Domingo, 16 de mayo de 2010 | Hoy
EL MUNDO › ENTREVISTA CON ANTANAS MOCKUS, CANDIDATO A PRESIDENTE DEL PARTIDO VERDE EN COLOMBIA
En diálogo con Página/12, el filosófo y matemático Aurelijus Rutenis Antanas Mockus Šivickas explicó los ejes de su propuesta de gobierno con su ya natural tono catedrático, seco, fluido y a veces complicado.
Por Por Katalina Vásquez Guzmán
Desde Medellín
Mujeres y más mujeres rodean a Antanas Mockus. Esa noche, en Medellín, el candidato presidencial cierra uno de los mejores días de su campaña. Se ve, aunque cansado, complacido mientras jovencitas y señoras lo abrazan y le gritan “¡lindooo!”. Al terminar el concurrido foro en la universidad pública, las estudiantes lo esperan para tocarlo y él, cariñoso, las saluda con la mano antes de abordar la camioneta atestada de escoltas. Minutos después está encerrado con su esposa en el camerino de un teatro. “Que no los molesten”, dice un hombre de radio y audífono que no se despega de la puerta. La señora, Adriana Córdoba, concede quince minutos a la prensa internacional para entrevistar al candidato. Los reporteros locales no podrán ni acercársele. Por el rumor de amenazas contra la vida del profesor, fueron reforzados los esquemas de seguridad. Los eventos públicos son peligrosos para este hombre, el que más posibilidades tiene de suceder al presidente Alvaro Uribe Vélez en el poder. Hay tensión en la rigidez y el silencio de los guardaespaldas, y confianza en la mirada transparente de Mockus.
Son las seis de la tarde y, tras un agitado día, el profesor tiene media hora libre. Su esposa la reserva para ellos. Por eso, estricta como su suegra en uso del tiempo, Adriana despide a fotógrafos y redactores afanadamente, arrugando la cara. También parece cansada, está despeinada, no lleva maquillaje y se viste como casi todos los que acompañan al candidato: jeans, remera verde y lápiz en mano. La candidata a primera dama tiene la piel morocha, rasgos indígenas y un fuerte tono de voz. No se parece, ni de lejos, a las esposas de los otros candidatos, elegantes, con trajes de diseñador, zapatos costosos y peinados que se detienen en el tiempo. En el pelo, Adriana apenas lleva una flor símbolo de la campaña de su marido, el girasol. La delgada señora de Mockus es, además, inteligente, y eso sí que la distingue del pelotón de esposas de presidentes. Tiene dos hijas con el profesor, de 9 y 14 años, quienes también son partícipes del torbellino político que vive la familia. La mayor administra el Facebook y la pequeña, cuenta la madre, se encarga de decirle: “No digas nada, deja que el papá hable, él es el candidato”. Lama, última de los cuatro hijos de Mockus, le dice a su madre, quien se casó tres veces y se separó dos: “Yo soy de Antanas y cuando iba a nacer me pasé a tu barriga”. La esposa de hoy es, desde hace quince años, esta trabajadora social que le propuso un circo como escenario para la boda. “Qué locos”, se dijo entonces.
Hoy, a quince días de las elecciones presidenciales, la pareja se siente más cerca del poder, y deben cuidarse. Hablan con Mockus quienes Adriana Córdoba aprueba. La mujer declara públicamente su admiración por la esposa de Uribe. Y en el teatro, cuando le entregan el micrófono, el profesor Mockus decide hacerle un homenaje al primer mandatario utilizando su lenguaje coloquial; pocos se ríen como él, pero no importa; continúa un discurso que incluye lágrimas, gritos y una declaración de amor a su esposa. “Antanas es hermosísimo, silencioso, tímido”, describe la mujer. “En el amor y en las caricias también es muy honrado.” Algo coqueto, dicen en los medios, y enamoradizo. Cuando tuvo la oportunidad de irse al seminario, la rechazó porque se sentía incapaz de cumplir el voto de castidad. Su madre, Nijole Sivickas, le espantó los amores en la juventud. “Siempre evitó el noviazgo”, recuerda Mockus. Nijole es la otra fuerza en la vida de Antanas. Cincuenta años atrás, cuando empezaron su vida de inmigrantes de Lituania expatriados por la Segunda Guerra Mundial, la madre fue la encargada de educar al niño genio y a su hermana gracias a la venta de cerámicas e ilustraciones. Ahora cuenta a las cámaras de TV, desde el taller de escultura que es la sala de su casa, lo que inculcó en el candidato. “Es muy importante ser honesto. Es lo más importante.”
Honesto e incorruptible son los calificativos que le aducen a Antanas Mockus. También hay quienes lo tildan de autoritario. “Neoliberal” le gritan unos universitarios esa tarde en Medellín. “Implacable y rígido” se describe a sí mismo más tarde en la entrevista que concedió a este diario, donde también se dice “radical”. A las ocho de la noche, la palabra que lo describe es preocupado. Entre el auditorio una periodista le informa: en una encuesta revelada esa noche, Juan Manuel Santos, candidato oficialista y principal rival suyo en esta contienda, le tomó ventaja. “El tiene el 38 por ciento y usted el 36.” Mockus enmudece. Su esposa no está cerca. La observa en el escenario luciendo un discurso feminista. Entonces, murmura algo con Lucho Garzón, ex alcalde de Bogotá fundador del Partido Verde que hace pocas horas tenía a Antanas como ganador de la presidencia. “Mientras más dinámico, más democrático es el proceso”, responde el candidato, por primera vez mostrándose inseguro en este día de triunfos.
En diálogo con Página/12, el filosófo y matemático Aurelijus Rutenis Antanas Mockus Šivickas explicó tres puntos de su propuesta de gobierno con su ya natural tono catedrático, seco, fluido y a veces complicado.
–Colombia es un país en guerra, ¿cómo lo va a manejar?
–La presencia de la policía y el ejército tiene que mantenerse. El trabajo de inteligencia y de uso muy racional, muy preparado y muy calculado de la fuerza para debilitar a las FARC tiene que seguir. No vamos por ningún motivo a confundir a la sociedad con un retroceso hacia etapas donde la salida se veía como la negociación. Creemos que las FARC si se debilitan fuertemente buscarán la negociación. Aun ahí tendríamos un dilema fuerte. El ELN, de hecho, históricamente estuvo debilitado y cierta bondad de la sociedad lo llevó a una renovación. Tenemos que ser supremamente realistas y responsables con las consecuencias de nuestras acciones. Creo que la presión social puede sumarse a la presión militar. No reemplazarla. Con los empresarios mi diálogo es totalmente radical en el sentido de que la guerra con los grupos ilegales tiene que ganarse limpiamente. Los métodos paramilitares lo que producen es un poder que termina volviéndose más grave.
–En las elecciones parlamentarias fueron escogidos ocho congresistas de su partido entre más de cien. ¿Cómo va a gobernar sin Congreso?
–Colombia está en un tránsito muy rápido hacia una democracia de partidos y el próximo gobierno tiene la responsabilidad de fortalecerlos. Estos no pueden ser vistos como asociación de intereses para presionar conjuntamente cosas vía presión, no por cooperación. Ese es el modelo clásico. Aun si el presidente tiene la mayoría del congreso, esa mayoría suele extorsionarlo literalmente pidiéndole puestos, contratos. No a esas presiones. Seremos implacables, rígidos como con las FARC. O sea, nada que hacer frente a presiones. Total apertura al intercambio de argumentos. Si el gobierno lleva un proyecto y los congresistas, individualmente o por bancadas, hacen buenos aportes argumentados, el argumento se escucha. Es democracia deliberativa; es una corriente que yo no me inventé, es del ámbito internacional, y supone que en la política la gente usa razones y que aun los intereses que están presentes para tramitarse se visten con razones y algo del vestido se le pega al interés. Entonces, al parlamentario le va a tocar utilizar argumentos para defender intereses. Una sola voz puede hacer cambiar la decisión de todo el congreso, con un buen argumento. Ya me he encontrado con congresistas así. Es cero presiones, cero intercambio de favores, y total fe en la fuerza de la argumentación. Si tu argumento es fuerte yo cambio el proyecto. Si no estamos de acuerdo en la discusión aparecen nuevas dimensiones, nuevas posibilidades, y es la tercera posición la que ambos respaldaremos. En Bogotá el Concejo bloqueó algunas cosas. No se vendió la empresa de telecomunicaciones, no se hizo una reestructuración de la administración. O sea, hay costos. Pero es mucho más costoso el modelo actual, que es muy cercano a la corrupción.
–¿Por qué apoya las bases militares norteamericanas en Colombia?
–El narcotráfico en Colombia nos ha costado mucho, empieza a ser un elemento de desestabilización nacional, e infiltra al más alto nivel las instituciones gubernamentales; empieza a tratar de definir quién gana las elecciones. El asesinato de candidatos a presidente estuvo en el repertorio del narcotráfico, por ejemplo, hace algunos años. Entonces Colombia no puede amarrarse las manos en materia de lucha antinarcóticos. Y claramente el principal consumidor de droga es Estados Unidos y es el principal socio de Colombia en la lucha contra las drogas. Y nosotros necesitamos contar con la presencia en territorio colombiano de naves norteamericanas, de tripulaciones, de contratistas norteamericanos, en una escala que está regulada por los acuerdos. Los países que nos critican esa cercanía no han ofrecido una ayuda similar a la que recibimos de EU ni tienen la tecnología suficiente. Y ojalá la enfermedad del narco no les dé con la fuerza que la tiene Colombia. Me explico. El narcotráfico está en muchas partes del mundo pero es sangriento principalmente en nuestro país y en México. Entonces, mientras encontramos otra manera de eliminar el narcotráfico como comportamiento en el territorio de Colombia, nos toca apoyarnos en las bases. Sin las bases el país sería probablemente presa de las FARC o de la alianza guerrilla-narcotráfico.
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