Miércoles, 3 de octubre de 2012 | Hoy
EL MUNDO › OPINIóN
Por Emir Sader
Las relaciones entre desarrollo económico y protección ambiental cruzan, hoy, prácticamente todos los procesos políticos latinoamericanos, de un continente que necesita absolutamente retomar altos niveles de desarrollo después de la fuerte y prolongada recesión, para atacar su problema central, que es la desigualdad económica.
Los gobiernos neoliberales promovieron la desindustrialización y la apertura acelerada de los mercados internos. Ahora que la demanda internacional cambió, la exportación de materias primas –y entre ellas las energéticas– pasó a tener un papel central en la pauta comercial de América latina.
Alvaro García Linera publica un libro que refuta todas y cada una de las alegaciones de la oposición de su país y de sus portavoces internacionales. A pesar de ser el más importante intelectual latinoamericano contemporáneo y, al mismo tiempo, vicepresidente de la República, se quieren censurar sus palabras, que denuncian el cerco cobarde que se ejerce sobre el proceso boliviano. El título del libro es Geopolítica de la Amazonia y el subtítulo: Poder hacendal patrimonial y acumulación capitalista. Tuvo su lanzamiento en La Paz, al cual asistí, con un público básicamente joven de alrededor de un millar de personas.
En el libro, García Linera comienza exponiendo las transformaciones logradas por el gobierno en estos seis años, que permiten decir que se trata de un proceso revolucionario, “una revolución política, cultural y económica” según sus palabras. Transformaciones en la apropiación del poder del Estado y en las propias formas de una toma de decisiones caracterizan los profundos cambios políticos y culturales vividos por Bolivia. Transformaciones en la propiedad de los principales medios de producción –en el campo, en los sectores energéticos y también en sectores industriales– marcan la revolución en el plano económico.
Pero el libro de García Linera se centra en el desmentido de los supuestos que han orientado la campaña mediática de la oposición, dentro y fuera de Bolivia, contra el gobierno. Entre ellos, uno que ha hecho circular la idea de que la carretera de Tipnis –entre Cochabamba y el Beni– sería instrumento para la exportación de productos brasileños hacia el Pacífico, valiéndose del territorio boliviano. El libro demuestra, claramente, cómo la ruta se inicia y llega a territorio boliviano como parte de la unificación nacional del país –siempre fragmentado y dependiente–, en este caso por Santa Cruz de la Sierra para la conexión entre Cochabamba y el Beni, provincia en la que el gobierno desarrolla intensos proyectos agrícolas que liberarían la economía de la dependencia de la provincia cruceña. Por eso mismo, García califica esa acusación de “farsa cantinflesca”.
Otro aspecto tiene que ver con una supuesta imagen de Tipnis como una reserva virgen, que sería violada por la carretera que el gobierno proyecta construir. El libro demuestra con hechos, mapas y fotografías que esa región es intensamente explotada por grandes empresas internacionales del sector de la madera, del ganado y la caza de yacarés, entre otras actividades. Hay varios aeródromos clandestinos para esos fines, así como un intenso turismo internacional. Así, la no presencia del Estado que propugnan ONG internacionales y algunos movimientos indígenas, lo que defienden no es la inexpugnabilidad de la reserva, sino la permanencia y extensión de esas explotaciones, con la ausencia de control del Estado nacional boliviano. Alvaro García Linera acusa a esas ONG y movimientos indígenas de defender de este modo los intereses de las grandes empresas multinacionales y gobiernos extranjeros. El poder es obstaculizado por esas empresas, por gobiernos de los países centrales del capitalismo y por un bloque latifundista-empresarial que explota materias primas de la región y por un conjunto de ONG que actúan en la Amazonia boliviana.
Al final del libro, el autor se concentra en el argumento de que en Bolivia –como también en otros países progresistas de la región– se desarrollaría un modelo “extractivista”, que resulta negativo para el desarrollo económico y social. Después de examinar criterios clásicos de Marx sobre las formas de apropiación de la naturaleza por la Humanidad, Alvaro García Linera concluye: “No existe evidencia histórica que certifique que las sociedades industriales capitalistas sean menos nocivas frente a la Madre Tierra que las que se dedican a la extracción de materias primas renovables o no renovables”. Superar el extractivismo no es superar el capitalismo. En esta fase se hace indispensable utilizar los recursos aportados por la actividad primaria o exportadora controlada por el Estado para generar los excedentes que permitan satisfacer las condiciones mínimas de vida de los bolivianos y garantizar una educación intercultural y científica que genere una masa crítica capaz de asumir y conducir los procesos emergentes de industrialización y desarrollo económico. “Lo importante es reorientar el sentido de la producción sin olvidar que también es preciso satisfacer las necesidades básicas fundamentales, que fueron precisamente las que llevaron a la población a asumir la construcción del poder del Estado. Que es justamente lo que estamos haciendo en Bolivia”, dice García Linera.
Se trata por lo tanto de un libro esencial, sin el cual no es posible comprender la actual fase del proceso boliviano y la raíz de los conflictos que lo afectan.
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