filósofo y cineasta, y que hoy tiene “revolucionado” al rancio y empaquetado mundo político chileno. Casado con una famosa animadora de televisión, no se esconde al debate; de hablar rápido, “no me gusta perder el tiempo”, dice. Maneja a la perfección las nuevas tecnologías. De hecho, su campaña política no se concibe sin la inmediatez de Twitter, la masividad de Facebook, el análisis de los blogs o la popularidad de YouTube. Ahí, con 36 años, saca ventaja a los otros aspirantes a La Moneda. Y no sólo en el voto joven. Su discurso –contrario a los viejos dimes y diretes de la izquierda y derecha de Chile, ajeno a los errores de los gobiernos concertacionistas– prende y a la gente le gusta. Ahora, “Marquito” creció, al igual que sus posibilidades para ser presidente. Su candidatura ya bordea el 20 por ciento de las preferencias, restando aún cuatro meses de carrera.
–¿Qué siente al revisar las encuestas que le dan sobre el 20 por ciento?
–Satisfacción por haber logrado conectar con el sentimiento de millones de chilenas y chilenos que ven con malestar la captura del Estado, la política y la agenda pública por parte de una generación de dirigentes que han hecho de los partidos las corporaciones desde donde se administran ventajas y privilegios para unos pocos. Una casta de líderes que ha convertido a la tran-sacción de cupos en su ocupación de tiempo completo y han conseguido con ello un estancamiento algo oscurantista de lo público.
–¿Por qué los chilenos deberían votar por usted?
–Porque Chile puede y merece más. Porque hemos avanzado en múltiples áreas, pero aún tenemos tareas urgentes que acometer. Necesitamos derribar muros construidos con lógicas del pasado y alcanzar un nuevo acuerdo-país que se haga cargo de nuestros nuevos sueños y nuestras nuevas tareas. Los otros candidatos tienen lenguaje, miedos y motivaciones del siglo pasado.
–¿Cuándo decide ser candidato?
–Cuando se abrió la posibilidad de primarias en la Concertación (las que luego fueron modificadas para evitar que compitiera en ellas). Tenía, desde hace mucho, un juicio crítico de lo que pasaba en Chile y en los partidos, y vimos en ello una oportunidad para poner el tema en el centro del debate. Antes de ser diputado expresé y desarrollé un punto de vista crítico mediante documentales, un libro y una fundación que convocó a muchos, es decir, tampoco fue de un día para otro.
–¿En qué etapa está su campaña?
–En una transición desde la campaña de legitimación y posicionamiento hacia una campaña orientada al triunfo en primera vuelta. Debemos vencer a dos estructuras gigantes, acostumbradas a repartirse el poder. Un candidato multimillonario y otro que es sostenido por el aparato estatal. Ambos muy queridos y respaldados en los círculos del poder tradicional.
–¿No siente que ha traicionado a la Concertación?
–Para nada. La Concertación es tan dueña de sus éxitos como de sus fracasos.
–¿Existe algún político que usted admire, que lo guíe de alguna manera?
–Creo que los países tienen sus propias lógicas, necesidades y ritmos, pero sí reconozco liderazgos que han aportado en sus respectivos tiempos y naciones. Mitterrand en Francia, Evo Morales en Bolivia, Lula en Brasil y lo que hasta ahora hace Obama en EE.UU., por distintas razones, son una muestra de lo que uno aspira. Son liderazgos que han encarnado bien lo que sus países han requerido en su momento.
–¿Por qué sus contendores temen al debate que usted propone?
–Porque viven de los silencios de la transición. Su fortaleza es el statu quo, le temen al debate, la interpelación y la transparencia. Tienen demasiado que defender y perder. Son en esencia conservadores que le temen y no entienden el nuevo Chile.
–En materia internacional, ¿cuál es su planteamiento para la región?
–América latina es nuestro entorno geográfico natural y la integración de nuestros pueblos potencia nuestras capacidades económicas y políticas, enriquece nuestra cultura, reafirma nuestra identidad y asegura nuestra independencia. Para Chile resulta vital contribuir a este proceso y ello transcurre por el desarrollo de una política de diálogo con nuestros vecinos, que posibilite resolver diferencias históricas muchas veces artificiales y actuar sobre la base de la mutua conveniencia, tanto en la complementación de nuestras economías como en la defensa de nuestros intereses frente a terceros.
–¿Qué relación personal tiene usted con la Argentina?
–La he visitado muchas veces. Haciendo o promocionando películas, buscando actores y actrices, paseando, comprando y disfrutando. La verdad es que me encanta la Argentina, mi contacto más intenso fue por un documental sobre Gardel, donde visité el orgullo trasandino y conocí el enorme cuidado que le otorgan a la identidad, con el Día Nacional del Tango.
–¿Qué opina del conflicto con Bolivia?
–Bachelet y Morales han avanzado mucho en los temas bilaterales. A partir de eso es que hoy soy un convencido de que se puede avanzar aún más, de manera pragmática y fraterna.
–En su blog, usted ha señalado que el Estado chileno debe garantizar educación gratuita. ¿Cómo?
–Mediante una definición constitucional distinta de la que tenemos, será deber del Estado garantizar educación de calidad, superar el concepto de Estado subsidiario en la educación. Por otra parte, mediante una reforma tributaria, transferir más de mil millones de dólares al año para la educación, para derrotar la pobreza y la inequidad. El modelo de gestión basado en la competencia entre colegios ha fracasado por eso mismo, por suponer que porque compiten los colegios serán mejores los niños los que salgan de allí. Esa es una mirada insuficiente: en Chile, al año salen 100 mil niños que no entienden lo que leen. La educación no es un gasto, es una inversión.
–¿Debería despenalizarse la marihuana en Chile?
–Estamos abiertos a ese debate, no cerrados. En los próximos meses avanzaremos de modo formal sobre una propuesta revisionista del prohibicionismo.
–¿Qué opina del gobierno de Cristina Fernández?
–No los conozco, soy malo para emitir juicios no complejos sobre liderazgos pero, como todo en la vida, miro con simpatía planteamientos de los Kirchner en el sentido de que no todo lo que es bueno para Estados Unidos es bueno para el mundo; y observo con preocupación otras materias, tengo juicios siempre complejos sobre los líderes.
–¿Qué opina hoy de Evo Morales, Michelle Bachelet y Hugo Chávez?
–De Evo creo que es un presidente que al tener una legitimidad iné-dita debe ser observado con interés creciente y que muchas de sus políticas son democratizadoras para un país que conoce con contrastes preocupantes la democracia. Con Bachelet toda mi admiración por su perseverancia en materia de protección social y de integración con los vecinos. De Chávez, el que nos propone un mundo multipolar, me parece que debe ser oído con atención. Que haya expulsado a Vivanco (José Miguel, de Human Rights Watch) no me gustó.
–¿Coincide usted con Kirchner, quien dijo que “la máquina de generar pobreza es la concentración económica”?
–Totalmente, por eso he presidido comisiones parlamentarias que apuntan principalmente a corregir eso. Agregaría que toda forma de concentración tiene ese efecto. La concentración del poder político también es regresiva, económicamente hablando. Promuevo un cambio del sistema político, para avanzar hacia un semipresidencialismo y un federalismo atenuado, el sistema que tenemos en Chile es colonial y borbónico.
–¿Qué opina de que Chile aún dependa de gas argentino?
–Creo que es el ejemplo de cómo un gobierno puede echar a perder oportunidades; nadie en Chile observó que el crecimiento económico argentino podría afectar nuestro acceso al gas.
–¿Legalizaría el aborto?
–Necesitamos una legislación que nos saque del exclusivo club de países donde no existe legislación alguna, como son la isla de Malta, El Salvador y el Vaticano. Chile está en deuda con los derechos civiles en general y en particular con los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.
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